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Dóricas, jónicas, corintias… y trianeras

Calle Rioja

Historia. Recién llegado de un viaje cultural a Grecia, Jesús Pozuelo, con el arquitecto Jaime Aguilar, dio una charla en la Casa de las Columnas de Triana sobre la iglesia de Santa Ana

Jesús Pozuelo, el martes junto a la estatua de Teseo en su ruta por Atenas. / M.G.

27 de julio 2024 - 05:59

Dóricas, jónicas, corintias… y trianeras. El martes por la mañana, Jesús Pozuelo (Sevilla, 1986), trianero de la calle Alfarería, cogía el Metro en la estación de Omonia, en Atenas, línea Pireo, y se bajaba en Teseo. Con él, una treintena de participantes en la ruta ‘Grecia: la cuna de Occidente’. Un repaso final que acababa junto a la Biblioteca Adriano y las iglesias ortodoxa y católica donde en mayo de 1962 se casaron Juan Carlos y Sofía. El miércoles por la tarde, acompañado por el arquitecto Jaime Aguilar (Sevilla, 1979), Pozuelo, fundador de Ispavilia, llenaba de público la Sala Pureza del Centro Cívico Las Columnas para impartir, en plena Velá, recién terminado el concurso de cucaña, una conferencia sobre la iglesia de Santa Ana, “catedral de Triana”.

El día de la charla era víspera de la festividad de Santiago Apóstol, patrón junto a Santa Ana de la fiesta más antigua de la ciudad, una Velá que nace en el siglo XIII, el de la construcción de la popularmente conocida como catedral de Triana. Santa Ana era la madre de la Virgen María. Ninguno de los cuatro evangelistas la menciona. Hay que irse a uno de los Evangelios Apócrifos, el Proto Evangelio de Santiago, para encontrar referencias a un personaje fundamental en la historia del cristianismo.

Santa Ana es una “iglesia-fortaleza”. “La cubierta es un patio de armas”, dice el arquitecto Jaime Aguilar, que dedicó su tesis doctoral a este templo. “Han pasado ocho siglos y todavía no sabemos si se hizo primero la trama urbana o la iglesia”. Pero su carácter de fortaleza está fuera de duda, “junto a la muralla almohade, el castillo de origen árabe y el puente de barcas”. Una iglesia para rezar y para defenderse. Poner la otra mejilla, pero dentro de un orden.

En este viaje trepidante desde los orígenes de la civilización hasta el alma de Triana, Pozuelo se remonta a una lápida milenaria relativa a la taifa de Sevilla, el Epitafio Fatà Safí; a poemas de Al Mutamid, el rey de Sevilla destronado por los almorávides; al tratado de Ibn Adún. Si hay un Pericles en esta historia, por hacer una analogía con el mundo helenístico, sería Alfonso X el Sabio. Este rey cumplía 27 años el 23 de noviembre de 1248, el día que su padre, Fernando III, recoge las llaves de Sevilla. “Todavía no sabemos por qué puerta entró, lo haría con su segunda esposa, Juana de Ponthieu, los restos de la primera, Beatriz de Suabia, están en la Capilla de la Virgen de los Reyes de la Catedral”.

Alfonso X es el gran artífice de esta iglesia. “Se encomendó a Santa Ana para que le curase un dolor de ojos cuando iba camino de Córdoba”. Rey que será el cronista de los hechos de su padre. Un monarca amante de la cetrería, del ajedrez, de las Cantigas, pero también guerrero, conquistador de Rota, Chipiona o Vejer, de Trebujena, Niebla y Jerez.

No es Santa Ana la iglesia más antigua de Triana. Es una de las sorpresas de esta charla al alimón entre el arquitecto y el licenciado en Humanidades por la Pablo de Olavide. “La más antigua es la ermita de san Jorge, cuyos restos todavía pueden verse en el interior del castillo”. Un santo que da nombre a la calle que une el Altozano con Castilla y al castillo que fue sede de la Inquisición y ahora acoge un centro de interpretación de esta trepidante historia.

