La crisis del Covid se lleva por delante el Bar Manolo, con 85 años en la Alfalfa de Sevilla

Hostelería

La pérdida de ingresos y las restricciones horarias llevan a este establecimiento a echar el cierre el próximo domingo

Imagen de archivo del Bar Manolo, en la céntrica Plaza de la Alfalfa.
Imagen de archivo del Bar Manolo, en la céntrica Plaza de la Alfalfa. / José Ángel García

La historia de la pandemia del Covid en Sevilla también se contará por el largo listado de negocios hosteleros que han cerrado a raíz de la crisis sanitaria y económica. A partir del próximo lunes a este amplio grupo se sumará uno más, el Bar Manolo, situado en la céntrica Plaza de la Alfalfa de Sevilla y que cuenta con 85 años de historia.

"En 1935 ya había en este establecimiento un negocio de venta de bebidas", refiere Félix Jiménez, el único miembro en activo de la sociedad que se hizo con la propiedad del establecimiento a mediados de los 80. Este negocio perteneció en su origen a la familia Blanco Cerrillo, hasta que en 1940 lo adquirió Manuel Gómez. En 1963 el bar pasó a manos de su hijo, Manuel Gómez Gil, quien en 1987 lo traspasó a los empleados más antiguos, que se constituyeron en sociedad. Entre ellos se encontraba Félix Jiménez, quien comenzó a trabajar allí en 1979.

Durante estos 41 años han sido muchas las experiencias que este hostelero ha vivido (buenas, malas y regulares), pero "ninguna" como la que lleva soportando desde que en marzo se desatara la pandemia. "Nunca he sufrido un periodo tan malo al frente de un bar", advierte Jiménez, quien califica de "insostenible" la situación que ha de afrontar este sector, uno de los más perjudicados por la crisis del coronavirus.

Sin síntomas de mejoría

"No hay síntomas de que esto vaya a mejorar y menos aún con las restricciones de aforo y horarios establecidos en la última orden. Un negocio, en tales condiciones, no se puede mantener", afirma el máximo responsable del Bar Manolo, que recuerda que gran parte de la clientela del céntrico establecimiento la conformaban los turistas, que "ahora no vienen a Sevilla". "La población autóctona del centro se ha reducido al mínimo y no es suficiente para generar unos ingresos con los que un bar de estas características pueda salir adelante", abunda.

Una realidad que se palpa estos días en las calles del casco antiguo, que comienzan a quedarse desiertas en cuanto anochece, mucho antes del toque de queda, por lo que las cenas se dan por perdidas por completo. "Es una franja horaria muy importante para nosotros y para la que ahora no hay apenas clientes", asevera Jiménez, quien atenderá por última vez al público en este bar el próximo domingo, 8 de noviembre.

Desde el lunes se quedará vacío el local, de 80 metros cuadrados, en pleno centro de Sevilla y en una de las plazas de mayor tránsito, donde la nueva hostelería se ha ido haciendo hueco los últimos años. De hecho, el Bar Manolo es uno de los pocos establecimientos tradicionales -de los considerados "de toda la vida"- que quedan en este enclave.

Un enclave con nueva hostelería

Famosa ha sido siempre su carta de tapas, una de las más amplias de la hostelería sevillana y de la que forman parte más de 30 especialidades, entre las que caben destacar las pavías de bacalao y merluza, la caldereta de venado, la sangre encebollada, el solomillo al whisky y el adobo. Una comida tradicional que hasta este domingo se puede disfrutar en el interior del bar o en los veladores de una plaza que sufrió una gran transformación (no sin polémica) la pasada década para ser peatonalizada. La primera firma sevillana que desapareció de allí fue la del emblemático horno de San Buenaventura.

Un cierre más en un momento en el que la hostelería del centro se enfrenta a uno de los periodos más críticos, debido a la pérdida de turistas y a las restricciones, de ahí que los empresarios del sector pidieran a la Junta que el cierre de estos negocios se retrasara a las 23:00, una petición que fue respondida a medias, pues la actividad debe parar a las 22:30, media hora antes del actual toque de queda. Félix Jiménez vaticina que tras su decisión vendrán las de otros muchos compañeros que piensan igual que él: "Antes de meterme en el lodo, me retiro a tiempo".

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