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"En el debate político español se toma a la gente por tonta"

Son y están

Filósofo e historiador de las ciencias, sus libros e investigaciones son editados por universidades como Oxford y Princeton y representa la excelencia que se abre paso por encima de las fronteras y barreras que caracterizan la endogamia de las cátedras andaluzas. Suya es también la lucidez para analizar desde Sevilla el mundo de hoy.

23 de enero 2011 - 05:03

ES catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Sevilla. Mañana, lunes, tomará parte en la Escuela Superior de Ingenieros en la presentación de un libro sobre ingeniería del catedrático Javier Aracil, que forma parte de su proyecto de investigación de excelencia, muy interdisciplinar pues incluso estudian temas de cosmología. Prepara en Sevilla un congreso sobre filosofía de la física y el papel de las matemáticas en las teorías físicas. Está en comisión de servicio en el Instituto de Filosofía del CSIC, con sede en Madrid, donde ganó el concurso para dicha plaza. Y es uno de los nueve fundadores y primer presidente de la Association for the Philosophy of Mathematical Practice, cuya primera convención tuvo lugar el pasado mes de diciembre en Bruselas. Tiene hasta la fecha 127 miembros, la mayoría de universidades norteamericanas (sólo hay otros dos españoles) y para ingresar no hay que pagar una cuota sino ser aceptado por la comunidad de investigadores gracias al mérito de sus ideas y propuestas.

José Ferreirós es conocido sobre todo en ese ámbito del conocimiento por el prestigio que ha alcanzado su libro El laberinto del pensamiento, que escribió en Sevilla en los años 1997-98 y lo publicó la editorial suiza Birkhäuser en 1999. Reinterpretó el origen de la teoría de conjuntos, cómo llegaron los matemáticos al concepto de conjunto y cuál es su importancia en la matemática moderna. En todo lo que aborda suele poner especial interés en analizar qué depara en el desarrollo histórico la actividad experimental y la introducción de hipótesis.

-Si en Sevilla existiera el Museo de la Ciencia y la Técnica que no se hizo tras la Expo, contarían con alguien tan transversal como usted.

-Conozco bien la frustrante historia de ese proyecto. Y a uno de los historiadores de la ciencia que más peleó por sacarlo adelante, Antonio Lafuente. Los dos tenemos en común nuestro paso por la universidad de Berkeley, a la que llegué gracias a una beca Fullbright.

-¿Cuál es su principal aportación al mundo universitario sevillano?

-Articular un equipo de investigación relevante, que ahora cuenta con proyectos nacionales.Y el de excelencia que financia la Junta, con especialistas de las universidades de Sevilla, Granada y París. También estoy satisfecho por desarrollar estudios de doctorado a buen nivel, uno de los talones de Aquiles de las universidades españolas. He tenido paciencia, porque al principio costaba mucho en Sevilla aplicar las experiencias interactivas que viví en California. Eran los mismos alumnos los que se resistían, por no estar acostumbrados. Igual que no fue fácil incorporar profesores extranjeros al departamento. Sigue siendo una excepción en Sevilla. Cuando eres un foráneo que ha ganado una plaza de profesor, como es mi caso, no te suelen recibir con los brazos abiertos. Entre quienes me apoyaron, destaco a Antonio J. Durán, profesor de la Facultad de Matemáticas, hemos hecho muchos seminarios conjuntos.

-¿Es fácil organizar proyectos de docencia sin fronteras?

-Ese es el espíritu del nuevo programa de doctorado interuniversitario que he propuesto para compartirlo entre Sevilla, Granada y Málaga, sobre temas de lógica, ciencia y conocimiento. En las tres universidades hay profesores buenos de diversas especialidades que nos podemos complementar para ofrecer algo de excelencia que compita a nivel internacional. En Granada, Juan José Acero o María José Frápoli. En Málaga, Pascual Martínez Freire y Antonio Diéguez. De esto ya venimos hablando hace años, antes del pacto Andalucía Tech entre Sevilla y Málaga.

-¿Sería doctorado a distancia?

-No, para formar a un investigador hay que estar juntos físicamente. Lo virtual está bien para otras cosas. Se trata de elegir muy bien a los alumnos y que nos moviéramos por las tres ciudades para cursos concretos. Lo contrario es competir entre las tres universidades y que las tres ofrezcan una oferta mala pugnando por los mismos alumnos. Hay que dejar de pensar: yo soy profesor en Sevilla y me limito a pensar en Sevilla. El mundo de la universidad no funciona así fuera. Y si está cambiando aquí es forzado por la influencia europea.

-¿Filosofar sobre las matemáticas es dudar sobre las certezas?

