El Covid en Écija: un confinamiento 'light' en la segunda ola
La evolución de la pandemia
La capital de la campiña estrena medidas restrictivas por el alto número de contagios
La hostelería es la actividad que más se resiente en una ciudad con calles bastante vacías
Glorieta de acceso a Écija desde la A-4. 16:20 del primer día de confinamiento decretado para esta ciudad de la campiña sevillana. En la entrada principal al municipio no hay ningún control de acceso. Se puede llegar sin impedimento hasta la misma Plaza del Salón, centro neurálgico de la localidad. Las calles están semidesiertas, pese a que la temperatura invita a salir. El termómetro de una farmacia marca 24 grados. La soledad es la principal sensación que transmite en estos momentos dicho enclave. Del medio centenar de veladores que poseen los cinco establecimentos de este enclave monumental, sólo hay cinco ocupados por clientes.
En uno de ellos está sentado Antonio, dueño del Center Zook, una cafetería que ocupa los bajos del mirador de Benamejí, un edificio del siglo XVIII y de gran valor patrimonial. Se toma un café con hielo. “En condiciones normales y con esta temperatura, el Salón sería ahora un hervidero de familias con niños. La gente le ha cogido miedo a salir”, asevera este hostelero que probó suerte con el negocio a finales de febrero. “Sólo lo mantuve abierto dos semanas. Después tuve que cerrarlo por el estado de alarma. Quería hacer reformas tras la Semana Santa, una época en la que por aquí pasan todas las cofradías de Écija. Al final, todos los planes se me han desbaratado”, refiere el empresario.
La hostelería es el sector que más se resiente del confinamiento que se ha decretado para los próximos 10 días. Tanto en exterior como en interior el aforo de los negocios debe reducirse a la mitad. También aquí, como en otras capitales europeas, hay “toque de queda”. A las diez deben cerrarse. Adiós al ocio nocturno por un tiempo. Tal medida tiene sus consecuencias. Noelia, que toma café en uno de los veladores de la plaza, es una de las perjudicadas:“Estoy en ERTE mientras dure el confinamiento. Trabajo en un pub y nos lo han aplicado estos diez días”.
No muy lejos de allí, en el bar de la Peña Sevillista, en la recoleta Plaza de la Virgen del Valle, María pasa las horas esperando que alguien entre a consumir. Normalmente, a la hora del almuerzo, tiene todas las mesas ocupadas. Hoy sólo lo ha hecho un comensal. Mientras que habla con los periodistas se presentan dos policías locales. Le hacen saber que la peña debe permanecer cerrada durante el confinamiento. Está prohibido este tipo de reuniones. María les contesta que la planta superior, donde se encuentran las dependencias de la peña, lleva semanas cerradas y que el bar es independiente.
Los agentes aseguran –ante la incredulidad de los periodistas– que sí hay controles vigilando la entrada y salida de los vehículos. “La Guardia Civil va rotando en los accesos. Es algo que se improvisa sobre la marcha, para no dar pistas”, afirma uno de ellos.
El coche policial sigue patrullando las calles ecijanas. En una de ellas, la de San Francisco, varios grupos de adolescentes esperan a entrar en una academia de inglés. “Nos dan hidrogel y ocupamos el mismo pupitre siempre”, señala una de las menores, mientras que otra añade que “no nos dejan llevarnos el material a casa. Hay que dejarlo aquí”.
Por la Calzada, una de las vías principales del casco histórico de Écija, vienen María del Carmen y Victoria. Apenas han notado el cambio con el confinamiento. “No somos de salir mucho”, admite María del Carmen, que agrega que “desde que se decretó el estado de alarma sólo lo hacemos para ir por los ‘mandaos’”. “Aquí a la gente le gusta demasiado una fiesta”, apostilla Victoria.
La tranquilidad es la nota común a esta hora en la ciudad astigitana. Hay poca gente en las calles. La mayoría son padres y madres que salen a pasear con sus hijos. O quienes acaban de trabajar y regresan a su domicilio. Es el caso de Charo, una ecijana que se desprende durante varios minutos de su auriculares para explicarle a la prensa su experiencia con el Covid. “Yo vivo en mi grupo burbuja, con mi hija y cuatro familiares más. Somos siete y se contagiaron cuatro por culpa de un pintor que, habiendo dado positivo, vino a trabajar a casa sin avisarnos de nada. Hemos estado a punto de denunciarlo”, relata esta joven.
Para ella, el motivo de que los contagios se hayan disparado tanto en la ciudad obedece a las reuniones sociales que se han organizado tras las vacaciones de verano. “La gente vino de la playa y empezó a celebrar comuniones, bodas y bautizos con 200 invitados”, advierte Charo, que añade otra expresión que se ha hecho habitual en la nueva normalidad:“la no feria” del municipio. “Pese a que la fiesta se suspendió, hubo un bar en la Plaza del Salón que llegó a montar una caseta esos días. Aquello estaba abarrotado de gente”, recuerda.
Más adelante, en la calle Ancha, se encuentra la residencia de personas mayores Madre, donde la Consejería de Salud ha informado de 24 contagios. Un enorme furgón tapona la entrada e impide ver a las empleadas del centro. Una de ellas se asoma tímidamente por la cancela del patio y pide que no le hagan fotos. Está equipada con todo el material de protección: mascarilla, pantalla y los EPIS. Admite estar cansada tras muchas horas de trabajo.
De vuelta al Salón, el aspecto que presenta la plaza ahora, cuando son las seis de la tarde, se parece más al habitual, aunque sin llegar a registrar el lleno de días atrás. Uno de los vecinos que compra un cupón confía en que se levanten las restricciones antes de que se llegue a los diez días. Al salir de Écija, tampoco hay ningún control vigilando los accesos. Un confinamiento light en la segunda ola del Covid.
Temas relacionados
2 Comentarios