Las secuelas del Covid en el cerebro

Día Mundial del Cerebro

La falta del olfato y del gusto es la alteración más habitual, pero virus también puede causar pérdidas de memoria en incluso ictus

El doctor José Manuel García Moreno en su consulta en Sevilla.
El doctor José Manuel García Moreno en su consulta en Sevilla. / M. G.

Desde pérdida del olfato y del gusto hasta ictus. Las complicaciones neurológicas que provoca el Covid-19 son muy variadas y pueden llegar a afectar a entre un 30% y un 50% de los enfermos que se infectan con el virus. En el Día Mundial del Cerebro, el neurólogo y divulgador científico sevillano, José Manuel García Moreno, recuerda que se trata del órgano "más damnificado por la pandemia", ya que las formas por las que el mismo puede ser afectado son múltiples. "El cerebro, en efecto, es dañado tanto directamente por el mortífero virus como indirectamente por los sucesivos insultos emocionales que viene recibiendo desde que comenzó la pandemia", añade.

Según explica el experto en salud cerebral, aunque la diana principal del coronavirus letal es el aparato respiratorio, éste también puede invadir el sistema nervioso, lo que se conoce como neuro-covid. Hay tres mecanismos que podrían explicar estos daños. El primero está relacionado con la propia gravedad de la neumonía en la que puede desembocar la enfermedad. "Puede hacer que la persona entre en insuficiencia respiratoria (asfixia) y, con ello, al déficit de oxígeno en el cerebro (hipoxia) con las consecuentes lesiones neuronales por falta de oxígeno", explica. El segundo mecanismo se vincula a la respuesta inflamatoria del cuerpo para atacar al virus. "En el caso del Covid-19, la respuesta inflamatoria promovida por el sistema inmune es brutal, de modo que no puede ser contrarrestada por las citoquinas anti-inflamatorias. El resultado es que la inflamación es exagerada e induce un daño colateral a nuestro organismo, incluido el cerebro", detalla el especialista. Y, por último, podría deberse "a una invasión directa del virus sobre las neuronas a través de diferentes mecanismos relacionados con los receptores ACE-2".

Aunque la alteración neurológica más conocida del coronavirus es la pérdida del olfato y del gusto, también hay otras, como el dolor de cabeza, la desorientación, la agitación o la pérdida de memoria. Y en algunos pacientes también se han detectado problemas más graves, como ictus o síndromes menos frecuentes como el de Guillain-Barré, que se produce cuando el sistema inmunitario ataca parte del sistema nervioso periférico por error y desencadena una inflamación de los nervios. El doctor García Moreno hace referencia a los resultados de un estudio realizado por el Consorcio Global de Disfunción Neurológica en Covid-19 publicado en mayo de este año en la revista médica JAMA Netw Open según el cual el 82% de los pacientes hospitalizados con Covid tenían manifestaciones neurológicas, un 17% entraban en coma y el riesgo de mortalidad entre estos pacientes era hasta seis veces mayor que el de aquellos que no desarrollaban complicaciones neurológicas.

"Las complicaciones neurológicas descritas hasta la fecha son, en efecto, muy numerosas y no paran de crecer. Hoy, por hoy, todavía no tenemos certeza de si estas enfermedades son producidas directamente por el coronavirus, o lo son como consecuencia de la brutal reacción inmunitaria que el virus induce en el organismo ya mencionada. Algunos de los fármacos usados para combatir la infección también pueden dañar el sistema nervioso y dar lugar a polineuropatías o miopatías, a veces graves", añade.

Síntomas persistentes

Según ha podido comprobar el especialista en sus consultas, además de todo lo descrito, hay pacientes que desarrollan el llamado el síndrome post-Covid-19 o covid persistente. Un término que se utiliza para describir las complicaciones que se extienden más allá de la duración de la enfermedad inicial y después de la recuperación de la infección por el SARS-COV-2. "Un cuadro que puede ser invalidante y que consiste en cansancio, cefalea, mareos, problemas de concentración, pérdida de memoria, trastornos del sueño, tos o disnea persistente", concreta.

Los datos acumulados hasta la fecha sugieren que el síndrome post-Covid se ha descrito en pacientes con Covid-19 tanto leve como grave y con independencia de la gravedad de los síntomas en la fase aguda.

Se considera que al menos el 33% de los supervivientes que padecieron la enfermedad de forma leve o moderada presenta síntomas persistentes durante 3 ó 6 meses. Igualmente, está demostrado que son muchas las personas que se enteran de que han pasado la infección cuando desarrollan la sintomatología propia del síndrome post-Covid. "Aunque parece que el síndrome es más frecuente en aquellos que estuvieron ingresados en la UCI", apunta el neurólogo.

A este síndrome neurocognitivo se asocian con frecuencia otros muchos síntomas que afectan también a los sistemas cardiovascular, respiratorio, gastrointestinal, musculoesquelético, metabólico, renal, dermatológico, otorrinolaringológico y hematológico y son síntomas que pueden presentarse a menudo superpuestos, y fluctúan y cambian con el tiempo, a veces en forma de brotes. Según destaca el doctor García Moreno, "la edad mayor de 50 años, el sexo femenino, la obesidad o el sobrepeso, una enfermedad respiratoria previa y la gravedad de la infección (necesidad de ingreso hospitalario o en UCI) o necesidad de soporte ventilatorio en la fase aguda", se consideran factores de riesgo para desarrollar luego un síndrome de Covid-19 persistente.

Más allá de la molestias que generan estos síntomas persistentes, los pacientes que los padecen, con frecuencia, desarrollan ansiedad, depresión y cuadros de estrés post traumáticos. "También es frecuente que tengan problemas de sueño, como pesadillas o dificultades para dormirse", apunta.

Para aprender a cuidar de nuestra salud cerebral, el doctor García Moreno aprovecha el Día Mundial de este órgano para recordar que "basta con querer cuidarla". "Para prevenir los desastrosos efectos de nuestras malas costumbres sobre el cerebro, no necesitamos aparatos sofisticados ni artilugios complejos ni maquinitas milagrosas, ni cremas rejuvenecedoras, ni pastillas inteligentes, nada de eso. Sólo necesitamos la voluntad de querer hacerlo, de querer cambiar nuestro estilo de vida y abandonar ciertos hábitos perjudiciales que hasta ahora nos han acompañado. "Cambiar el rumbo de nuestro envejecimiento cerebral no es una cuestión baladí, porque significa al mismo tiempo cambiar el rumbo de la humanidad entera. Si hacemos retroceder a la enfermedad de Alzheimer, a la de Parkinson, a los ictus, estamos cambiando mucho más que nuestra propia salud, estamos cambiando el mundo entero", sostiene.

Para ello, algunos consejos son hacer ejercicio físico, la mejor manera, la más fácil y la más barata es, sencillamente, caminar, pasear; hacer ejercicio mental, no dejar nunca de aprender; hacer ejercicio social, como saber cultivar las amistades; alimentarte bien; no quitarle horas al sueño ya que el cerebro se limpia y sanea mientras dormimos; gestionar el estrés, es decir, saber decir hasta aquí he llegado; o cultivar la felicidad verdadera.

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