El entorno de Fajardo, "contrariado" con la actuación del Ayuntamiento
El estudio del arquitecto lamenta que no se haya abierto un expediente a la SGAE.
Desde el estudio de Santiago Fajardo, artífice del auditorio Arteria Al-Ándalus, se muestran "contrariados" con el actual Consistorio de Sevilla, que no ha abierto un expediente a la SGAE como pide el arquitecto, pese a que la sociedad continuó la obra durante unos 12 días después de la marcha del responsable del proyecto y sin contar con un arquitecto al mando de la obra. "Cuando todavía estaba el anterior Ayuntamiento, tuvimos una reunión con el que ahora es delegado de Urbanismo [Maximiliano Vílchez] a la que luego se incorporó Zoido. No sólo les contamos lo que había ocurrido, sino que se pusieron papeles sobre la mesa. Nos dijeron que los estudiarían y que verían. No han hecho nada", lamenta Fernando Sacristán, portavoz del estudio. "¿Y si en ese periodo hubiese pasado algo, y si se hubiese matado un operario?", cuestionan desde el entorno de Fajardo.
"Si una señora pinta de color verde la fachada de su casa en Triana pueden ponerle una sanción. La ordenanza de Urbanismo dice que cuando un arquitecto dimite, la obra se tiene que paralizar; la SGAE continuó sin nadie que pudiese asumir la responsabilidad civil, y por algo tan grave no se le abre expediente", opina Sacristán.
Después de que Fajardo abandonara el Auditorio Al-Ándalus, según adujo porque se le vetaba desde la SGAE el acceso a los datos económicos y otros documentos relacionados con el proyecto, las obras del edificio de la Cartuja no se detuvieron aunque su nombre se borró del cartel de la obra, al igual que los plazos de ejecución. "Un día, Fajardo mandó a un notario, que estuvo allí desde las 9:00 hasta las 10:45 y que tomó nota de que las obras continuaban sin un arquitecto al frente. Sorprendentemente, menos de dos horas después, a las 12:30, la SGAE emitió un burofax en el que difundía que había nombrado a un nuevo arquitecto", exponen desde el estudio de Fajardo, donde defienden que ya denunciaron el descontrol de la SGAE antes de que estallara el escándalo: el diseñador del auditorio dimitió en mayo, un par de meses antes de que la trama de desvío de fondos saliera a la luz.
Las desavenencias ponían fin a una relación, la de Fajardo con la SGAE, que duraba más de 20 años y que en los últimos tiempos tenía entre sus frutos la rehabilitación del Teatro Campos Elíseos de Bilbao y la Sala Berlanga de Madrid. Como en toda unión que finaliza bruscamente, hubo un cruce de duras acusaciones. Frente a las demandas presentadas contra la SGAE por el arquitecto, la entidad acusó a Fajardo de "sucesivos incumplimientos y negligencias en la gestión y dirección de las obras". La Fundación Autor negaba la versión de la dimisión de su arquitecto de cabecera y aseguraba que había apartado al creador del proyecto por la "reiterada y demostrada falta de previsión y el planteamiento de malas o irrealizables soluciones arquitectónicas", que habían originado "innumerables sobrecostes y retrasos en la ejecución de las obras". Fajardo se defendió: los incrementos de gastos se debían a la gestión de la SGAE, no a posibles fallos de su trabajo.
De hecho, los allegados al arquitecto apuntan que se dieron episodios soprendentes por culpa de las directrices de la SGAE. En septiembre, cuando se conocía el interés por vender el Al-Ándalus, Sacristán confiaba a este periódico que la sociedad no contaba con una programación artística para dotar de contenido al teatro. "A Fajardo llegaron a decirle que sería estupendo que la obra se atrasara dos años porque no tenían con qué inaugurarla", reveló entonces sobre las situaciones irregulares que se vivían.
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