Eduardo Strauch, superviviente de Los Andes: "Me parece imposible que resistiéramos 72 días"
El arquitecto uruguayo que sobrevivió a la tragedia del avión de Los Andes relata cómo el amor a sus seres queridos fue el motor que desarrolló sus capacidades para salir de la montaña
"La sed fue el mayor sufrimiento, más que el hambre, sin duda. Teníamos que derretir la nieve gota a gota”
Eduardo Strauch Urioste (Montevideo, Uruguay, 1947) tenía 25 años se estrelló el Fairchild 571 de la Fuerza Aérea Urguaya en la cordillera de Los Andes, el 13 de octubre de 1972. De aquel accidente sólo sobrevivieron 16 de las 45 personas que iban a bordo. Después de 52 años, este arquitecto y pintor, que reflejó sus vivencias en el libro “Desde el Silencio”, ha recorrido varias ciudades andaluzas ofreciendo conferencias en el marco de Attendis Talks, el foro público de la actualidad educativa. Más de medio siglo después, su testimonio sobre los 72 días que pasaron perdidos en la montaña y los sacrificios que hicieron, sigue impactando por la fuerza de un relato conmovedor, sorprendente y cautivador.
Pregunta.Tras el accidente, ¿tuvo usted miedo a volar?
Respuesta.No. Hice dos vuelos dos meses después de salir de Los Andes, sabiendo que si me demoraba iba a ser mucho más difícil. Así que volé dos veces en vuelos cortos a Buenos Aires. Sufrí mucho y utilicé todas las herramientas que había descubierto que tenemos los humanos y al tercer vuelo ya nunca más tuve miedo.
P.La película de Juan Antonio Bayona, “La sociedad de la nieve”, ¿hasta qué punto refleja cómo fue el accidente y el sufrimiento de esos 72 días?
R.Esa película es realmente magnífica, está hecha con una precisión, con un detalle y con una sensibilidad que nos ha encantado a todos. A mí me encanta y yo le diría que cuenta el 90% o algo así de la historia nuestra.
P.¿Cómo pudieron resistir tantos días y qué sacrificios tuvieron que hacer?
R.Yo lo miro desde fuera ahora, trato de mirarlo un poco desde lejos y me parece imposible haber resistido tantos días. Continuamente hicimos sacrificios, tratando de adaptarnos al frío, al hambre, a la sed, a la incertidumbre, que era una de las peores cosas, a la muerte que nos rondaba. Así que tuvimos que sufrir mucho para lograr el objetivo de llegar a casa y fue el amor a nuestros seres queridos lo que nos hizo capaces de hacer todo lo que hicimos.
P.¿Cuál fue el mayor sufrimiento físico: el hambre o la sed?
R.La sed, sin la menor duda. La sed sin comparación con todo lo demás.
P.¿Por qué la sed?
R.Porque la sed es desesperante, tuvimos al principio muy poca agua. Bueno, podíamos derretir la nieve en la boca, teníamos que derretirla gota a gota en unos embudos que habíamos hecho y había poco sol y estaba muy frío, así que se derretía muy lentamente. Y el organismo cuando necesita líquido sufre muchísimo más que el hambre. El hambre uno va quedando lánguido, con el frío uno empieza a quedarse adormecido, pero la sed es desesperante.
P. ¿La primera noche fue la más dura o las siguientes?
R.Fue de las más duras. Sí, como noche, fue la más dura, la más rara. Hicimos el cambio de la vida normal, de la vida fácil que teníamos, a encontrarnos en esa situación desesperante, así que sí, fue la noche más dura y más larga de mi vida.
P.¿Siempre pensaron que el rescate sería cuestión de pocos días?
R.Sí, al principio pensamos eso y no hubiéramos tolerado la idea de saber que nos iban a rescatar dos meses y medio después. Así que sí, los primeros días tuvimos la esperanza de que nos iban a rescatar en pocos días. Después, bueno, nos avisaron que nos habían abandonado, que se había suspendido la búsqueda y ya supimos que íbamos a estar 60 días luchando nosotros solos.
