Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
Hace casi ocho años las excavadoras derribaban una de las obras más emblemáticas de la Exposición Universal de 1992, el Palenque. La semana pasada comenzaron las obras de un proyecto (elegido entre once candidatos) que cuenta con una sola planta en superficie y otra bajo rasante para un aparcamiento con 60 plazas. Si todo marcha según lo previsto, la parcela del antiguo Palenque volverá a tener uso en 2017 con una obra del arquitecto Rafael Otero González. Era el único solar que quedaba disponible en la Isla de la Cartuja. Las primeras tareas que se vienen realizando en los terrenos del futuro edificio de oficinas consisten en el desbroce del terreno. El presupuesto es de 2 millones de euros y su superficie construida ha sido reducida drásticamente, se queda en los 2.100 metros cuadrados.
Entre la demolición y el comienzo de las obras, la crisis económica dejó en el camino uno de los proyectos estrella previsto en la Isla de la Cartuja: una obra del afamado Richard Rogers, que se une a la lista de arquitectos de fama mundial que sus proyectos en Sevilla se han quedado en eso, en proyecto. Aquella estructura obra de José Miguel de la Prada Poole que se construyó como escenario para actividades oficiales y plaza pública, estuvo utilizándose desde el final de la muestra universal hasta junio de 2007 para la celebración de conciertos, eventos culturales, discoteca en verano, y hasta escenario de programas de televisión.
Antes de que estallara la crisis económica, el boom inmobiliario coincidió en el tiempo con la falta de espacio que demandaba el parque tecnológico de la Cartuja. Agesa, la sociedad estatal de gestión de activos de la Expo 92, y el Ayuntamiento decidieron en 2006 que ese edificio debía desaparecer para construir un inmueble de oficinas singular. El gobierno municipal tripulado por Alfredo Sánchez Monteseirín se comprometió a cambiar el uso de la parcela de cultural a terciario, Agesa rescindió el contrato con la empresa que lo explotaba, TCM Audiovisual, y anunció el derribo del Palenque.
El proyecto generó críticas de varias entidades conservacionistas. Frente a esas voces, se sostuvo que mantener ese inmueble suponía cambiar por un coste inasumible una cubierta que estaba en muy mal estado, mientras que lo ideal sería derribarlo y construir en su lugar otro edificio emblemático de oficinas que iba a suponer una inversión en la Cartuja de 42 millones. Las máquinas entraron y se lo llevaron por delante. Dos años después, en octubre de 2009, Agesa adjudicó el futuro centro de negocios al proyecto presentado por el prestigioso arquitecto Richard Rogers, ganador del premio Pritzner en 2007 y, entre otras obras, responsable del Centro Nacional de Artes y Cultura George Pompidou en París. El proyecto suponía la construcción de un edificio de 44.000 metros cuadrados distribuidos en cinco plantas sobre rasante (cuatro para oficinas más otras para un auditorio y una zona comercial) y tres bajo rasante, con un aparcamiento con capacidad para 450 vehículos. Su coste se elevaba entonces hasta los 42 millones de euros.
Agesa pasó a manos de la Junta de Andalucía como parte del pago por la llamada deuda histórica, el Ayuntamiento redujo la edificabilidad del solar y la crisis económica había estallado. Todas esas circunstancias chocaron contra un proyecto estrella al que la concesión de la nueva licencia de obras enterró definitivamente.
El caso de Richard Rogers con el Palenque ha sido uno de los últimos, pero no el primero en el que proyectos de gran envergadura han acabado en el cajón municipal. Arquitectos como James Stirling, Ricardo Bofill, Zaha Hadid, Rafael Moneo, Arata Isuzaki, Jean Nouvel, Norman Foster o Guillermo Vázquez Consuegra han visto cómo sus diferentes obras proyectadas para distintos puntos de la ciudad han sido rechazadas por diferentes motivos por los gestores que han ido pasando por el Ayuntamiento.
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