Miguel Ángel Castro: Todo el poder de la Universidad
Elecciones a rector de la US
El cambio de actitud del rector de la US en estos cinco años ha sido de 180 grados. Sus compañeros más cercanos lo describen como una persona exigente, analítica y tecnocrática, un líder al que le gusta trabajar en equipo.
Miguel Ángel Castro quiere (o necesita) cuatro años más para concluir el proyecto que inició en 2015 cuando fue elegido rector de la Universidad de Sevilla. Era un secreto a voces que iba a intentar revalidar su puesto. Sin embargo, no hay sido hasta este viernes, siguiendo a pies juntillas el protocolo establecido -como viene siendo habitual en él- cuando ha anunciado su candidatura. Para ello, ha convocado a los medios de comunicación, que le han fotografiado y le han tomado declaraciones mientras entregaba en el Registro General de la Universidad de Sevilla su candidatura, comenzando así, intencionadamente o no, su propia campaña electoral.
Las personas que trabajan codo con codo con él reconocen que Castro no ha manifestado su intención de afrontar un segundo mandato hasta prácticamente el último momento. Reservado y fiel a lo políticamente correcto, estos últimos meses, los periodistas se han topado con un muro una y otra vez cuando le preguntaban sobre su posible candidatura.
Miguel Ángel Castro (Sevilla, 1965) llegó al Rectorado de la US de la mano de Antonio Ramírez de Arellano, quien lo nombró su heredero cuando éste pasó a ser consejero de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía. Fue una designación a dedo, pero su experiencia dentro de la gestión universitaria y como vicerrector de Ordenación Académica lo avalaban.
Desde el principio, no se mostró especialmente cómodo como rector en funciones y, en cuanto tuvo la oportunidad, convocó elecciones para validar su cargo en la urnas con el apoyo del Claustro, órgano que entonces respaldaba la línea continuista que Castro representa y que en su día lideraron Joaquín Luque y Ramírez de Arellano.
Licenciado en Farmacia, doctor en Química y catedrático de Química Inorgánica de la Hispalense desde 2009, este profesor ganó sus primeras elecciones en 2015 tras una férrea campaña en la que no cesó de hacer gala de su conocimiento y experiencia en la gestión interna de la Universidad, su principal baza, ya que esto era algo de lo que sus dos adversarios, los catedráticos Adela Muñoz y Antonio Rabasco, carecían.
Castro lleva realizando tareas de gestión desde 2005, cuando puso en macha el Servicio General de Investigación de Rayos X de la Universidad de Sevilla. Fue el propio Luque el que lo nombró vicerrector de Ordenación Académica durante su primer mandato, cargo que ostentó hasta la primavera de 2015.
El cambio de actitud que ha experimentado Castro desde el día que fue designado rector en funciones hasta hoy ha sido de 180 grados. Al principio era difícil verlo en actos públicos, como acostumbraban a hacer sus antecesores, centrándose más en un trabajo de gestión que de promoción. En cinco años, Castro ha ganado en confianza, tiene más tablas, se atreve con discursos improvisados, y su oratoria, siempre en términos grandilocuentes, ofrece ideas claras y directas, pero nunca pronuncia o comunica algo que no pretende hacer. Es muy meticuloso en sus discursos, especialmente ante los medios de comunicación.
Sus compañeros más cercanos lo describen como una persona exigente, analítica y tecnocrática, un líder al que le gusta trabajar en equipo. Divorciado y padre de dos hijas, le gusta hacer referencia a sus orígenes, en el barrio sevillano de Pío XII. Aficionado taurino, costalero durante 23 años de la Hermandad del Gran Poder y gran seguidor del Betis, Castro admite sin vergüenza que reúne todos los tópicos de un sevillano, aunque lo mismo puede escuchar a Bach que a Manolo Caracol o a Víctor Manuel.
Su punto débil es su Universidad -y el sistema universitario público en general-, a la que que defiende a ultranza y que promociona por todos los rincones del país e, incluso, de Europa. Su último viaje fue a Bruselas, donde presentó una macroalianza europea liderada por la Universidad de Sevilla, el proyecto UlyssEUs, que fomentará la movilidad de estudiantes, egresados e investigadores si logra el beneplácito de la Comisión Europea.
Pero lo primero que hizo Castro cuando ganó las elecciones en 2015 fue meterle mano a la demanda que perseguía desde hacía año una parte importante de los claustrales: el proyecto de reforma del Estatuto de la Universidad de Sevilla, por el cual se proponía que la elección a rector pasara a ser por sufragio universal ponderado y no por el Claustro. El proyecto no salió adelante pero, al menos, el debate se produjo.
Los coletazos de la crisis económica y la falta de un plan plurianual de inversiones públicas para infraestructuras que han retrasados la puesta en marcha de necesarios proyectos como la rehabilitación del Rectorado, la creación del Campus de Humanidades y una nueva Escuela Politécnica han marcado su primer mandato, que tuvo uno de sus episodios más difíciles con la condena del decano de la Facultad de Educación por abuso sexual a tres profesoras. Una crisis que, para algunos, no se gestionó bien.
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