Educar en competencias: el reto de los colegios en el siglo XXI
Educación
El Colegio San Francisco de Paula ha puesto en marcha una experiencia piloto basada en el fomento de las capacidades de los alumnos
El uso de las nuevas tecnologías y un nuevo sistema de evaluación acompañan a este programa pionero
La educación en competencias. Se trata de una expresión que se ha convertido en habitual desde hace años cuando pedagogos, maestros y políticos la usan para referirse a un nuevo modelo de enseñanza que, a diferencia del tradicional, busca una atención más personalizada hacia el alumno. Dicho concepto constituye una de las bases sobre las que se asienta la polémica ley Celaá. De hecho, la propia ministra de Educación ha subrayado esta semana la necesidad de pasar de un aprendizaje "enciclopédico" a otro por competencias.
Se trata, en suma, de enfocar la enseñanza desde una perspectiva de formación integral, en la que se dejan a un lado los objetivos educativos basados en la memorización de los conceptos teóricos. Su eje vertebrador es el desarrollo de capacidades que al menor le serán necesarias para responder a los diferentes problemas que se le planteen a lo largo de la vida.
En este aprendizaje resulta fundamental que los contenidos didácticos tengan sentido para el alumno, esto es, que el estudiante pueda entender su utilidad. Para ello, tales conceptos deben aplicarse a hechos reales o cotidianos próximos a la realidad del menor, para que siempre se encuentre motivado. El aprendizaje y adquisición de valores y destrezas que serán útiles para la vida del estudiante aparecen como objetivos fundamentes, que se logran a través del trabajo en equipo, la resolución de problemas y los proyectos multidisciplinares.
La primera ley educativa en España que recogió la necesidad de que los escolares adquieran competencias básicas fue la LOE, en 2003. El Bureau Internacional de Educación (BIE), organismo dependiente de la Unesco, define el término competencia como "la capacidad de movilizar interactivamente y usar éticamente información, datos, conocimientos, habilidades, actitudes y tecnología a fin de implicarse de modo eficaz y actuar en diversos contextos del siglo XXI y lograr beneficios individuales, colectivos y globales". Según el BIE, siete son las competencias clave: aprendizaje permanente, autogestión, uso interactivo de herramientas y recursos, interacción con otros, interacción con el mundo, utilización de diferentes códigos y transdiciplinariedad.
Un plan pionero en un colegio internacional
Pese a que desde hace 18 años esta terminología aparece en los planes educativos, lo cierto es que son muy pocos los centros que se han atrevido a poner en marcha un programa completamente enfocado a la adquisición de dichas competencias. Uno de los primeros en hacerlo ha sido el Colegio Internacional de Sevilla San Francisco de Paula (SFP). Esta iniciativa, además de los rasgos descritos antes, fomenta la creación de grupos formados por estudiantes del mismo ciclo educativo, en este caso Secundaria, pero de distintas edades (entre 12 y 13 años). La intención al unir en un mismo aula a menores con diferentes grados de conocimiento y habilidades es fomentar el "aprendizaje colaborativo".
Cristina Yunta es la coordinadora de dicho programa en el SFP. Esta profesora lleva tres cursos impartiendo el programa de años intermedios del Bachillerato Internacional, equivalente a la ESO. "Este colegio cuenta con una larga trayectoria trabajando las competencias. Desarrollamos programas específicos para potenciar la autonomía, el liderazgo y el emprendimiento. Además, los alumnos reciben atención en la actividad cotidiana, lo que les ayuda a reforzar lo aprendido y ponerlo en práctica en proyectos reales", comenta Yunta, quien explica que con el nuevo plan se da "un paso más", al adaptar dicho modelo de enseñanza al "marco competencial" de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco, con una fuerte apuesta por el uso de las tecnologías digitales.
Esta profesional detalla que la principal diferencia respecto a la "enseñanza directa unidireccional", es decir, la convencional y la que desarrolla la mayoría de los colegios, es que se parte de la idea de que "el conocimiento no es una posesión del docente que deba ser transmitida a los estudiantes, sino el resultado de un proceso de trabajo entre los alumnos y el profesor, por el cual se realizan preguntas y buscan información para obtener conclusiones". De esta forma, el papel del estudiante no se limita a la "escucha activa", sino que participa en "procesos cognitivos" que hasta ahora estaban reservados a la educación superior. Por supuesto, este modelo también supone un cambio en el rol del docente, que no se ciñe a la exposición de contenidos, sino que debe incentivar en los alumnos la duda y la búsqueda de la información, además de supervisar el desarrollo de los proyectos, así como su evaluación.
La puesta en marcha del proyecto en el SFP ha supuesto, en palabras de su coordinadora, "un enorme esfuerzo intelectual". "Enorme cuantitativamente pero, sobre todo, cualitativamente", subraya la profesora, quien hace hincapié en la idea de que "en pleno siglo XXI hay que abandonar la manera de pensar del sistema educativo al que estamos acostumbrados, aunque eso cuesta muchísimo, especialmente en los adultos, porque los niños lo acogen como lo más natural del mundo". "El mundo está cambiando enormemente y nuestra obligación es preparar a los alumnos para la vida que tendrán, no para la que tenemos nosotros y menos aún para la que tuvimos años atrás", abunda.
