La evolución de los cauces en Sevilla: Reformas históricas que han hecho frente a las inundaciones
A lo largo del siglo XX, los ingenieros hidráulicos y las autoridades locales se vieron en la necesidad de replantear la defensa de la ciudad para evitar riadas
Vídeo | Así se ve el fondo del río Guadalquivir
La intervención y canalización de los cauces históricos ha sido clave para proteger a Sevilla y preservar su legado arquitectónico y urbanístico. Desde hace siglos, la ciudad ha sufrido frecuentes inundaciones debido a su proximidad al río y a las lluvias estacionales que alimentan estos arroyos y ramificaciones.
Alejandro Caraballo, un ingeniero sevillano, compartió en la red social X cómo Sevilla ha transformado sus antiguos cauces en el último siglo para protegerse de las inundaciones y mejorar sus espacios urbanos.
Las reformas abarcaron una serie de proyectos que no solo han reducido el riesgo de riadas, sino que también han creado infraestructuras clave y remodelado barrios enteros.
Estas intervenciones, explica Caraballo, han dado una nueva forma a barrios y calles en Sevilla, aportando seguridad y revalorizando el entorno urbano. Nombres como Ronda del Tamarguillo y calle Arroyo son testimonio de estos antiguos cursos de agua ahora convertidos en vías principales. Repasamos algunas de esas intervenciones más destacadas en la red fluvial histórica de Sevilla.
Arroyos Tagarete y Tamarguillo
Originalmente, el Tagarete pasaba cerca de la muralla sevillana, por la actual calle Arroyo, y desembocaba en el Guadalquivir cerca de la Torre del Oro (pasando además previamente por la Real Fábrica de Tabacos y el Alcázar). Sin embargo, debido a problemas de salubridad e inundaciones, en el siglo XIX se decidió entubarlo y, en 1929, se desvió hacia el actual arroyo Tamarguillo.
Este último, es famoso por sus desbordamientos frecuentes, el más reciente durante la tarde del miércoles por las lluvias porvocadas por la DANA. Su cauce ha sido modificado varias veces para reducir el riesgo de inundaciones. La Ronda del Tamarguillo sigue la traza de su antiguo cauce. Un desbordamiento en 1961 provocó una gran inundación que impulsó más reformas en el Tamarguillo para prevenir futuros incidentes.
Corta de la Vega de Triana y tapón de Chapina
El tapón de Chapina, obra ingenieril de 1929 ,redujo las curvas del Guadalquivir, permitiendo controlar su flujo mediante una esclusa y protegiendo así el centro de Sevilla. Además, esta intervención creó la dársena actual del Guadalquivir, estableciendo un nuevo marco de seguridad para la ciudad.
Por su parte, la Corta de la Vega de Triana fue finalizada en 1949, uniendo Sevilla y Triana y separando a esta última de La Cartuja, la esclusa y el desvío del Rio Guadaíra. El objeto de esta corta era evitar las inundaciones del puerto de Sevilla y proteger Triana de las avenidas del río.
Corta de La Cartuja
En otro esfuerzo para prevenir inundaciones, el cauce del Guadalquivir se alejó aún más del centro urbano, uniendo la dársena con el brazo de San Jerónimo mediante canalizaciones subterráneas. Esta intervención, realizada entre 1975 y 1982, resultó clave en la protección contra inundaciones y facilitó la futura transformación urbana de Sevilla.
Preparativos para la Expo ’92
Tras la Corta de La Cartuja, la isla se habilitó como sede de la Exposición Universal de 1992, con la construcción de nuevos puentes y una remodelación completa de la zona. La conexión entre La Cartuja y el resto de Sevilla representó un importante hito de desarrollo y modernización para la ciudad.
Reapertura del Guadalquivir y nuevos puentes
En vísperas de la Expo’92, en 1991, el tapón de Chapina fue retirado, permitiendo que el Guadalquivir volviera a fluir libremente. Además, con nuevos puentes como el Alamillo y el de la Barqueta, el río quedó directamente conectado con la sede de la Exposición, contribuyendo a una mejor movilidad y revitalización de la zona.
Riadas e inundaciones históricas de Sevilla
Sevilla ha sufrido a lo largo de su historia el embate inclemente de sus aguas. La relación entre el río y la ciudad se ha forjado a golpe de inundaciones, cuyas huellas han marcado a fuego la memoria sevillana.
Una de las más devastadoras ocurrió en diciembre de 1947, cuando el Guadalquivir rompió su cauce y anegó barrios enteros. La altura del agua alcanzó niveles críticos, dejando a miles de sevillanos incomunicados y sumidos en el lodo. En barrios como Triana y San Julián, los esfuerzos por contener la crecida fueron infructuosos; embarcaciones y personal de emergencias se emplearon a fondo para evacuar a los damnificados y evitar una tragedia mayor. Según archivos históricos, hubo varios fallecidos (un número indeterminado) y cerca de 7.000 personas se vieron expulsadas de su casa.
En 1961, la historia se repitió con la conocida como riada del Tamarguillo. El 25 de noviembre de aquel año, el desbordamiento del Tamarguillo inundó 550 hectáreas en Sevilla, dejando 125.000 afectados, 30.000 sin hogar, 1.600 chabolas destruidas y 1.200 edificios dañados. La tragedia se agravó con el accidente de un avión de ayuda, sumando más de 20 muertos y decenas de heridos.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, los ingenieros hidráulicos y las autoridades locales se vieron en la necesidad de replantear la defensa de la ciudad para evitar estos problemas. Proyectos como el mencionado encauzamiento y la Corta de la Cartuja surgieron con el objetivo de proteger a Sevilla del río Guadalquivir, un elemento que es a partes iguales su seña de identidad y su amenaza.
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