"El espíritu de la Expo se perdió; Sevilla es una ciudad de burbujas, atomizada"
los invisibles | Francisco Huesa
Con dos compañeros de promoción, ha escrito una Historia de Sevilla para niños apta para todos los públicos en un libro lleno de sorpresas y aventuras
Niño del año que ganó Felipe, Francisco Huesa (Sevilla, 1982) ha escrito con sus amigos y condiscípulos Aarón Reyes y Ricardo Rodríguez una Historia de Sevilla para niños (Almuzara). La ciudad como asignatura.
-¿Reacciones al libro?
-Nos han pedido una historia de Sevilla para jubilados.
-¿Donde no llega la Historia llegan las historias?
-Etimológicamente, Historia significa investigar, pero es mucho más que escribir y leer. Tienes que meterte en mentalidades diferentes, en un imaginario colectivo, y ahí a veces se entra mejor con los cuentos.
-Personajes como Al-Mutamid, San Isidoro, Mañara o Bécquer lo hacen más fácil...
-Se han convertido en mitológicos, hacen que a veces la leyenda sea más aceptada que la historia real. En el siglo XIX, Mañara choca con el anticlericalismo y el Tenorio, pero también está el impulsor del hospital de la Caridad.
-Nació una semana antes de la campaña electoral de Felipe...
-Con un mes y pico mi madre me llevó en el carrito a ver al Papa en la explanada de la Feria. Mis padres me han llevado a todos sitios, a ver al Papa y a la boda de la Infanta. Eso conecta con una idea que nos transmitió Rosa García Perea a la hora de hacer el libro: que para amar Sevilla y conservar su patrimonio había que conocerla desde chico. Mis padres me llevaban al Alcázar y a las ruinas de Itálica.
-Historia, ¿ciencias o letras?
-Es mucho más que saber una fecha. En el capítulo del siglo XVII, el marqués de Tarifa reúne en la Casa de Pilatos a Murillo, Pacheco, Valdés Leal. Es una sociedad en crisis en la que la religiosidad es importantísima. A mis alumnos, que los hay ateos y creyentes, les digo que la religión ahora es privada, pero entonces estaba hasta en la legitimidad del rey.
-¿Por qué la niña protagonista viene de Écija a Sevilla?
-Es un homenaje a Genaro Chic. Es astigitano y los tres fuimos alumnos suyos.
-¿Hay muchas Sevillas?
-Uno de mis destinos como profesor fue el instituto Inmaculada Vieira, en el Polígono Norte. Un 30% de los alumnos eran del Vacie. Allí aprendí que hay una Sevilla distinta del ruán, los turistas y los barrios normales; la Sevilla marginal, de los guetos. Como historiador, no me exigía mucho, porque había analfabetos funcionales, pero humanamente muchísimo.
-¿Aprende el que enseña?
-En todos mis destinos. En Ronda fui a un instituto que lleva el nombre de mi tío-abuelo, Gonzalo Huesa, un salesiano que le dio clase de Literatura a Joaquín Sabina en Úbeda. En San Martín del Tesorillo, pedanía de Jimena, conocí la Andalucía profunda en la que lo único que pasa es el tiempo. Gente que aplicaba una economía de prestigio: trabajos de verano en Sotogrande, campaña de la naranja, tres o cuatro chapuzas y lo importante, el carnaval, las carreras.
-¿Cómo se repartieron el trabajo?
-Aarón se doctoró en Historia Antigua, Ricardo en Contemporánea y yo en Moderna. Los fastos por la muerte de Felipe II nos permiten meter a Cervantes, la Inquisición, la Sevilla más negra, el principio del fin del Orto camino del Ocaso del que habla Domínguez Ortiz.
-Terminan en la Expo, que vivieron con nueve o diez años...
-Si me coge de universitario, repito curso seguro. Volví a casa llorando el día que terminó. La Expo ha sido la última Sevilla soñada que se ha hecho real. Un sueño que compaginó lo moderno con lo tradicional en el que cabíamos todos. Ese espíritu hoy se ha perdido. Sevilla es una ciudad de burbujas, atomizada. Están los rancios, los canis, los perroflautas. Todas las tribus urbanas que se odian entre sí y escarbas un poco y están vacías. Prefiero a ese vacila del Pumarejo del que habla Antonio Burgos que escucha a Silvio, personaje de nuestro libro, o a Pájaro, su sucesor, y es hermano del Calvario.
-Es sevillano de barrio...
-Vivo en un piso de VPO en Palmete. Soy muy cofrade y para mí la Semana Santa empieza el Viernes de Dolores en Pino Montano.
-¿Funcionaría su Historia para niños como libro de texto?
-El temario está cerrado y aquí no cabe ningún Jumanji. Siempre me llevo a los alumnos de excursión: hace dos años al Palacio de San Telmo, donde vimos la parra de Carmen Laffón y el despacho de la presidenta, y el curso pasado a los dólmenes de Valencina y a ver belenes.
-Como el profesor de su libro.
-Con los alumnos del Polígono Norte fuimos al Parlamento andaluz, se sentaron en los escaños, y a la Torre de los Perdigones. Pero lo que más disfrutaron fue coger el autobús, el Metrocentro y el Metro en San Bernardo. Algunos no habían cogido nunca unas escaleras mecánicas.
-¿Cómo surge su vocación?
-Mi familia son todos médicos, pero le tengo fobia a las agujas. Me marcó mucho ir con 12 años con mis padres a París o a Roma en tercero de BUP.
-¿El libro sirve como guía?
-Me gusta pasear, leer la ciudad con los pies. En Semana Santa puedes caminar mirando hacia arriba. El resto del año, entre veladores, coches, obras y prisas, siempre vas mirando hacia abajo.
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