Una economía enfocada a los servicios con la asignatura pendiente del paro
Sevilla ha doblado su PIB en estos 25 años y ha ganado convergencia, pero sigue con un paro muy alto y grandes bolsas de pobreza que suponen un lastre
En estos 25 años, la economía sevillana ha disfrutado y sufrido de los mismos avatares que el resto de España. Tras la resaca de la Expo 92 -que sumió a la provincia en una depresión- vino el 'boom' de la construcción y la expansión del crédito fácil, y después la crisis de 2008 al colapsar este sistema. A partir de 2014, y tras una recaída provocada por el problema de deuda pública que estuvo a punto de quebrar el país, se inició una lenta recuperación que fue abortada por la pandemia del coronavirus en 2020. Desde entonces, la economía crece con cierto vigor, ayudada por la fuerte inyección de fondos europeos y la digitalización.
Esta es la fotografía general macro. En la trastienda están los problemas para acceder a una vivienda, las dificultades de los jóvenes para encontrar un empleo estable y bien remunerado, el envejecimiento de la población y el problema de las pensiones, el 'boom' (desaforado) del turismo o la expansión espectacular de internet y toda una ventana económica asociada a este fenómeno.
A lo largo de este periodo Sevilla ha experimentado un fuerte crecimiento, pese a las crisis. En precios corrientes ha doblado su riqueza en términos de Producto Interior Bruto (PIB). La provincia pasa de 20.700 millones de PIB en 2000 a 40.700 en 2021, último dato disponible, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En términos relativos, es decir, en relación al conjunto de España, se gana terreno, pero poco. Sevilla de representar el 3,2% del PIB nacional al 3,3%. Y en PIB per cápita (medidor que sirve para saber si ha habido convergencia o no) el avance es superior al andaluz: del 75,6% del total nacional al 80,8%. En ello tiene no solo que ver el mayor avance del PIB sino también que la provincia pierde peso poblacional: del 4,2% al 4,1%.
Si atendemos a los sectores de actividad, observamos movimientos tectónicos que llevan a Sevilla a ser, cada vez más, una economía de servicios, con sectores como el industrial y construcción en retroceso en cuanto al peso en el PIB.
Así, en estos 25 años los servicios pasan de representar el 68,8% de todo el Valor Añadido Bruto (el PIB sin tener en cuenta los impuestos) a avanzar al 73,5% en 2021, aunque hay que tener en cuenta que este año aún es de pandemia por lo que, previsiblemente, en 2022 y 2023 (años para los que aún no hay datos) la proporción será aún mayor por la recuperación de comercio y hostelería. Llama la atención que el crecimiento de los servicios es en todas las ramas, sin excepción. Es decir, no solo hostelería y comercio ganan peso, sino también servicios a empresas, profesionales, científicos y técnicos, administración pública y todo lo que tiene que ver con la economía del cuidado: educación, sanidad y servicios sociales.
Por el contrario, la industria retrocede (del 17,7 al 15,1%) y también la construcción (del 9% al 5,6%), sector este último que vivió su particular época dorada entre 2000 y 2007 y que tras el 'crack' nunca se ha acercado ni de cerca al tamaño que alcanzó entonces. La agricultura, sin embargo, gana peso, del 4,5 al 5,6%, lo que da cuenta de que en este periodo se ha producido una modernización del sector primario en Sevilla que ha elevado la productividad, más allá de los problemas eternos del campo como la rentabilidad o el envejecimiento.
Esta composición tiene su reflejo en la ocupación. El mercado laboral se incrementa en 300.000 personas en este periodo, hasta rozar los 800.000 trabajadores. Curiosamente, la provincia suma el equivalente en empleo al avance de la población, que pasa de 1,6 a 1,9 millones en el periodo. Los servicios acaparan en 2023 el 80% del empleo, 13 puntos porcentuales más que en 1999. Industria y construcción retroceden de forma significativa en importancia y la agricultura hasta pierde 10.000 trabajadores, en buena parte por la tecnificación de la producción.
El paro sigue siendo un problema grande. Ahora, en un momento de crecimiento económico, la tasa sigue siendo del 16,7% (media de 2023) y el número total asciende a 159.455. La provincia, a pesar de mejorar en convergencia, no acaba de soltar este lastre. Cuatro de cada diez de estos desempleados, casi 70.000, lleva algo más de un año buscando empleo. Según los datos del IECA, el Instituto Estadístico Andaluz, en 2009 la tasa de paro entre los que tenían estudios primarios o inferiores estaba en el 32%. Hoy, 15 años después y con una economía mayor, es del 42%. Entre los que tienen más estudios, el paro baja significativamente y entre los universitarios se sitúa solo en el 8,9%.
Esta bolsa de personas en paro de larga duración y/o solo con estudios primarios son un problema para el crecimiento de la provincia y de la capacidad de absorberlas dependerá que el crecimiento sevillano sea diferencial, con avances significativos en convergencia. Seis barrios de Sevilla capital figuran entre los 12 más pobres de España. El que tiene menos renta, el Polígono Sur, apenas alcanza los 6.000 euros anuales por persona (dato de 2021), cuando el umbral de la pobreza en España se sitúa en 10.900 euros. La capital tenía una renta por persona en 2021 de 13.085 euros, con barrios como El Porvenir o La Buhaira que superan de largo los 20.000 euros anuales. Entre los pueblos de Sevilla, son algunos de los que rodean el área metropolitana los que alcanzan mayores ingresos, como Tomares (14.906 euros), Espartinas (13.749) o Mairena del Aljarafe (13.458). A medida que nos alejamos del primer círculo metropolitano la renta baja significativamente y se sitúa en el entorno de 9.000 o 10.000 euros de media.
Sevilla avanza, pues hacia una economía de servicios (que no solo es turismo) con una agricultura muy tecnificada y la industria como asignatura pendiente tras una etapa marcada por la deslocalización de empresas hacia países con mano de obra más barata. Hasta ahora, sin embargo, ese crecimiento ha traído una convergencia insuficiente y permanecen enquistadas grandes bolsas de pobreza que suponen un claro freno para la economía y el bienestar general.
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