La entereza de una mujer que hace en julio 102 años

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Estirpe. Misa en Santa Cruz por dos de los doce hijos de María Asunción Milá. Manuel Salinas recibió la medalla de Sevilla y entró en la Academia el año que muere su hermano

María Asunción Milá, con siete de sus doce hijos en 2019. Manuel está en el centro de la foto, detrás de su madre.
María Asunción Milá, con siete de sus doce hijos en 2019. Manuel está en el centro de la foto, detrás de su madre. / José Ángel García
Francisco Correal

08 de mayo 2021 - 07:57

La iglesia de Santa Cruz es como una prolongación de la Casa de Salinas. Están a uno y otro lado de la calle Mateos Gago. Un grupo de adolescentes entraban en el templo. Eran algunos de los 27 bisnietos de María Asunción Milá, que ocupaba una de las primeras filas en la misa familiar celebrada en recuerdo de Manuel y José María Salinas, el primogénito y el segundo de sus doce hijos. El orden de la muerte de estos vástagos invirtió el cronológico. La misa tenía lugar un día después de que se cumplieran cinco años del fallecimiento de José María Salinas, que murió el 4 de mayo de 2016. Manuel, el mayor, el pintor de larga trayectoria y aureola internacional, murió el 30 de enero de 2021, víctima del Covid. Sus destinos se cruzaron. El mismo año que muere José María Salinas, su hermano Manuel recibió la medalla de la ciudad e ingresó en la Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, con sede en la Casa de los Pinelo. Lo hizo con un discurso con la firma de Salinas que tituló El arte por el arte. Su filosofía era rotunda: "El pintor debe dedicarse a pintar y a hablar poco de lo que pinta". Para ser una de las cumbres de la pintura abstracta en España, no se puede ser más concreto en sus objetivos.

La misa comenzó a las siete de la tarde y la celebró Eduardo Martín Clemens, párroco de Santa Cruz muy vinculado a la familia Salinas. Fue delegado diocesano de Misiones, lo cual quizá explique por qué hay en el templo un retrato de Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado cuando oficiaba la misa en la catedral de la ciudad centroamericana en marzo de 1980. Beatificado por el papa Francisco el 23 de mayo de 2015, Romero es un mártir en consonancia con una de las causas que abanderó María Asunción Milá. En tiempos del cardenal Bueno Monreal, visitó el Palacio Arzobispal con Ramón Carande para que el arzobispo mediara ante Franco en la condonación de sentencias de pena de muerte.

En la iglesia de Santa Cruz hay un retrato del arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero

El 20 de julio, María Asunción Milá cumplirá 102 años. Se casó en Barcelona con un sevillano el 2 de julio de 1939, poco antes de cumplir los 20 años, tres meses después del final de la Guerra Civil. Nació justo un año después del final de la Primera Guerra Mundial (tres semanas antes se había firmado el Tratado de Versalles conel nuevo mapa internacional), vivió la Segunda y por medio una guerra entre hermanos. El primer año de posguerra, 1940, nació Manuel, el mayor de los doce. Un cuarto de siglo hasta 1965, cuando nace Cristián, el duodécimo, que hasta la llegada de la pandemia era el encargado de las visitas culturales a la casa-palacio de Salinas en un bono concertado con Dueñas y Pilatos.

Es una mujer de firmes convicciones. Dicen que la fe es uno de los pilares de su fortaleza para sobrellevar la adversidad de enterrar a dos de sus hijos. Buena parte de su familia se desplazó hace dos años a Cataluña para celebrar los cien años de su nacimiento en Esplugas de Llobregat. Tan sevillana como su vecina, la Giralda, su alianza matrimonial con un sevillano hace más de ochenta años no rompió sus vínculos afectivos y familiares con su Cataluña natal, emparentada con los hermanos periodistas Mercedes y Lorenzo Milá.

María Asunción Milá, defensora de las causas ganadas (se carteó con el papa Francisco, que finalmente le confirmó que el nuevo catecismo condenaría expresamente la pena de muerte), transmitió su espíritu a tan abundante prole. Martín Clemens, en su homilía, abundó en el tránsito que para todo cristiano tiene la experiencia de la muerte. "La vida es un destierro, no tiene por qué ser una mala noche, una mala posada, como dice Santa Teresa, hay que vivirla intensamente, pero sabiendo que no es el final". María Asunción sigue siendo una centenaria contra la pena de muerte, pero en el recuerdo de sus hijos su entereza y sus principios la alejan de la muerte de pena. Sigue dando sus paseos por el entorno de la casa Salinas, muy cerca de la calle Fabiola, que debe su nombre a la novela que escribió Nicholas Wiseman, un sevillano de cuna que llegó a ser arzobispo de Canterbury. Hay quien cree que el nombre de la calle se debe a Fabiola de Mora y Aragón, la española que al casarse con Balduino fue reina de Bélgica, país que tiene aquí su consulado. La Casa Fabiola es ahora sede de la Fundación Mariano Bellver.

Manuel Salinas era hermano del Gran Poder, pintó una Verónica para la Hermandad del Valle y el cartel taurino de la Maestranza. Nunca tituló ninguno de sus cuadros para no hacer literatura con ellos. No pintaba santos, pero era creyente y feligrés de San Lorenzo. "Ya no pinta, pero ahora Dios lo ha pintado a él".

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