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Los desafíos médicos frente al párkinson

La Sociedad Española de Neurología recuerda que los pacientes tardan hasta cinco años en tener diagnóstico

Los desafíos médicos frente al párkinson
Noelia Márquez

11 de abril 2015 - 05:03

Los pacientes de párkinson tardan una media de entre uno y cinco años en lograr un diagnóstico debido, entre otras causas, a la inexistencia de herramientas clínicas como pueden ser biomarcadores o pruebas de imagen capaces de confirmar esta enfermedad neurodegenerativa. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año se diagnostican unos 10.000 casos en el ámbito estatal, una cifra que va en aumento vinculada al envejecimiento de la población. Con motivo del Día Mundial del Parkinson, que se celebra hoy 11 de abril, la sociedad científica incide además en que este problema no es exclusivo de personas de avanzada edad, ya que el 15% de los pacientes no supera los 45 años.

Conocer las causas de la muerte neuronal que caracteriza al párkinson así como hallar biomarcadores que constaten este proceso neurodegenerativo son dos de los principales desafíos de la comunidad científica. Estos retos son asumidos por el grupo de investigación que dirige el doctor Pablo Mir, en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBIS). Este grupo, que estudia los trastornos del movimiento, forma parte de un consorcio internacional en el que participan un total de diez equipos de investigación. Tras un concurso científico muy competitivo, la Comisión Europea ha concedido recientemente seis millones de euros a este consorcio internacional, que busca las causas del párkinson y el diseño de nuevos procedimientos para lograr una detección precoz de la enfermedad. El equipo del doctor Mir es el único español que participa en este proyecto, cuyos resultados se conocerán en cuatro años. "Investigamos qué causa la enfermedad para abrir la puerta a nuevas terapias", explica Mir. Aunque el factor genético está presente en la aparición del párkinson aún hoy se desconocen sus causas, si bien determinados estudios apuntan a factores ambientales y a determinados tóxicos.

"El problema para su diagnóstico precoz reside en que, en sus fases iniciales, los síntomas son muy inespefíficos", añade la doctora Concepción del Río, neuróloga en el Hospital Quirón Sagrado Corazón-Iensa. "El párkinson puede comenzar con síntomas motores o no, pero incluso antes de estos síntomas puede aparecer depresión y trastornos del sueño, entre otros problemas", añade la especialista. La mayoría de los pacientes acuden a la consulta cuando comienzan a padecer temblor o lentitud en el movimiento.

Aunque el párkinson no tiene cura, el mercado farmacéutico dispone de un amplio abanico de medicamentos que mejoran notablemente la calidad de vida de los enfermos. "En estos momentos, las líneas de investigación de los tratamientos están encaminadas a lograr neuroprotectores que logren frenar el curso de la enfermedad, pero de momento no se ha conseguido", añade Del Río. Para aquellos enfermos que no responden a los tratamientos farmacológicos, la neurocirugía ofrece una alternativa con resultados muy satisfactorios en casos seleccionaos.

El doctor José Manuel Montero Elena, neurocirujano en Quirón Sagrado Corazón-Iensa, explica que "la cirugía del párkinson comenzó a plantearse en los años 1950 y 1960 para enfermos que no respondían bien a los tratamientos. Esta enfermedad es muy incapacitante". La rigidez y la dificultad para iniciar movimientos, por ejemplo, para comenzar a caminar, son dos de los síntomas que más incapacitan a los afectados. "En los años 90 la cirugía se centraba en realizar lesiones con calor o frío, pero suponía muchos efectos secundarios, que eran irreversibles",añade el doctor Montero. Los enormes avances en este campo ha permitido reducir los riesgos de manera notable gracias, en gran medida, a técnicas de neuronavegación que permiten a los neurocirujanos intevenir con mayor seguridad y exactitud. "Desde la década de los años 90 esta cirugía consiste en la estimulación cerebral profunda", añade. La técnica se centra en colocar unos electrodos en la zona dañada que estimula el cerebro mediante impulsos eléctricos que corregen los problemas motores.

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