El cuarto rey de la Epifanía
El Rey de los Caramelos atendía en su fábrica del corral de Esquivel los pedidos del Ateneo.
ESTOS niños de la República fueron reyes de la Alameda. Como centauros del desierto, Pepe Malaver (Ceuta, 25 de mayo de 1931) y Rafael Osuna (calle Viriato, Sevilla, 15 de julio de 1931) se fundían ayer en un cálido abrazo. Los dos abrieron sus negocios en los años 60, Osuna con los caramelos en los inicios de la década, Malaver con los coches en los últimos confines del periodo.
El Rey de los Caramelos. Así rezaba el negocio que abrió en la Alameda esquina con Juan de Oviedo. Antes de ser rey, Rafael Osuna fue príncipe. "Mi padre, Juan Osuna, era de Málaga, y allí había trabajado en una fábrica de caramelos. Un día me dijo que me iba a enseñar algo para que no tuviera que trabajar para nadie. Y me enseñó a hacer caramelos".
En la fotografía inferior, se ve a la izquierda a un rey mago inspirado en el cartel de Lawrence de Arabia centrado en el personaje que encarnaba Peter O'Toole. La fábrica de los caramelos estaba en lo que hoy es bar Corral de Esquivel, el mismo nombre del corral de vecinos a cuyo patio metían en carretillas los sacos de azúcar que eran la materia prima de este diamante en bruto de paladares infantiles y adultos. El patio donde se numeraban las bolsas de cinco kilos solicitadas por el Ateneo para la Cabalgata. La mercancía se despachaba en lo que hoy es Obrador Osuna.
"En Sevilla había siete fábricas de caramelos. Yo era el más joven de los siete", cuenta Rafael Osuna, que aquí conoció a Caracol, Pepe Pinto y Marchena. "Uno de los fabricantes era un alemán que tenía su negocio en la calle Zaragoza y cuando se jubiló le compré una maquinita de manubrio para hacer los gajos de ácido de naranja y limón". Llegaron las multinacionales "y acabaron con los pequeños". El precoz fabricante aprendió a hacer bombones y cuando la competencia foránea apretó se pasó a la pastelería. "Llegué a ser presidente del gremio, organicé una exposición universal de pastelería y tuvimos una escuela de confitería en la calle Pureza, en Barquitos Loly, de la que salieron dos promociones de confiteros".
Conoció precedentes de la crisis. "Abrimos un año antes de la riada. Para nosotros fue un palo mortal. Teníamos muchos pedidos de Reyes y cuando vinieron los peritos del seguro de Barcelona, no nos reconocieron las pérdidas y nos dieron 900 pesetas".
Los camareros del bar no dan crédito a que en ese mismo espacio hubiera dos máquinas de envolver caramelos con las que trabajaban nueve operarias, que allí se instalaran una calibradora, una rodadora y una moldeadora. Recuerda al ex presidente del Ateneo Antonio Hermosilla calculando el número de caramelos que podría lanzar cuando fue designado rey mago. "Se llevó tres mil kilos de caramelos".
No sólo en Reyes. "En Semana Santa, cada nazareno de la Macarena se llevaba tres kilos de caramelos rellenos. Muchas casetas hacían pedidos en la Feria, se puso de moda colgar bastones de plástico llenos de caramelos".
Ninguno de sus tres hijos cogió el testigo. "Era muy sacrificado". Este aficionado al ajedrez, hermano de Montesión, tiene recuerdos muy dulces de la Alameda, de la academia de Adelita Domingo en la que aprendió a bailar sevillanas. Saluda a Enrique del Río, que fue su maestro confitero y ahora regenta el obrador Osuna. Aprovecha para encargar un roscón de Reyes en lo que fue despacho de caramelos. La joya de la corona.
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