La corta de Tablada y la Exposición Iberoamericana
El centenario de las obras portuarias de Tablada se cumple el año que viene
El próximo 2026 las obras portuarias de Tablada (nuevo muelle y puente levadizo, así como corta o canal de navegación) cumplen 100 años (1926). Aunque coincidieron en el tiempo, compartieron un mismo espacio urbano y sufrieron una trayectoria casi paralela hasta llegar a su conclusión, la Exposición Iberoamericana y el proyecto de Tablada tienen raíces distintas.
El Plan de Mejora de la Ría y Puerto de Sevilla, ideado por el ingeniero valenciano Luis Moliní, tuvo una gestación anterior y sus motivaciones obedecen a razones puramente portuarias. Dicho proyecto fue aprobado en 1903 cuando la primera idea del futuro certamen ni siquiera había visto la luz; es más, cuando se inauguran los primeros movimientos de tierra en la Corta, en los discursos correspondientes nadie alude al futuro magno acontecimiento que, por entonces, empezaba a perfilarse como posibilidad. Recordemos que las obras del Puerto dieron comienzo en marzo de 1909 y el bosquejo de la Exposición lo dio a conocer públicamente Luis Rodríguez Caso el 25 de junio del mismo año.
Ahora bien, ya en la misma ponencia de Rodríguez Caso la nueva idea se vincula al proyecto de Tablada que estaba en marcha. Era inevitable: Sevilla como puerto americano, las grandezas pasadas y la nostalgia por ellas estaban latentes en la memoria colectiva, y sacarlas a la luz fue rápido y fácil. Decía este militar en su discurso “el puerto de Sevilla, por las condiciones que en breve reunirá, merced al poderoso esfuerzo de su Junta de Obras, será muy pronto el más indicado para sostener con el interior del país el movimiento comercial hispanoamericano”. Más adelante, al fijar la fecha del certamen previsto, dice que podría establecerse para abril de 1911 “o coincidir con la inauguración de la corta de Tablada”. Aunque no serían las cosas de ese modo, de alguna manera ambos caminos se estaban perfilando juntos.
Aunque la inauguración del certamen iberoamericano fue sufriendo una demora tras otra, a las obras de Tablada, aunque por razones distintas, también les ocurrió otro tanto. No obstante, José Delgado Brackenbury, sucesor de Moliní como ingeniero director del Puerto, aseguraba que las obras de la corta y muelle eran “de absoluta e imprescindible necesidad con Exposición o sin ella, y ninguna admite una gran espera”. En realidad, la casuística latente detrás de los retrasos tenía una base común: la falta de recursos económicos (aunque el dinero debía afluir por cauces completamente independientes para uno y otro caso). Respecto a la Exposición, a esta motivación hay que añadir los defectos organizativos y una problemática dimanante de no haber conseguido un plan estricto y previamente trazado. Aunque el canal de Alfonso XIII tardó más de veinte años en llegar a término, ni uno solo de los conceptos aprobados en 1903 se quedó en el camino que llevaba a 1926. Cuando por fin se inauguró el canal, la Exposición ya había entrado en su recta final. Brackenbury aseguraba que no debe perderse de vista que este muelle (Tablada), que quedará inmediatamente contiguo a la Exposición, ha de ser el que principalmente la sirva, y debe procurarse, por tanto, prepararlo con todo esmero.
Resulta curioso que la localización de la Corta influyó a la hora de determinar el emplazamiento exacto para la Exposición. No obstante, en 1917, a raíz de una fuerte riada, se puso en duda si el lugar elegido para dicha celebración debiera ser aquel, entre el Guadalquivir y el Guadaíra, pues ese año había quedado completamente anegado. Fueron las tierras extraídas para la excavación del canal y depositadas en esa zona lo que concluyó con su calidad inundable y las hizo aptas para cualquier uso. Es evidente que, desde el momento en que ambos proyectos se unen bajo una idea común más amplia, acababan potenciándose mutuamente. El ideal americanista de la Exposición encontró una base física a su altura en aquel puerto moderno en vías de construcción, y este justificaba sus cuantiosas inversiones ante la posibilidad de una mayor apertura de los mercados de este continente al tráfico de Sevilla. Se pretendió pues, restablecer unas relaciones económicas que lo vincularan de nuevo con los territorios de ultramar perdidos. Así es como el puerto de Sevilla buscaba volver a ser la puerta del Nuevo Mundo.
En la otra cara de la moneda, al abrir Tablada el Arenal perdió su papel predominante ostentado hasta entonces en la actividad marítima, por lo que el grueso de las operaciones comerciales se desplazó aguas abajo. Por más que al viejo puerto se le quisiera adjudicar una función complementaria, la verdad es que el nuevo canal de Alfonso XIII lo estaba condenando. La fisonomía de Sevilla se ve alterada por este traslado, al mismo tiempo que se dotaba de nueva funcionalidad a un área antes carente de ella. Los muelles antiguos al pie de la torre del Oro, mediocres y estrechos, aunque en parte podrían modernizarse, era imposible cambiarlos a fondo.
Es cierto que en ningún momento se pensó en prescindir de ellos, pero su paulatina pérdida de funcionalidad fue un proceso posterior larvado, eso sí, por la alternativa dada ahora para barcos y mercancías. Sin embargo, su ubicación, justo en el corazón urbano y la trayectoria histórica que gravitaba sobre sus sillares, hacía impensable en aquellos momentos que llegaría a abandonarse por completo. Finalmente, con la inmovilización del puente levadizo de San Telmo en 1964, los barcos dejarían de recalar a los pies de la torre del Oro. En 1973 se adaptaría la zona como paseo fluvial.
En líneas generales, el puerto moderno que propone Moliní en el plan de 1903 es en realidad otro que, aunque sigue utilizando los antiguos muelles del Arenal durante años, busca un emplazamiento exterior que le permita mayor autonomía espacial, facilidad de funcionamiento y mejor enlace con el ferrocarril y el sistema de carreteras. A 100 años de cumplirse tal inauguración, la Autoridad Portuaria de Sevilla ve con esperanza un proyecto urbanístico de integración puerto-ciudad, por partes, de dicho muelle de 1.200 metros, a lo que hay que sumar sus tinglados y almacenes comerciales para mercancías, así como maltratado puente de Hierro.
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