De la Cruz Verde al Silencio Blanco

Calle Rioja

Tradición. La hora del Angelus marca un doble milagro en el mercadillo del Jueves: abierta San Juan de la Palma, abre sus puertas Vizcaíno; y el sol del color de la cerveza se adueña de los puestos

Mercadillo de El Jueves
Mercadillo de El Jueves / Juan Carlos Vázquez

Era el Metro de Nueva York en hora punta (cualquier día, claro, que no fuera un 12 de septiembre de 2001). Era el comentario más socorrido: nunca se ha visto tanta gente en el Jueves. El vaivén de personas era una procesión a cámara lenta. Todos querían ser Jueves, como el detective de Scotland Yard Gabriel Syme que en la novela de Chesterton desbarata los planes de Domingo, el líder del Grupo Anarquista que perseguía la abolición de Dios.

Doce de la mañana. A la hora del Angelus se produce un doble milagro en este mercadillo de la calle Feria. Suenan las campanas de San Juan de la Palma, hay pocos feligreses en el interior del templo, pero a esa hora, el mediodía, es cuando abren las puertas de Casa Vizcaíno, junto a la capilla de Monte-Sión. El jueves es la mediana de la semana, puente entre domingos, es como el Mediodía de la semana.

En la calle Feria es una palabra-fetiche. Los Jueves, autoservicio, se lee en una pizarra del bar El Ambigú. Jueves, Sevilla Vintage, reza una de las tiendas en el corazón del mercadillo. En el tramo de la calle por el que ya circulan los autobuses hay un BricoJueves, tienda multiusos de ferretería, fontanería y albañilería que se inauguró el 8 del 8 de 1988. El número que tanto le gustaba a Cortázar. “¿Tiene Rayuela?”, pregunta un joven en el puesto del librero Rodrigo. Lo buscará para otro jueves. El BricoJueves abrió sus puertas el día que el rockero Silvio cumplía 43 años. En 1988 era una de las estrellas de Cita en Sevilla. Una fecha que remite a lo que ocurrió justo veinte años más tarde: 8 del 8 del año 2008, inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Mucha gente ha vuelto de las vacaciones. También algunos de los que ofrecen su mercancía en el Jueves. Como Manuel Galindo, que ha disfrutado de unos días de asueto y desconexión en el camping de la aldea de El Rocío. Es el primer Jueves con la Bienal ya funcionando. Una japonesa lleva un vinilo de ‘Nuevos Fandangos’. En un puesto se ve un cartel de ‘Los Tarantos’, con Carmen Amaya, Antonio Gades y Sara Lezana. Una película de 1963 dirigida por Rovira Veleta. Gades tenía 26 años y Carmen Amaya moriría el año del estreno con 50. En otro puesto un joven Carlos Cano con el disco ‘Quédate con la copla’.

El segundo milagro de la hora del Angelus, recordatorio de la Anunciación, es la luz del Jueves. Justo a esa hora, cuando suenan las campanas de la iglesia y abre sus puertas Vizcaíno, la sombra se esconde y el sol empieza a adueñarse de los puestos del mercadillo. Sombra declinante y sol emergente, como Carmen Amaya y Antonio Gades. Los toldos de los puestos se convierten en sombrillas. Los carteles taurinos, que son del agrado de los turistas, ya están todos en Tendido Sol. El color de la rubia cerveza que empieza a deleitar los paladares.

Hay una extensión de puestos en Conde de Torrejón. En uno de antigüedades, dos anticuarios están sentados como marqueses. Usos de otra época, como los productos que se ven en el expositor. Eso es el Jueves. La remembranza de un mundo que se va sin acabar de irse. Un sucedáneo del infinito, que es un ocho volcado, tumbado a la bartola. Se ven grupos de estudiantes, autóctonos y extranjeros, y abundan las cámaras de fotos. El Jueves es la última reliquia de los antropólogos urbanos. Aparece en la portada de un libro con una fotografía de Paco Aranda, peluquero y fotógrafo. Es el universo que mejor conoce Paco Macías, testigo gráfico de Cita en Sevilla, parroquiano de Casa Vizcaíno en ese tránsito de la sombra al sol, de la morena a la rubia, de los Montoyas a los Tarantos.

