Un extraño caso de conducta
Horror en el Aljarafe
El comportamiento de Sara López no tiene precedentes en el estudio de la mente humana.
Hay policías y guardias civiles que llevan más de cuarenta años destinados en Sevilla y nunca se encontraron nada igual. Sí se toparon en varias ocasiones con personas que mataron a sus hijos, bien por padecer un trastorno, por hallarse bajo los efectos de las drogas o por su propia personalidad violenta, generalmente adquirida después de años en un entorno marginal y desestructurado. Incluso alguna vez arrestaron a mujeres que acabaron con sus bebés recién nacidos, pero después llamaron a la Policía o lo hizo alguna persona de la familia tras descubrir el crimen. Pero nunca se toparon con una persona que ocultara tres embarazos, pariera dos veces en su casa sin llamar la atención de su entorno más cercano, matara a los bebés y luego conservara sus cuerpos en la nevera.
El de Sara López Hernández, la presunta parricida de Pilas, es un extraño caso de conducta humana. Expertos consultados por este periódico consideran que el comportamiento de esta mujer de 35 años no tiene precedentes. Los psiquiatras que la tratan en la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra intentan averiguar principalmente por qué motivo o con qué intención acabó con la vida de sus vástagos. Una respuesta sencilla sería que padece un trastorno o enfermedad mental que la lleva a matar a sus hijos. A Sara se le están haciendo diversas pruebas y entrevistas durante estos días y está por determinar que padezca alguna tipología de este tipo. Sin embargo, a simple vista, se comporta de manera normal y los especialistas no encuentran el trastorno en el que encajarla.
De hecho, su forma de actuar no concuerda con ninguna de las patologías recogidas en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM), cuya cuarta edición está considerada como uno de los referentes en la clasificación de las enfermedades de la mente humana. No hay que olvidar, además, que Sara es madre de otros dos hijos, de 14 y 11 años, a los que nunca -al menos que se sepa- había tratado de manera violenta.
Así, los investigadores buscan otra línea de trabajo que explique por qué mató a los dos bebés que tuvo a escondidas en su casa, fuera de la hipótesis del trastorno mental. Todo apunta a que lo hizo por despecho hacia su marido. La relación entre Sara y Francisco Antonio H. L., su esposo, se había distanciado en los últimos años. Algunos vecinos apuntaron a este periódico que ella quería separarse de él y le reprochaba actitudes como que estuviera todo el día fuera de casa y no colaborara en las tareas del hogar. Pese a este distanciamiento, la pareja seguía manteniendo relaciones sexuales y los médicos no han hallado una sola prueba de que estos encuentros fueran forzados. En su declaración ante el juez durante la vista en la que se decidió la custodia de la hija que acaba de nacer, Sara pidió que el bebé fuera entregado a su hermana porque tenía miedo de su marido. Sin embargo, y pese a que ella tenía trabajo como asistente en un geriátrico de Castilleja y con eso se garantizaba la independencia económica, nunca dio el paso de abandonar a su esposo. Ni siquiera lo intentó.
En ningún caso se ha acreditado la existencia de malos tratos físicos en la pareja, si bien puede ser que hubiera algún tipo de presión o dominio de carácter psíquico que la hacía acceder y consentir las relaciones. Fruto de ellas la mujer se quedó embarazada al menos tres veces en los últimos años. También parece confirmado que los tres bebés son del mismo padre y que ninguno de ellos fue concebido en una relación extramatrimonial, aunque del segundo encontrado muerto aún están pendientes los resultados de las pruebas que lo cercioren del todo.
Quedarse embarazada de un hombre al que había dejado de querer y al que rechazaba no era, por tanto, una noticia alegre para Sara. En vez de comunicarlo en su entorno, o simplemente abortar, la mujer decidió ocultarlo. A ello ayudó el distanciamiento de la relación con su marido, que nunca fue consciente de los estados de gestación de ella, así como que fuera una persona que por su propia constitución no engordara demasiado en sus embarazos.
Sus vecinos recuerdan que apenas le notaron barriga en los dos primeros partos, los de sus hijos vivos. Y fueron muchos los que se sorprendieron el pasado 27 de noviembre al oír que volvía a estar embarazada, algo que no sólo ocultó a sus vecinos sino también al juez de Instrucción 3 de Sanlúcar la Mayor que lleva el caso y a los guardias civiles que la detuvieron tras el hallazgo del primer bebé en un congelador de su casa, en el número 51 de la calle Beatriz de Cabrera de Pilas.
Por eso, los especialistas piensan que están ante una persona muy inteligente, capaz de ocultar tres embarazos, y no ante una enferma mental. Distinto es que la mujer se encuentre en un proceso depresivo a raíz del hallazgo de los bebés congelados y de la retirada de la hija que acaba de nacer, con la que no pudo estar en contacto en el Hospital de Valme después de que diera a luz el pasado viernes custodiada por la Guardia Civil. Atendiendo a este estado de depresión, la dirección del centro penitenciario al que volvió tras ser dada de alta en el hospital le ha aplicado el protocolo antisuicidio, por lo que se encuentra vigilada y acompañada por presas de confianza durante las 24 horas del día.
Los dos bebés hallados en sendos congeladores de la casa nacieron vivos y fueron luego introducidos en las neveras, envueltos en plásticos y ocultados en el fondo de ambos frigoríficos. Por qué lo hizo es otra pregunta que no tiene explicación aparente. Si su comportamiento fuera el de una psicópata, Sara López habría intentado deshacerse de los cadáveres sin dejar rastro, como presuntamente hizo José Bretón con sus hijos Ruth y José. Sin embargo, Sara los ocultó en dos lugares en los que sabía que tarde o temprano iban a ser descubiertos.
En su declaración ante el juez sólo se refirió al primer bebé porque del segundo asegura no recordar nada. Del primero dijo que lo tuvo en la bañera el 24 de junio de 2011 y que nació muerto, algo que los forenses ya han descartado al asegurar que el niño murió por ahogamiento. La presunta parricida explicó que lo ocultó en uno de los cajones del congelador de un frigorífico convencional por amor. De darle un mínimo de credibilidad a esta versión, la mujer estaría intentando conservar el cadáver de un hijo no deseado, una conducta para la que los profesionales tampoco encuentran explicación.
Sobre el segundo bebé hallado en otro congelador tipo arcón de la misma casa, Sara López aseguró no recordar nada ni del parto ni del embarazo. Aún no se sabe cuánto tiempo pasó este bebé en la nevera, ya que el cadáver presentaba algunos síntomas de putrefacción, posiblemente provocados por algún corte en el suministro de luz del refrigerador. Algunas fuentes apuntan que pudo nacer antes que el primero y que llevaba al menos tres años en el arcón.
A la espera de que lleguen los resultados de la autopsia de este segundo cadáver, el juez ha citado esta semana a declarar a los hijos del matrimonio y a la hermana de Sara López para que arrojen algo de luz a lo que ocurría dentro de la casa de los horrores de Pilas.
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