-Los fundamentos de las matemáticas no son tan seguros como se cree. Me gusta analizar cómo se forma el conocimiento matemático desde perspectivas nuevas y desde las experiencias humanas. No me interesa la filosofía convertida en torre de marfil. Lo ideal es que la Filosofía estuviera presente en todas las facultades para interconectar a todas las disciplinas. Descartes o Kant, además de filósofos eran matemáticos. En la Asociación, cuya idea nació en un congreso en Sevilla en 2003, fomentamos no ver las matemáticas como algo alejado de la realidad. Por ejemplo, entender qué aspectos del cerebro tienen que ver con el número, con el espacio.

-¿La vida marcada por los cambios tecnológicos y los mercados financieros carecerá de certezas?

-Está todo lleno de cajas negras. Vivimos en un mundo demasiado complicado, con muchas incertidumbres. A todos nos gustaría que fuera más fácil de entender. No hay más remedio que hacer un esfuerzo por comprender. Y quienes estamos en el mundo académico debemos contribuir a esa función social.

-El infinito ha sido el referente social en la mentalidad de que el dinero no se iba a acabar.

-Es verdad que en España la gente vivía como si el Estado fuera una cosa infinita. Que el Estado me lo resuelva todo... Me molesta mucho que los políticos hablen a la sociedad como si fuéramos tontos, y no somos tontos. En otros países europeos, gobernantes y políticos desarrollan razonamientos más elaborados y justifican de otro modo las decisiones. En Alemania, los políticos hablan continuamente de cómo ser más eficiente. En España, todo es prometer y prometer, colocar bien la frase en medio minuto de televisión. En todo esto me gustaría ver muchos cambios.

-¿Qué echa en falta?

-No se ha estimulado la cultura democrática. Ni hablar de una manera inteligente para motivar la discusión y el debate públicos. Hay mucho camino por andar todavía. El porcentaje de población con estudios no tiene nada que ver con el de hace treinta años. Sin embargo, no se ha desarrollado en paralelo al avance económico un nivel de debate público con suficiente profundidad. Manda la democracia mediatizada por la noticia de impacto.

-¿El ciudadano está dedicando más tiempo a pensar?

-Creo que sí. Las experiencias mandan, y como todos estamos pasando una experiencia impactante de cambios e incertidumbres, eso obliga a la gente a reflexionar. Si estuviéramos más atentos a los centros del pensamiento, no llegaríamos tarde. Por ejemplo: hace veinte años ya estaba claro lo que iba a ser China hoy en día. Pero somos perezosos mentalmente, y la reflexión llega tarde.

-¿Las ideas que sustentan los discursos políticos son impulsadas por filósofos en la sombra?

-Hay filósofos que participan en ese tipo de procesos de los think tank. Han sido muy hábiles en funcionar como un grupo informal y no dejar muchas trazas de su actividad relacionada con gente muy influyente y actuando a través de esas otras personas.

-¿Qué uso de la razón impera?

-La racionalidad instrumental. Cuanto más organizamos nuestra vida en función de lo económico, parece que sólo son importantes los plazos más cortos. Los que menos se lo permiten son los políticos, desgraciadamente, porque su obligación es hacer lo contrario, pero no piensan a largo plazo.

-¿La seguridad es el valor más tenido en cuenta?

-Se concibe de manera muy instrumental. Porque es una buena manera de promover la seguridad el facilitar un cierto nivel de bienestar y reducir las diferencias entre ricos y pobres. Pero hoy se tiende a pensar: Quiero seguridad, pues pongo un guardia de seguridad. Y se están dilapidando valores que costó mucho tiempo conseguir. Recomiendo para este tema la lectura del libro Todo va mal, de Tony Judt. El objetivo del Estado del Bienestar encajaba bien en una mentalidad a largo plazo, pero la globalización impone el corto plazo y fomenta la inestabilidad económica. A España ya ha llegado.

-¿Harán falta filósofos de guardia?

-Lo que hace falta es no vivir de espaldas a la ciencia y al pensamiento. Cada vez soy más defensor de las Humanidades, están muy marginadas en la mente de la población y no somos conscientes de lo que aportan e influyen a quienes explican su manera de entender la sociedad, la cultura, la historia. Ya no vemos de dónde salen esas bases. La carencia de valores humanísticos influya en la pérdida del sentido de lo que es justo o no lo es. Es un error pensar que todo lo tiene que resolver la tecnología.

-¿Quién entiende sus libros?

-Los matemáticos dicen que El laberinto del pensamiento es tan ameno que se lee como la novela. Para el resto, es muy complicado. Los contenidos de las ciencias hace 300 años eran relativamente fáciles de comprender para los estudiosos de aquella época. Los de hoy en día son tan especializados que exigen mucho esfuerzo y tiempo. Es un círculo vicioso que dificulta el progreso del conocimiento científico.

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