La ola de la salud mental
Coronavirus :la huella de la otra pandemia
Más de dos años después, las consultas siguen saturadas y están atendiendo las consecuencias que ha el confinamiento, las restricciones y las pérdidas familiares
En lo positivo, el estigma de pedir ayuda parece superado
El golpe emocional del Covid-19, con meses de confinamiento, aislamiento, restricciones e impacto en la esfera familiar, social y económica, con la pérdida habitando en algunos hogares por la muerte de seres queridos -más de 3.000 en la provincia de Sevilla- ha hecho mella en la salud mental. Vivir una pandemia no es fácil. Ni por la salud física, vemos cómo crece la amenaza del Covid persistente en forma de deterioro cognitivo o niebla cerebral y de problemas vasculares, cardíacos, respiratorios, neurológicos, renales, dermatológicos; ni por la emocional, con un importante daño psicológico por las restricciones derivadas de la contención del virus y el miedo a contagiarse.
Con todo ello, si en algo coinciden los expertos es que en estos años algo ha cambiado en el plano de la salud mental. En la parte positiva, un elevado grado de normalización a la hora de exponer sin tapujos lo que antes eran tabúes. Palabras como ansiedad y depresión han traspasado los muros de los hogares. Incluso de uno mismo. La parte negativa, el aumento de los casos y la cronificación de algunos de ellos cuando se cumplen 27 meses de una situación sin precedentes. Y es que, la pandemia se está alargando demasiado.
Los datos hablan por sí solos. La pandemia ha disparado trastornos como la ansiedad o la depresión o ha empeorado cuadros de otras alteraciones como la esquizofrenia, el TOC, la bipolaridad... El Centro de Estudios Andaluces elaboró a principios de año un informe sobre las repercusiones psicológicas de la covid-19. En sus conclusiones se pone de relevancia que un 37,1% de la ciudadanía presenta hoy algún grado de depresión y un 38,78% manifiesta sufrir cuadros de ansiedad. Tasas que "sobrepasan los propios de las circunstancias previas a la pandemia" y causa principal de que el 53,94% de los 3.600 andaluces que participaron en la muestra analizada reconocieran un mayor "malestar psicológico general" tras los primeros compases de esta crisis, según las conclusiones del estudio.
¿Cómo estamos ahora? Nos lo cuenta la psiquiatra del Hospital Virgen del Rocío y profesora de la Universidad de Sevilla, Rosario Salas Azcona. "Tras pasar por distintas fases, el aumento ahora de la demanda va en la línea de la patología más adaptativa, es decir, siguen los cuadros ansiosos y depresivos, pero, sobre todo, estamos viendo cuadros que tienen que ver más con acontecimientos vitales de estrés, con un origen más en lo psicosocial que en lo biológico. En ese sentido, estamos hablando de un aumento de la demanda desde hace dos años a ahora de en torno a un 20 ó 25%", afirma.
La profesional apunta, además, otro escenario. No es tanto que sean cuadros relacionados con el virus, sino consecuencias secundarias: aislamientos, se van enfriando ciertas relaciones, restricciones o las condiciones de vida han cambiado. Es lo que define como "consultas por problemas de la vida". "Son situaciones que tienen que ver con un contexto de crisis social que hemos arrastrado de una pandemia que ha puesto en jaque muchos valores, desmontando vidas en cuanto a temas económicos, y con la incertidumbre generada ante algo que no parece que termine nunca. Situaciones de la vida cotidiana que se están psiquiatrizando o psicologizando y que son sufrimientos o malestar emocional que no tienen un sustrato biológico, es decir, no tienen una situación médica que tratar y sin embargo están terminando en las consultas de salud mental con la idea equivocada de que nosotros podemos prescribir felicidad", señala la doctora Salas.
