¿Quién tiene la culpa del actual colapso de los centros de salud?
Sanidad
La vocal de Atención Primaria del Colegio de Médicos de Sevilla, Ana Gómez, pide a la Administración que se informe a los trabajadores de la sanidad y a los pacientes sobre un cambio de modelo que están asumiendo brusamente y sin medios y que desborda el sistema
Trabajan contra viento y marea. Ana Gómez, médico de familia y vocal de Atención Primaria del Colegio de Médicos de Sevilla, da fe de ello y quiere responder a los comentarios, a veces despiadados, que llegan a los centros de salud desde los hospitales, quejosos de recibir en las urgencias pacientes sin valorar. “No es por dejadez ni mucho menos, a pesar de que se trabaja a destajo, la atención primaria está desbordada y lo triste es que la percepción de muchos pacientes es que se sienten desatendidos”.
La doctora aclara que no es culpa del médico, ni del enfermero ni del administrativo que hacen su trabajo como pueden, ni tampoco del paciente. “Algo se está haciendo mal”, explica en defensa de profesionales “que dan la cara exponiéndose a que se la partan a ellos”.
La situación de saturación no es nueva, pero sí se está agravando con la pandemia y urge analizar y replantar una situación que, si no mejora, acabará hundiendo el barco de la atención primaria. “Y si se hunde, la sanidad se va a pique”, comenta la vocal del Colegio de Médicos. El centro de su reflexión está en los cambios en el modelo de asistencia que ha impuesto la Covid-19. La telemedicina era algo previsto, pero su implantación se ha acelerado necesariamente y esa brusquedad, en un momento crítico, exige un esfuerzo extra para todos los trabajadores de la sanidad los y pacientes que no se está acompañado de los recursos suficientes.
“Los centros de salud no están cerrados, como algunos piensan, aunque sí se ven más vacíos de lo que venía siendo habitual porque se está haciendo el trabajo de otra forma, mediante consultas telefónicas en su gran parte ”, comenta la doctora apuntando un dato: algunos consultorios de pueblo hay médicos que ven al día hasta 100 pacientes y la media suele rondar los 60 casos diarios en muchos casos.
Hoy no se pueden permitir de nuevo salas de espera atestadas de personas, muchas de ellas especialmente vulnerables. “La mayoría de médicos fallecidos por la Covid son del ámbito de la atención primaria, el coronavirus ha deambulado a sus anchas en los centros de salud y no se debe seguir consintiendo”, recuerda.
Las consultas telefónicas son actos médicos que requieren de una especial destreza y que han de registrar posteriormente por escrito, lo que da lugar a una sobrecarga de trabajo para los médicos. Ana Gómez insiste en la necesidad de que el paciente conozca esta nueva forma de trabajo en la atención médica y colabore en lo posible. A veces cuando el usuario consigue pedir cita, después de varios intentos telefónicos que desesperan, su médico tiene dificultades para contactar con él porque el número no es el correcto o no hay respuesta. Y esto genera una pérdida de tiempo que no sobra precisamente y que a veces se alarga cuando el paciente, una vez que ha logrado que el médico lo atienda, aprovecha para preguntar por otras patologías que no eran el motivo de su consulta inicial.
Muchos médicos desearían volver al bullicio del centro y al “que pase el siguiente” pero las directrices son otras. “Y hay que acatarlas”. Además de la telemedicina, el médico atiende presencialmente al paciente que lo precisa, tanto para la patología aguda como crónica, hace avisos a domicilio y a ello se le une ahora la labor de rastreo de contactos en casos de Covid, que se acompañan de una burocracia que recae también en el médico o en el enfermero que, por otro lado, continúa con su labor habitual y sus avisos domiciliarios.
Esta nueva forma de trabajar se topa, además, con un problema crónico: una plantilla insuficiente. Y se produce en un momento en el que las agendas comienzan a llenarse de nuevo. Durante el confinamiento el paciente fue muy colaborador, la patología estuvo encerrada en su casa, ya fuera banal o no, y ahora ha salido a la calle y se han vuelto a llenar los centros sanitarios que durante la pandemia se fotografiaban completamente vacíos. Ya toda consulta vuelve a requerir una solución, y cuanto antes: “Es un monstruo gigante que se autoalimenta y crece sin parar”.
La doctora explica que las plantillas y los cupos de los centros de salud no están bien dimensionados ni las sustituciones son inmediatas. A veces no son bajas, simplemente permisos, reducciones de jornada o vacaciones, y se va parcheando repartiendo el cupo de pacientes entre los médicos que ya están sobrecargados, no siempre se suple con sustituciones”, apunta Gómez que, en justicia, asegura que este verano el porcentaje cubierto ha sido mayor, aunque insuficiente.
El déficit de médicos de atención primaria se arrastra desde hace décadas y la medicina de familia no es una excepción. Según la doctora se contrata temporalmente a otros médicos que, en cuanto pueden, se marchan para trabajar en su campo, como ocurre en el caso de los MIR. “Hay profesionales magníficos, pero desbordados”, insiste la vocal que cree que, aunque tarde, éste puede ser un buen momento para informar a la población del cambio en el sistema de trabajo, también a los propios trabajadores de la sanidad: “Se ha abusado mucho del donde comen dos, comen tres, pero es que donde comen dos, no comen cien”. La labor de rastreo de contactos en la pandemia también está siendo desarrollada en su inmensa mayoría por los médicos de familia de los centros de salud. A pesar de los números que se recomiendan de rastreadores, lamenta que sólo haya habido refuerzos puntuales con enfermeros.
Las agendas médicas se han vuelto a llenar y se aproxima una avalancha de patología respiratoria del invierno y patología Covid. “Hay que estar preparados y fuertes, porque ya sabiendo lo que hay, no nos podemos permitir un colapso porque no nos pilla desprevenidos”, advierte esta médico.
Su intención es dar conocer la labor admirable y silenciosa que realizan los médicos de familia en esta situación. También concienciar al paciente y solicitar la colaboración y el compromiso de la Administración, exigiendo una apuesta firme por atención primaria para que, aunque se siga trabajando a destajo, contra viento y marea, luzca.
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