Dichosa la rama...
Obituario
Muere el doctor Rafael Belmonte Jiménez

La cuenta del tiempo y su valor es aquello que hacemos con él. El tiempo del Dr. Rafael Belmonte Jiménez (Sevilla 1950/2025) fue un ejemplo de medida y de entrega. Hijo, hermano, padre, abuelo, medico… En todas esas facetas que le tocó vivir aplicó la misma receta: la entrega, la prudencia, el respeto, la bondad y la amistad. Entrega con sus pacientes/amigos (imposible muchas veces disociar ese término) prudencia en su conducta, respeto por todos, bondad como búsqueda de la felicidad y la amistad como criterio de vida.
Heredero moral de una estirpe humanista, aplicó esa herencia cultivándola en cada uno de sus territorios: La familia como base en la que ejerció el liderazgo del ejemplo, la profesión sin horas ni días (la conciliación es precisamente eso, la inclusión de la vocación en la vida diaria , que no la separación estanca de la actividad), La Hermandad como cultivo de la amistad y la fe en lo eterno, los toros como tradición y la filosofía de vida, la música como afición, la fotografía como habilidad para captar el momento, la representación profesional para defender el humanismo de una medicina, que corre el riesgo de caer en el cientifismo absoluto.
Jamás busco reconocimiento para él. Carecía de toda soberbia y el carácter lo dejaba en la defensa de la salud o para la búsqueda de soluciones a los problemas. Dejó pasar trenes de aspiraciones legítimas por la prioridad al cuidado de los suyos, o no empezar trayectorias en los que el conflicto podría quitarle una paz necesaria.
Su profesión, sus Hermandades, su afición a los toros, su familia a cada paso, con el pan en la mano siempre, y la alegría que nubló un poco el paso del tiempo, de este tiempo, que siempre nos trae desengaños en cada esquina.
Una vez pregunto a los médicos residentes a su cargo que qué veían en el frasco de muestra de sangre que les mostraba. Todas las respuestas técnicas fueron descartadas. Les afirmó sin miedo: “Lo que aquí veis es una persona que puede estar sufriendo y tenemos el deber de curarle, o si no aliviarle, o si no… consolarle”.
Amigo de la tertulia y de la vida, capaz de crear barcos a partir del papel que asombraban a sus nietos. Su ciudad como único destino. Ahora ya pertenece a la escolta eterna del Cachorro, sitio ganado día a día con el ejemplo que nos deja.
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