El Jueves es un espacio protegido de especies en vías de extinción, un Doñana de cachivaches y antiguallas. El curioso, el coleccionista, el fetichista, el ‘voyeur’, el paseante. Por donde Regina le cede el testigo a Feria aparece Manuel Moreno Alonso. Este historiador es un asiduo de estas primicias seculares. Muy cerca tiene “un depósito de cadáveres bibliográficos”. Biógrafo de Blanco White, tanto el sevillano como el inglés, y también de su maestro Antonio Domínguez Ortiz; está a punto de terminar una biografía del que considera “el político sevillano más importante y el menos conocido, no tiene ni una calle en Sevilla”.

Se trata de Francisco Saavedra, nacido el mismo año que Goya, que lo retrata en 1798. Fue ministro de Hacienda, dos veces primer ministro y hasta regente. “Es el gran artífice del triunfo español en la batalla de Bailén, porque Castaños fue importante, pero llegó un día más tarde”.

También intervino en la guerra de Estados Unidos y está enterrado en la iglesia de la Magdalena. Un personaje que ha fascinado a Pérez-Reverte. Moreno Alonso se lo toma con filosofía: tendrá que sortear muchos viandantes, algunos con perro, otros con bici, hasta llegar al puesto de libros de Rodrigo. Hay libros sueltos que te llevan a recuerdos puntuales: ‘La hoguera de las vanidades’, de Tom Wolfe, que terminaste en un barco que atravesaba el océano Atlántico; ‘La catedral del mar’, de Ildefonso Falcones, best-seller de las playas hace una década, autor al que entrevistaste en el hotel Colón; ‘Sevilla en tiempos del Tamarguillo’, de Nicolás Salas. El año de la Expo, Fernando Sánchez Dragó ganó el Planeta con ‘La prueba del laberinto’.

Benito Castellanos sale del Jueves con las manos vacías. Buscaba películas de super-ocho para recuperar una vieja y hermosa costumbre. Hace casi cuatro décadas, cuando este pionero del periodismo deportivo fue uno de los primeros habitantes de Isla Antilla, creó un club de cine con un proyector en el que ponía películas de Marisol, Joselito, Pili y Mili. Lo espectadores eran los niños del incipiente veraneo. Niños que uno ahora es cardiólogo, otro radiólogo o, como el hijo de Benito, ingeniero de aviones. Niños que hicieron abuelos a sus padres y quieren recuperar ese ritual para el próximo verano. Este primo de los Lumière, hijo de La Algaba y cronista del Algabeño, se pasó a primera hora por Don Cecilio de Triana, en la calle Castilla, y consiguió algunas películas de Rodríguez de la Fuente y de King-Kong.

Vizcaíno empieza a animarse. Del Angelus a Gambrinus. La gente ha vuelto con ganas al Jueves después de las vacaciones. Por la Cruz Verde giran los autobuses de las líneas 13 y 14; algunas unidades son las del Aeropuerto, como si Pino Montano, rótulo que aparece en la cabecera del vehículo, fuera una terminal aérea. Con que pronto sea una estación de Metro estarán más que satisfechos. Desde el autobús los viajeros verán los trabajos de restauración de la iglesia de Ómnium Sanctórum. Los andamios llegan al rosetón, encima de la puerta ojival de esta iglesia mudéjar. Al cielo nunca se subió en ascensor.

Aunque perro no come carne de perro (la de gato está en los telediarios después del debate Kamala Harris-Donald Trump), hay que mencionar a los periodistas que siempre se dan una vuelta por el Jueves: Alfredo Valenzuela y Manolo Pedraz. Uno de Lopera (Jaén), biógrafo del Silvio que cumplió 43 años el día que abrió BricoJueves; el otro de Villa del Río (Córdoba), la cuna de Matías Prats padre, el locutor del gol de Zarra en Maracaná. Un viaje desde la Cruz Verde al Silencio Blanco, primitivo nombre de la Amargura, en cuya iglesia yacen los restos del cirujano sevillano Hidalgo de Agüero, que tiene una calle muy cerca. Un afluente del Jueves.

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