Los expertos reclaman protocolos para prevenir el suicidio infantil

Los psiquiatras indican que en Sevilla se consuman entre dos o tres suicidios en menores de 18 años cada año: "Es crucial educar enseñando a relativizar la magnitud de los problemas"

Una persona muestra una pancarta durante una manifestación, en una imagen de archivo.
Una persona muestra una pancarta durante una manifestación, en una imagen de archivo. / D. S.

La muerte de un menor de 10 años el pasado domingo en Sevilla tras precipitarse desde la sexta planta de un edificio en la calle Perséfone, dentro de la urbanización conocida como Jardines de Hércules, ha abierto el debate sobre el suicidio infantil.

En Sevilla, sólo en el área de influencia que abarca el Hospital Virgen del Rocío, donde se atiende una media de 700.000 habitantes, se cuantifican al mes unos 32 intentos de suicidio en menores de 18 años, según los datos facilitados por los profesionales de la unidad de Salud Mental. Los suicidios consumados, rondarían los dos o tres al año.

"Puede parecer un número pequeño, pero la realidad es que debería de ser cero, al ser una población tan joven", explica la doctora Nathalia Garrido, especializada en Psiquiatría Infantil y del Adolescente. En lo que se refiere a la edad infantil, la psiquiatra apunta que, aunque están aumentando los casos, se trata de una situación "muy poco común".

Sobre las razones que pueden llevar a los menores a tener pensamientos suicidas o, en el peor de los casos, a llevarlo a su fin, la doctora Garrido explica que son dos, fundamentalmente, los grandes motivos que rodean este tipo de conductas en la población infantil. "Por un lado, las causas ambientales, como sería algún trauma o la violencia en todos los aspectos (bullying y ciberbullying, violencia física, emocional y en casa o escolar) y, por otro, los problemas de salud mental", indica la especialista que apunta que también se pueden dar las dos circunstancias.

Entre otras posibles causas, la psiquiatra infantil se refiere a la depresión infantil, las conductas alimentarias o trastornos del neurodesarrollo, "que hacen que estos menores sean más vulnerables ante problemas emocionales y ante la toma de decisiones de este tipo". "A menor edad, es mucho más probable que la causa que lleve a adoptar esa decisión esté relacionada con un trastorno de salud mental. Pero también hay que tener en cuenta que los niños, por su etapa madurativa, a nivel cerebral, pueden tomar decisiones muy impulsivas y poco reflexivas", añade.

En cualquier caso, la situación sorprende, dado que la idea de muerte es un proceso que se construye poco a poco a lo largo del desarrollo. Sin embargo, la doctora indica que a la edad de unos diez o doce años, los menores "ya empiezan a ser conscientes de lo que significa la muerte". "De lo que no son conscientes de cómo tomar la decisión de acabar con la vida. Son decisiones que se toman de manera muy impulsiva, mediada por emociones muy fuertes que no dejan lugar a que tenga capacidad de reflexionar", apostilla.

Para abordar esta situación, se puede actuar tanto identificando e interviniendo en los factores de riesgo como en la promoción y potenciación de los factores de protección. A este respecto, la especialista hace alusión al hogar familiar y la escuela, como los lugares donde más tiempo pasan los menores. "El colegio es fundamental. A esa edad, es el lugar donde surgen los problemas a los menores, por ejemplo, por obtener una mala calificación. Es por ello que es muy importante que se desarrollen protocolos muy bien definidos para actuar ante pequeñas señales de alarma. Que el niño siempre sepa con quién puede hablar y a quien recurrir", explica.

A nivel de sociedad en general, la especialista destaca el funcionamiento de programas de psicoeducación y prevención y promoción de la salud, como el proyecto Mentescopia, impulsado por la unidad de Salud Mental de Virgen del Rocío, para la educación, la concienciación y la sensibilización en Salud Mental dirigida a los jóvenes y que conciencie a pacientes, familias, profesorado, asociaciones y otros sectores sociales. "Son muy importantes para que los niños sepan que no están solos ante un problema. Que tienen con quién hablar. Es crucial educar enseñando que los problemas transitorios no tienen que tener una solución definitiva. Y eso se debe trabajar desde la edad escolar, enseñándoles a relativizar la magnitud de los problemas. Que vean que hay problemas de distinto tamaño", concluye.

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