No fue fácil el advenimiento de la Virgen María. “Primero se pensaba que era un niño”. El padre, san Joaquín, no las tuvo todas consigo. Fue expulsado del templo, pasó cuarenta días con sus noches en el desierto. La tarde se ha hecho noche, han terminado los acróbatas del barco y el pañuelo. A partir de imágenes de Triana del artista flamenco Anton van den Wingaerde desde Sevilla y desde el Aljarafe, Aguilar y Pozuelo proponen una cucaña de la historia. Una sorprendente alineación entre la iglesia de Santa Ana y el alminar de la Catedral rematado por la Giralda.

“Desde antes de la Reconquista estaba prohibido construir en primera línea de ribera”, dice Pozuelo. La iglesia de Santa Ana sería cabecera arquitectónica, pero se hizo la calle Betis, que es el real de la Velá de Triana. En 1629 se llegó a proyectar un puente de piedra sobre el Guadalquivir que nunca se llevó a cabo. Intermedio en el tiempo entre el puente de Barcas y el de Triana (o de Isabel II).

La Casa de las Columnas tiene entradas por Betis, la calle donde nace la madre de los Machado, Ana de nombre precisamente, y por Pureza, donde falleció el padre de los poetas, Demófilo. Ayer se cumplieron 149 años del nacimiento de Antonio Machado en el palacio de Dueñas.

El culto a Santa Ana es universal. Pozuelo señala referencias hasta en el Corán, donde se previene contra los estragos de “Satanás, el rechazado”. “En el mundo occidental este culto empezó en Triana”. La madre de la Virgen María, a la que algún pintor retrató con doce años en el templo, la edad con la que se perdió su hijo para asombro de los doctores. Hay una catedral de Santa Ana en Nueva York. La más curiosa es la de Las Palmas de Gran Canaria, junto al barrio de Triana. Archipiélago que dio un pregonero de la Semana Santa de Sevilla, el americanista e historiador de los corrales de vecinos Francisco Morales Padrón. Santa Ana da nombre a una iglesia de carmelitas calzadas en el barrio de san Lorenzo, que cuenta con un retablo de Martínez Montañés.

El patrimonio cultural de la iglesia de Santa Ana es impresionante. Jesús Pozuelo hizo un somero repaso. Empezando por el pintor al que tanto admiraba Murillo, Pedro de Campaña, autor del retablo. Tiene la representación más antigua de las santas Justa y Rufina. La Tumba del Negro, primera obra firmada por Niculoso Pisano; una Virgen de la Rosa de Alejo Fernández, autor de la Virgen de los Mareantes que está en el Alcázar; una Virgen de la Victoria bajo la que quiso que lo enterraran Magallanes y que fue la advocación que en forma de barco trajo a los supervivientes comandados por Elcano. Una piedad de una hermandad desaparecida (la Sexta Angustia) y una Inmaculada atribuida a la Roldana.

Arquitectónicamente, la iglesia de santa Ana es un compendio mestizo de los alarifes árabes y los maestros de obras de Burgos. En Santa Ana está el origen de la Esperanza de Triana, que en 1616, el año que muere Cervantes, se fundirá con las Tres Caídas. Pozuelo sazonó de imágenes su exposición, desde las Postrimerías de Fernando III pintadas por Virgilio Mattoni, con el obispo don Remondo en primer plano, escolta en la estatua ecuestre de Joaquín Bilbao, a una fotografía de Francisco Moreno, el mudo de Triana, un personaje y de leyenda.

Santa Ana se empezó a construir en el siglo XIII “y todavía no está terminada”. Es la iglesia donde inicialmente se iban a casar el torero Francisco Rivera Ordóñez con la única hija de los duques de Alba, que después eligieron la Catedral saltando la figura cucaña. Cuenta Chaves Nogales en su biografía de Belmonte el enfado del párroco de Santa Ana cuando sus incondicionales pretendían coger las andas de la Virgen para sacar a hombros al pasmo de Triana. “Si fuera a Joselito”, dice el biógrafo que protestaba el sacerdote.

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