El cortejo del bamboleo
Cabalgata de reyes · las vísperas
El Heraldo de los Reyes Magos recogió las llaves de la ciudad de manos del alcalde Juan Ignacio Zoido y también las cartas que aún quedaban por entregar a sus majestades.
Después de recoger de manos del alcalde de Sevilla las llaves de la ciudad en el Arquillo del Ayuntamiento, el Heraldo de los reyes magos que guiará a sus majestades hasta la capital recorrió las calles del centro contagiando entusiasmo entre el público a ritmo de Bamboleo e incluso del Esto es África de Shakira. Los alrededores de la Plaza Nueva y la Plaza de San Francisco estaban atestados de niños, mayores y jóvenes con ganas de fiesta, de baile y de caramelos.
Con el Hi Ho que cantaban los siete enanitos de Blancanieves pero a modo de rumba aún más animada, la agrupación musical Nuestra Señora de los Reyes abrió a paso al cortejo bien pasadas las siete de la tarde, ya de vuelta en dirección a la sede del Ateneo. El Cantinero de Cuba y Obi Oba fueron otros temas de su repertorio espléndidamente interpretado y que incitaba a no parar de mover el esqueleto. Le seguían los músicos de la agrupación musical Nuestra Señora de la Victoria de Arahal, que llenaron sobre todo de animación a los congregados cuando tocaron El Tractor Amarillo al entrar por la Campana.
A hombros de sus padres, los niños y niñas más pequeños sólo querían echar sus cartas para los Reyes en la carroza de colores que se movía de un lado a otro del cortejo. Una pandilla de 9 años de tres chicas y un chico esperaba igualmente llegar a tiempo para echar la carta.
El Heraldo, a caballo, avanzó con sus cuatro acompañantes y más de 200 beduinos arrojando caramelos y pelotas a diestro y siniestro, aunque ya con las reservas algo más reducidas que cuando salió sobre las cinco y media de la tarde. Tres horas de comitiva dan para mucho. Este año la novedad es que se ha ampliado el recorrido de ida y de vuelta para llegar al mayor número de personas. A la ida alcanzó las plazas del entorno de la Catedral.
Junto a las hamburgueserías de la Campaña, varias pandillas de jóvenes salieron con coronas en sus cabezas. Una cortesía de los establecimientos donde acababan de consumir comida rápida con bebida gigante y patatas fritas. Parecían encantados reinando en su grupo de amigos.
A su lado, abnegados padres y madres sostenían en los hombros a los pipiolos que querían ver al Heraldo montado en su caballo. Hasta el chico de una pareja de veinteañeros se prestó a subir a hombros a su novia, aunque el gesto duró poco, es de suponer, porque ya no son edades para romperse la espalda gratuitamente.
El olor a castañas asadas se mezclaba con el aroma de los caramelos. El suelo quedó con el usual tapiz pegajoso, por más que Lipasam hizo pasar sus camiones con un segundo de diferencia respecto al último miembro del cortejo.
Esta intervención inmediata de los camiones de limpieza sin esperar a que se disolvieran las bullas provocó airadas quejas del público atrapado en la Plaza Nueva, que se veía empujado a uno y otro lado para permitir el paso imposible de los camiones. "¡Esperen ustedes a que salgamos de aquí!", gritaban varias señoras enfurecidas a un operario de Lipasam.
El biólogo Joaquín Buendía Planas, responsable del departamento de Medio Ambiente y Aguas de una empresa sevillana, ha encarnado este año la figura del Heraldo, preludio de los Reyes que llegarán esta tarde a la ciudad.
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