La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
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La carrera política de Ricardo Gil-Toresano tiene ciertas similitudes con la de Juan Ignacio Zoido. Ambos fueron alcaldes de dos ciudades que nunca habían sido bastiones del PP y llevaron al partido de la gaviota a unos resultados históricos en las elecciones municipales de 2011. Zoido alcanzó la cima de veinte concejales en Sevilla y Gil-Toresano pasó de dos a nueve ediles en Écija, una ciudad que fue tradicionalmente un feudo andalucista hasta que el declive del PA dejó el terreno libre al PSOE. Ambos supieron aprovechar el desgaste que el segundo mandato de José Luis Rodríguez Zapatero provocó en los socialistas en toda España, que en Sevilla capital se focalizó aún más en la persona de Alfredo Sánchez Monteseirín y en Écija se vio agravado por las continuas riadas que sufrió la ciudad entre finales de 2010 y principios de 2011.
Tanto Zoido como Gil-Toresano llegaron a sus alcaldías en la más absoluta crisis económica, en tiempos de reposición cero, austeridad y mínimo gasto público. De haberse dado otra coyuntura económica, probablemente ambos seguirían sentados en unos sillones que tuvieron que abandonar de forma rápida, casi precipitada, cuatro años después. Así que aguantaron en la oposición un tiempo prudencial, quizás excesivo por el año en blanco que se tardó en formar gobierno en Madrid, y luego dieron el salto a otros destinos fuera. Zoido se fue al Ministerio y, en cuanto pudo, presionó para quitar a la subdelegada del Gobierno en Sevilla, Felisa Panadero, una secretaria judicial que había desempeñado el cargo durante los últimos cinco años, con bastante eficacia a juzgar por las estadísticas de criminalidad y por el éxito del dispositivo de seguridad de las fiestas mayores pese a que Sevilla se estaba quedando ya sin policías nacionales.
Igual daba. Zoido no perdonó a Panadero que se alineara con el sector crítico de su partido, y sus presiones surtieron efecto. La plaza que dejaba la subdelegada quedaba libre y el Gobierno apenas tardaría un par de días en anunciar su sustituto: Ricardo Gil-Toresano. El ex alcalde de Écija tiene muy buen cartel dentro del partido y su nombramiento contaba con el visto bueno del presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla. Gil-Toresano dejaba la Ciudad del Sol tras año y medio en la oposición en busca de un despacho en la Plaza de España. Para él Sevilla es como Madrid para Zoido. Ambos, por cierto, tienen ascendencia extremeña.
El paralelismo entre ambas carreras acaba aquí, que tampoco es que sean amigos íntimos ni que al nuevo subdelegado se le haya visto en la cubierta del Juan Sebastián Elcano en compañía del ministro. Ricargo Gil-Toresano nació en Arroyo de la Luz (Cáceres) en 1960. Es licenciado en Medicina por la Universidad de Sevilla y médico titular del Servicio Andaluz de Salud (SAS) por oposición. Ejerció en Pedrera, Osuna, Estepa y Écija. Con este currículum, bien podría haber protagonizado la versión española de Un doctor en la Campiña, una película francesa del año pasado en la que el protagonista, el actor François Cluzet, curaba, atendía y hacía compañía a los habitantes de la zona rural en la que estaba destinado.
Probablemente la última vez que ejerció como médico, al menos de forma pública, fue durante la inauguración de la comisaría de la Policía Nacional en Écija, en octubre de 2014, cuando todavía era alcalde. A los que organizaron aquel acto no se les ocurrió otra cosa que colocar a los invitados al sol durante casi una hora. Allí esperaron -al sol de Écija, que en octubre todavía pica fuerte- a que llegara el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, para que comenzara la ceremonia de inauguración del edificio. Como aquello se dilató, el sol empezó a castigar a los invitados y hubo un hombre mayor que comenzó a sentirse mal. Aguantó el tipo como pudo pero en mitad del acto ya se desplomó. Cayó redondo al suelo presa de una lipotimia. Al entonces alcalde aquello le cogió al lado. Gil-Toresano atendió al señor hasta que se recuperó y fue evacuado del lugar.
El nuevo subdelegado del Gobierno es el mayor de cuatro hermanos, tres varones y una mujer, está casado y tiene tres hijos. Pertenece a una familia de reconocido prestigio en Écija y su padre es un abogado muy conocido en la localidad, además de por su faceta profesional porque fue el hermano mayor de la cofradía de la Virgen del Valle. Es un enamorado de Cádiz, donde suele pasar las vacaciones, y también de la Sierra Norte de Sevilla, donde la familia tiene una casa que suele frecuentar algunos fines de semana.
De él dicen que le gusta hablar pero no es nada charlatán, que le gusta la música y que no tiene ningún complejo en marcarse un baile si la situación lo requiere. Ya es algo que comparte con su antecesora, que más de una vez terminó la recepción de Feria en la caseta de la Guardia Civil bailando por sevillanas. Incluso su jefe directo, el delegado del Gobierno, Antonio Sanz, se arrancó alguna vez. Aunque cuentan que al nuevo subdelegado le gusta más la bachata. Es también una persona deportista y suele salir a correr con cierta frecuencia.
En una entrevista destacaba a Jesucristo como figura histórica y la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial como hecho relevante. En esa misma entrevista confesaba que su rincón favorito de Écija era la vista de las torres de San Juan y San Gil desde el Mesón Gallego. Ahora tendrá otra vista privilegiada de otras torres, las de la Plaza de España.
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