P.Eso fue cuando escucharon el mensaje de radio de que habían suspendido las labores de búsqueda y rescate...
R.Exacto. Fue desesperante, horrible oír que se suspendía la búsqueda y decían que en 34 accidentes aéreos anteriores en Los Andes no había habido supervivientes.
P.¿Cómo fue ese momento?
R.Fue muy angustiante porque, además, nos sentíamos abandonados. Sentíamos esa sensación de abandono. Nos entró una tremenda bronca contra todo, pero a la vez nos sentimos cada vez más más fuertes y más capaces de lograr cosas increíbles.
P.¿Y qué supuso para el grupo de supervivientes?
R.Comenzamos a organizarnos nosotros solos. Y nos fuimos dando cuenta a través de los días de la capacidad para adaptarnos físicamente, adaptarnos psicológicamente, en un lugar perdido en las montañas de Los Andes, en un lugar que no sabíamos ni donde estábamos. La capacidad de adaptarnos a tener que vivir como vivimos, comiendo carne de nuestros amigos, la capacidad de convivir con la muerte y la capacidad de vivir con la incertidumbre más brutal, con el estrés más brutal, escuchando sonidos extraños en la montaña que desconocíamos. Así que sí, fuimos descubriendo a medida que pasaba el tiempo todas las capacidades que tenemos y que no utilizamos.
P.¿Cuál de esas capacidades fue la que más le sorprendió, que pensaba que no tenía?
R.La capacidad de soportar y de crear una nueva sociedad sin nada más que nuestra imaginación y nuestra creatividad, porque no teníamos ningún recurso material, no teníamos ningún recurso nada más que nuestra mente. Y eso me fue sorprendiendo y, bueno, mirándolo en perspectiva, me sigue sorprendiendo y admirando del ser humano.
P.¿Cómo se gestiona el miedo en una situación así?
R.Yo creo que el miedo era uno de los sufrimientos. Por supuesto, tuvimos miedo continuamente. Miedo a una avalancha, miedo a morirnos de frío... Todo el tiempo teníamos miedo. Pero el miedo no nos paralizó, nunca entramos en pánico. Tuvimos que controlar mucho la mente y el miedo nos ayudó quizás a estar muy alerta y a inventar y a crear cosas con más rapidez que si no hubiésemos estado con miedo.
P.¿Cómo llegaron al convencimiento de que tenían que hacer lo que hicieron para sobrevivir?
R.Eso sí le digo, fue la decisión más difícil de mi vida, porque hubo que pensar en una cantidad de tabúes culturales, y la más fácil, porque no había otra opción, ni otra alternativa. No era esto, o eso, era esto o morirnos. Entonces, en ese sentido fue muy fácil. Queríamos seguir viviendo, éramos jóvenes, teníamos proyectos de vida. Fue la decisión más difícil aceptar que teníamos que vivir así y poder vencer el tabú.
P.¿El cuerpo y la mente se adaptan a todo?
R.Es sorprendente también cómo se adaptan a todo. El frío justamente. Hablando con médicos nunca se explican cómo no nos congelamos, sobre todo al principio. Había 30 grados bajo cero, estábamos en pedazos, el fuselaje roto, sin abrigo, a 4.000 metros, sin abrigo, nada más que la ropa para primavera que llevábamos para Chile. Es asombroso, pero inmediatamente se adaptó el cuerpo y la mente al horror que estábamos viviendo.
P.¿Hasta qué punto esa experiencia le ha cambiado su forma de entender la vida?
R.Me ha cambiado rotundamente. En realidad, siempre me preguntan si yo he cambiado y yo creo que sigo siendo yo, la misma esencia, pero muy mejorada. Porque vi las verdaderas cosas, lo que me hace feliz lo vi clarísimo ahí y descarté todo lo que pensé que era importante antes para mí y no lo es. Así que me ayudó mucho.
P.Ha hablado del amor a la familia como la fuerza que necesitaban para sobrevivir...
R.Sin duda, el amor fue el único motor capaz de que hiciéramos todo lo que hicimos y aguantáramos lo que aguantamos. El amor a nuestros seres queridos que estaban afuera y nos estaban esperando. Sin ese amor, si no hubieran existido esos seres, esas personas, jamás hubiéramos resistido y hubiéramos tirado la esponja antes.
