Una década de la primera tecnoincubadora de Andalucía
El centro Marie Curie favorece un circuito de emprendimiento en el parque que ayuda a consolidar en él a mucho talento sevillano
Cuando Luis Pérez llegó a Cartuja le sorprendió que no hubiera ninguna incubadora, pues habitualmente es el germen del que surgen las empresas que se asientan en un parque tecnológico. Al PCT que nació de las cenizas de la Expo le faltaba claramente un centro de emprendimiento así para ayudar a crecer y a consolidarse a las startups y pequeñas empresas a un recinto que dio sus primeros pasos con grandes empresas que se quedaron tras los fastos del 92: algunas se quedaron y otras se fueron.
La idea de crear la tecnoincubadora bautizada como Marie Curie surge en 2006. “Conseguimos una parcela, la del Pabellón de Dinamarca e hicimos un concurso para edificar y la primera constructora que quebró en España en esa crisis fue la que se había encargado de proyecto”, explica el director del parque, que pasó de ser promotor a constructor. Y en 2010 la tecnoincubadora abrió sus puertas finalmente con 40 módulos de 50 metros cuadrados ocupados y 25 empresas en espera.
Marie Curie fue la primera tecnoincubadora creada en Andalucía hace ahora diez años. El nombre no es el más adecuado, pues confunde el concepto ya que no se dirige a empresas en fase inicial o semilla, sino todo lo contrario, a las que vienen ya de una aceleradora. En pocos años Cartuja fue capaz de generar un circuito de emprendimiento: una aceleradora de la Junta de Andalucía con Telefónica (El Cubo), otra con Vodafone (Minerva). EOI inició un programa de emprendimiento en fase inicial, la CEA también puso en marcha un espacio para dar vida a empresas que empezaban... Activos que dieron forma a un circuito natural donde una idea empresarial, potente e innovadora, puede optar a una aceleradora donde sus emprendedores pueden pasar entre 9 meses y un año y medio en los que montan la empresa, crean equipo, desarrollan sus políticas de ventas y marketing y validan y testan su producto, capaz ya de generar caja.
Es entonces cuando están en condiciones de pasar a la tecnoincubadora, con un producto o servicio que factura. Ahí tienen la oportunidad de consolidarse en un plazo de 5 años pues en Marie Curie no sólo encuentran un espacio óptimo y con tarifas reducidas, sino todo un ecosistema que les facilita también mentorización y una guía para desarrollar políticas activas, iniciar una internacionalización y buscar financiación público y privada. Y cuando logran crecer dan el salto al parque, donde se les busca un espacio. “Se convierten en medianas empresas que recurren al talento local, grandes tractoras de empleo y fieles a la deslocalización, son las empresas de las que más nos gusta presumir en Cartuja”, comenta Pérez.
Un centenar de empresas han pasado ya por la tecnoincubadora, entre ellas es Novayre, adquirida hace un año por Appian, una multinacional del Nasdaq. Víctor Ayllón, uno de sus fundadores, explica que fueron los primeros inquilinos de la TMC. “Estábamos en un estadio inicial del negocio, con ideas claras hacia donde enfocar el proyecto aunque, al ser una empresa autofinanciada, no teníamos muchos recursos para inversiones, por lo que el alojarnos allí fue de gran ayuda. Teníamos claro que el PCT Cartuja y su ecosistema era nuestro entorno natural”.
Lo que iban a ser unos meses para arrancar la actividad, se convirtieron en muchos años. “En la TMC encontramos no sólo unas instalaciones adecuadas, sino una comunidad donde convivir con emprendedores y entidades de apoyo a la innovación, que han sido un estímulo constante para el crecimiento de la empresa”, asegura Ayllón, que no ha perdido sus vínculos con el equipo gestor.
El empresario tecnológico Héctor García, fundador de Geographica, empresa de éxito comprada ahora por Carto, empezó también en la tecnoincubadora de la Cartuja. "Llegamos siendo siete personas y salimos siendo 15", recuerda. Allí estuvieron un año y conocieron a otras empresas con problemas similares. Es una cosa de las que más valora tras su paso por este centro. "Me ayudó ver que había empresas que sabían mucho más que nosotros sobre financiación y las técnicos de Cartuja93 nos ayudaron mucho en comunicarnos con la Administración", comenta el que ahora invierte en fase seed de startups con la marca Habichuelas.
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