"Aprenden más con los proyectos que con los exámenes"
Según los expertos, las competencias que adquieren cada vez más relevancia incluyen el pensamiento analítico y el aprendizaje activo, así como habilidades centradas en el diseño de tecnología. A ello se añaden la inteligencia emocional, el liderazgo y la influencia social y la orientación al servicio. Por tanto, el estudiante terminará su educación más preparado en los ámbitos personal y profesional para afrontar los retos que surgirán en el futuro. "Los alumnos del programa piloto destacan que esta educación es más divertida, que participan más en clase y que aprenden mejor haciendo proyectos que estudiando para exámenes", resalta Yunta.
Un programa innovador que lleva aparejado una evaluación distinta. Por cada competencia se han establecido distintos niveles de cumplimiento, que van del 1 al 8. Así, del 1 al 2 representa el menor progreso: falta de interés por el aprendizaje o la cultura; el alumno no plantea preguntas, el porqué de las cosas ni enfoques alternativos. Del 3 al 4 supone que el estudiante aprende con "entusiasmo" sobre lo estrictamente requerido, aunque apenas muestra intereses culturales ni plantea preguntas al azar. Del 5 al 6 significa que hay interés por aprender más allá de lo requerido sobre un número ilimitado de temas, "ocasionalmente" se embarca en investigaciones independientes, debate sobre algunos intereses y actividades culturales y frecuentemente plantea el por qué y comparte otros puntos de vista.
Por último, el nivel del 7 al 8 equivale al mayor progreso, ya que el alumno identifica sistemáticamente las áreas con potencial de crecimiento, planifica y actualiza los conocimientos por encima de lo requerido, investiga ideas y opiniones complejas usando variedad de herramientas, cultiva la cultura y pone en práctica el pensamiento crítico por encima de la media de su edad.
Otra de las característica del programa del SFP radica en la importancia que se le otorga a las tecnologías digitales como parte sustancial del currículo. Con tal fin, se imparten dos sesiones semanales de programación y acceso a las TIC, relacionadas con inteligencia artificial, robótica, big data, machine learning y social networks, entre otras disciplinas.
Sin problema para pasar a la universidad
El motivo de que se haya elegido a los alumnos de Secundaria -12 en total- para esta experiencia piloto obedece a que poseen mayor autonomía y madurez, lo que permite al centro privado medir mejor los resultados y llevar a cabo ajustes más rápidos. Además, el programa que el SFP desarrolla en Primaria ya hace más hincapié en la enseñanza competencial. Desde el colegio aclaran que la adopción de este sistema no supone ningún problema a la hora de pasar de etapa educativa o de acudir a la universidad. "Los estudiantes se van a encontrar en las mejores condiciones para afrontar cualquier desafío intelectual, incluido el de un temario cerrado con una técnica de examen concreta", puntualiza la coordinadora, que añade que "cuando uno sabe aprender bien, lo puede aplicar a lo que haga falta".
También debe destacarse que en los grupos se mezclan menores de distintas edades con el fin de que "se enriquezcan unos de otros y se facilite el crecimiento interpersonal". "No esperamos que el desarrollo de todos los alumnos sea el mismo y los descriptores de las competencias se han definido siguiendo esa premisa", aclara Yunta, que agrega que "las contribuciones individuales al grupo cuando se trata de competencias se identifican con claridad, todo lo contrario de lo que ocurre en los trabajos de equipo basados solamente en contenido".
La responsable de este programa considera que la educación en España ha mejorado, "pero mucho menos de lo que habría debido". "Necesitamos un esfuerzo colectivo de impulso del conocimiento, de la educación de calidad, de innovación en todos los órdenes", afirma la profesora, que insiste en "la necesidad de formar a los estudiantes en el aprendizaje permanente y la versatilidad en las fuentes del conocimiento". "No sólo vivirán más años, sino que lo harán en un mundo en constante cambio, por lo que tendrán que actualizar sus conocimientos y adaptar su forma de aprendizaje con los tiempos", apostilla.
Para ello, pone de ejemplo la situación actual que se sufre con la pandemia del Covid: "Si algo hemos aprendido de la crisis sanitaria es la importancia de la adaptación, una de las competencias que vertebran nuestro programa y que supone la autogestión, la habilidad de emprendimiento, la autoconfianza, la creatividad, la resiliencia y la responsabilidad".
A la vanguardia mundial en enseñanza
“Impulsar la tecnología no es dar un ordenador a cada alumno, al igual que la transformación digital de las empresas no es instalar Office365, ni un avión es un automóvil con alas”. Quien así se expresa es Cristina Yunta, la coordinadora del programa piloto puesto en marcha por el Colegio Internacional de Sevilla San Francisco de Paula (SFP), basado en la educación en competencias. Para esta profesional de la enseñanza “debemos retomar los valores educativos vigentes en España hasta el primer tercio del siglo XX: la curiosidad, la valentía, la capacidad de asumir riesgo, pensar a lo grande y a largo plazo, con creatividad, en convivencia y con el enriquecimiento recíproco mediante la creatividad”. “Ahora, gracias a la tecnología, este propósito ha de realizarse a escala planetaria, pues los retos son también globales”, indica Yunta.
El programa que se encarga de coordinar se ha diseñado en este colegio privado tomando como base la amplia bibliografía que existe sobre enseñanza en competencias. “El director de los colegios de Bachillerato Internacional ha afirmado que este avance nos sitúa en la vanguardia mundial”, asevera Yunta. Una de las características del programa que lo distingue de otros similares puestos en marcha en otros centros es precisamente la integración en el marco educativo de la Unesco, la apuesta tecnológica y el Bachillerato Internacional.
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