P.Después de 52 años del accidente, ¿cómo es la relación entre los 16 supervivientes?
R.Siempre hubo un vínculo, un vínculo indestructible. En algunos momentos con las vorágines de esta vida moderna, nos separábamos o nos veíamos menos. Siempre nos reunimos el día del rescate, todos los 22 de diciembre, sin excepción, y hoy en día estamos mucho más unidos todavía, más juntos, con un año más, con más tiempo.
P.Creo que ha vuelto en muchas ocasiones a la zona del accidente.
R.Sí, he vuelto 20 veces por varios motivos y seguiré yendo. Ya tengo previsto dos viajes más para enero del año que viene, con gente que me acompaña de otras partes del mundo, donde he hecho grandes amigos.
P.¿Por qué vuelve?
R.Por muchos motivos, porque es el lugar donde viví los momentos más intensos de mi vida, donde surgieron esas capacidades que desconocía, donde están mis amigos muertos, que no los pude llorar en ese momento para ir con mi familia y que entiendan un poco más estando ahí lo que viví. Porque esa montaña me ha nutrido y me sigue nutriendo, esa naturaleza.
La chaqueta que resistió a la tragedia durante 36 años
El milagro de los Andes también tiene otras historias quizás menos conocidas, como la de la chaqueta que Eduardo Strauch recuperó 36 años después del siniestro, junto a su pasaporte y una cartera con 13 dólares y 1.000 pesos. Este superviviente de la tragedia de los Andes recuperó estos efectos personales gracias al mexicano Ricardo Peña, quien los halló en una de sus expediciones a Los Andes, en concreto, el 12 de febrero de 2005.
Tras subir al avión, Strauch colocó su chaqueta en uno de los estantes de la cabina y cuando se produjo el accidente, se perdió en la nieve de la montaña durante más de tres décadas. El mexicano recuperó en ese momento la cartera y el pasaporte, pero como Strauch le pidió también esa prenda de abrigo, el aventurero la recuperó en otra expedición, y el 10 de febrero de 2008 Strauch volvió a colocarse su chaqueta, llena de jirones, como muestra la imagen. La chaqueta se conserva en el Museo Andes 1972, en el barrio de Ciudad Vieja de Montevideo.
P.Ha dicho que los 14 supervivientes (dos han fallecido) se reúnen con frecuencia...
R.Sí, con bastante frecuencia, últimamente, sí. La relación es magnífica, hay algunos que tratan de buscar algún motivo para pelear y discutir un poco, pero seguimos siendo un gran equipo.
P.La montaña le quitó mucho, pero también se lo ha devuelto, en palabras suyas...
R.Así es. Me las ha devuelto, sobre todo, los amigos que me quitó y me los ha estado devolviendo con creces porque tengo montones de amigos que me he ido haciendo, verdaderos amigos en todas partes del mundo a raíz de estos viajes y de la historia.
P.Estuvo en España antes del accidente, en Granada y en Sevilla.
R.Exacto, tres años antes, estuve en el año 69, y sí tenía el recuerdo, por supuesto, de las partes antiguas de la ciudad y los cascos antiguos se mantienen igual. Y siempre tuve esa imagen fascinante de estas dos ciudades, pero me sorprendió lo que es el resto de la ciudad. Lo que han crecido, me había olvidado lo que eran estos magníficos parques de Sevilla y las avenidas arboladas y muchísimos más edificios, por supuesto. Pero lo esencial se sigue manteniendo tal cual en Granada y en Sevilla.
P.¿Qué es lo que más le ha gustado a usted de estas ciudades andaluzas?
R.Es difícil. Para empezar, la gente. Me encanta cómo son los andaluces. También el Real Alcázar y la Alhambra son algo maravilloso. Y aquí hay miles de cosas que me fascinan: caminar entre todos esos edificios, el barrio de Santa Cruz es un deleite continuo. Así que tengo que volver con más tiempo para seguir conociendo Sevilla.
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