En todo esto, los fármacos siguen siendo la primera barrera aunque de forma errónea. Es la que contiene las situaciones más urgentes. El uso de antidepresivos y ansiolíticos se ha multiplicado. Muchas veces es la gran herramienta de la Atención Primaria, que da respuesta a una necesidad inmediata. "Somos el país europeo que más consumo de psicofármacos tiene porque se están prescribiendo para lo que no tendría que hacerse. El Ministerio de Sanidad ha publicado recientemente una estadística sobre adicciones en la edad comprendida entre los 14 y 18 años y, aunque lógicamente sigue saliendo el alcohol, lo que más destaca es la subida del consumo de psicofármacos en esa franja de edad. Esto es el reflejo de cómo la sociedad está sufriendo y también de esa búsqueda de aliviar el sufrimiento de algo que no tiene que ver con una enfermedad y que también nos está llegando a las consultas de salud mental", alerta.
Esto es lo que los especialistas ven ahora en las consultas. Se ha pasado de un primer impacto, tras el confinamiento más estricto, a innumerables sobresaltos en forma de olas, brotes y variantes del Covid-19. Salas Azcona explica que el confinamiento, aunque fue duro, se asumía con la perspectiva de que llegaría el día en que acabara. "Fue una etapa marcada por la paralización generalizada, incluida la atención sanitaria, que se priorizó a la atención del Covid-19, que estuvo marcada por una merma en la atención de una población ya con enfermedad mental y tenían más dificultades para acceder al sistema", señala la profesional. Más allá de ese perfil de pacientes habituales, la doctora apunta a un aumento de las consultas por problemas de sueño, sobre todo, pero también de ansiedad. "No obstante, había cierta resistencia ante la posibilidad de que esto iba a terminar en algún momento y se aguantaba porque de alguna manera se preveía el fin", explica y advierte: "Cuando empezamos a ver una repercusión importante en la salud mental fue cuando se empezó a ver que esto se alargaba", añade.
En este punto es cuando, según su experiencia, la demanda de las consultas de psiquiatría, se multiplicaron. "Empezaron a aparecer cuadros de ansiedad a los que se añadieron los duelos. Duelos difíciles por situaciones familiares en las que no se pudo despedir a seres queridos fallecidos. Y también muchas situaciones laborales en población de edad media en las que se el teletrabajo empezó a dificultar que se pudieran tener líneas claras entre lo personal y lo laboral. Eso supuso también mucho cuadro de ansiedad y estrés. Por otro lado, la gente mayor empezó a estar absolutamente aislada, porque las propias familias lo peor que llevaban era tener la responsabilidad de que pudieran contagiar a sus abuelos y esa es otra situación que también provocó que mucha gente mayor se deprimiese con cuadros muy importantes", explica.
Los jóvenes, los que más preocupan
No obstante, en lo que al grupo que más preocupa se refiere, repiten los más jóvenes que se han encontrado con problemas que son incapaces de resolver. La generación más conectada de la historia sigue desarrollando conflictos que acaban en las consultas. La doctora considera un aumento de la demanda superior al 30% en esta franja de edad, con casos "muy complicados". "Sobre todo estamos notando mucho el aumento de conductas autolesivas, autodestructivas e, incluso, suicidas. La juventud sí que nos preocupa precisamente por el enfoque más preventivo que queremos asignar a la salud mental", explica Salas Azcona. Pero va más allá, la psiquiatra apunta a una "generación marcada por la pandemia". "Es lo que más nos preocupa. Y eso no se va a resolver porque recuperemos nuestra normalidad. Hay un impacto de tal calibre que estamos hablando de generación marcada al estilo de la que ya hubo en su momento marcada por la Guerra Civil o por la Segunda Guerra Mundial. Es un aspecto muy delicado porque eso va a repercutir en su salud mental claramente en muchos años", explica.
Otro capítulo merecen las adicciones sin sustancias. "Los niños estaban en casa sin saber qué hacer y empezaron a abusar del uso de internet o de redes sociales, creándose importantes ludopatías a edades tempranas. Todo eso está en aumento", añade.
Llevado al mayor extremo, también refiere la psiquiatra el incremento de las ideas suicidas y los suicidio consumados. Cada dos horas y 15 minutos una persona se quita la vida en España, con una media de 11 personas al día. En el año 2020, en plena pandemia, hubo 3.941 fallecimientos por esa causa, un 7,4% más que en el año anterior, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Las cifras del suicidio en nuestro país están aumentando en los últimos meses, siendo ya la principal causa de muerte no natural, sobre todo, entre los jóvenes de 15 y 29 años. Los expertos que vienen observando desde el principio de la pandemia un ascenso exponencial de las consultas de urgencias en Psiquiatría de lnfancia y Adolescencia. Es la huella de la pandemia en la salud mental. Un punto en la que la psiquiatra Rosario Salas aprovecha para poner en valor la reciente puesta en marcha del teléfono para la prevención del suicidio (024), disponible de forma ininterrumpida durante los 365 días del año, que, apunta la doctora, "se ha orientado principalmente a gente joven, quizá porque son los que están fuera de la red de atención para que puedan acceder a una ayuda rápida que oriente a una atención adecuada".
La fatiga pandémica
Y todo ello unido a un nuevo fenómeno en auge. Después de más de dos años, cunden la desazón, la desmotivación, cierta tristeza, los temores... Es la fatiga pandémica. Los efectos sobre la economía, las restricciones, los hospitalizados pese a la vacuna o las incertidumbres también pasan factura y hacen mella sobre la salud mental.
Según el Consejo Interterritorial de Salud fatiga pandémica es la "reacción de agotamiento frente a una adversidad mantenida y no resuelta". La psiquiatra Rosario Salas lo resume más claramente: "Es el desgaste emocional por no ver el fin. Manejarnos en la incertidumbre sin ver fin. Todo ello supone una agotamiento y un cansancio que, lógicamente, golpea el ánimo y el optimismo". En esta línea, Salas Azcona pone el énfasis en que "ahora no tiene nada que ver con las olas anteriores". Y los datos le dan la razón. En la actualidad hay un número de hospitalizados mínimo. Pero siempre teniendo en mente que "el Covid se queda".
La psiquiatra también apunta recomendaciones que pueden actuar como antídoto contra la fatiga pandémica. "Recuperar los hábitos de vida que teníamos previamente; perder el miedo, que nos ha condicionado mucho, y volver a la responsabilidad a normalizar situaciones de la vida, es decir, entender que hay que quedar con amigos, que hay que volver a ver a los abuelos o evitar en la medida que se pueda todo lo que tiene que ver con el teletrabajo, por la dificultad que hay en poner límites. Todo ellos son claves para parar esta fatiga", manifiesta.
Falta de medios
Todo ello unido a una falta de medios y recursos "histórica". Ha sido una de las grandes reivindicaciones de los últimos dos años. La sanidad pública no estaba preparada de base para afrontar los retos de la salud mental y la pandemia ha creado la tormenta perfecta. "Estamos pagando las consecuencias de unos ratios de profesionales de Salud Mental muy deficitario en comparación con los europeos previos a la pandemia. Ratios escandalosamente avergonzantes", insiste.
En esta línea, los expertos advierten que las consultas, también las privadas, están a rebosar. "Nunca antes en los 25 años que tengo de experiencia había vivido una situación como la que estamos viviendo. Ha bajado la incidencia del virus, pero la ola ahora la tenemos nosotros. Es una ola de salud mental", afirma.
Como consecuencia, la psiquiatra advierte de que es especialmente preocupante el impacto de esta situación en los propios profesionales. "Es el otro grupo específico donde, a nivel de salud mental, más ha aumentado la demanda por una sobrecarga asistencial brutal y también por ser un sector muy maltratado emocionalmente en estos años. Eso ha pasado facturas y es llamativo también ver cómo los trabajadores sanitarios se han roto", apunta la psiquiatra, y añade: "Para nosotros no ha cambiado nada. Vemos como la sociedad va saliendo de todo aquello que marcó lo peor de la pandemia, pero nosotros no. Por ponerte un ejemplo, las mascarillas han desaparecido de casi todos ambientes, pero no del nuestro. También seguimos seguimos teniendo circuitos de Covid, plantas separadas, consultas específicas de Covid e, incluso, protocolos diferentes que el resto en caso de contagio porque no podemos dejar de atender a nuestros pacientes. Todo eso es un estrés añadido para la población sanitaria, que lo sigue pasando muy mal".
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