Sevilla se toma con calma la desescalada: sólo las peluquerías se animan a abrir
La reapertura de los negocios
Los peluqueros tienen citas reservadas para toda la semana
La mayoría de las tiendas y bares prefieren esperar la próxima semana para reanudar la actividad
En Isaías Peluqueros hay clientes al sol en este primer caluroso lunes de mayo. Es la cola de personas que esperan a cortarse el pelo tras la larga cuarentena, que ha poblado sus sienes hasta volúmenes insospechados. El establecimiento se encuentra en las inmediaciones de la Puerta Osario. La apertura se ha producido tras casi dos meses sin actividad desde que se decretase el estado de alarma por la pandemia de coronavirus.
En esta jornada lo hace para los clientes que habían pedido cita. Su dueño, Isaías Morales, lleva muchos años en el oficio. Lo tiene todo preparado para cumplir con la normativa. Al entrar en el pequeño local, lo primero que te recibe es una toalla empapada en lejía donde ha de restregarse varias veces el calzado para eliminar cualquier posibilidad de virus. "El bicho también entra por los zapatos", refiere este autónomo, al que como tantos otros la parálisis le ha provocado serias secuelas económicas.
El ritmo de atención es de dos clientes por hora. Así ha cubierto ya toda la agenda de la semana, que muestra al fotógrafo y al periodista para que comprueben el listado de nombres que llenan los días. "El proceso de higiene requiere ahora más tiempo", refiere este peluquero, quien trabaja con mascarilla, pantalla protectora y guantes negros, lo que dificulta bastante su labor.
En la puerta permanece otro cliente, a pleno sol, a la espera de que acabe el que se encuentra ahora dentro. Este barrio está lleno de peluquerías. Las de mujeres están con las rejas echadas. Tanto las de precio low cost como las más caras. En sus umbrales se acumula la mensajería que ha llegado las últimas semanas. Periódicos, cartas del banco y otras con la factura de la luz.
En Hoyos Peluqueros la semana también está cubierta. Todos los días están cubiertos con citas previas. Sobre el suelo del local, situado en Escuelas Pías, se deposita el cabello de un cliente que las manos de Roberto, propietario del negocio, ha cortado tras crecer durante la pandemia de forma "descontrolada".
En la Ronda de María Auxiliadora hay otra cola. Ésta es para un negocio chino especializado en la reparación de móviles. Se origina una pequeña trifulca entre quienes llevan tiempo esperando y un matrimonio septuagenario que exige atención inmediata por la "preferencia de su edad". El marido y la mujer se acaban marchando tras una discusión que ha llamado la atención de los escasos viandantes que pasean por esta zona de la ciudad, donde se registra un escaso tráfico.
Sin salir del enclave, en Comidas Magui se escucha el sonido de los fogones que preparan los platos que, a partir de mañana, distribuirán en el local situado en la calle Diego de Merlo. La persiana metálica está a medio abrir. En una de las ollas hay espinacas. En otra, estofado. Su especialidad son los guisos. Ha permanecido toda la cuarentena sin trabajar. "Mi marido es de alto riesgo, por lo que decidí quedarme en casa", explica María del Carmen Calero, propietaria del negocio, que ha recibido los últimos días numerosos encargos a través del correo electrónico y el whatsapp. "Para mañana ya tenemos 30 comidas preparadas", apunta esta sevillana, quien, no obstante, reconoce que faltarán muchos de sus clientes habituales: maestros de colegios cercanos y, sobre todo, los empleados del entorno que ahora trabajan desde casa.
En la parada de Tussam de Ponce de León los conductores del transporte público comentan las novedades del día. Por la mañana han acudido a la zona agentes de Protección Civil para repartir mascarillas a los viajeros. También lo han hecho en la Plaza del Duque y dentro de los autobuses.
Por el entorno de la Alfalfa, en Don Alonso El Sabio, dentro de La Seta Coqueta se realizan los últimos preparativos para abrir la semana próxima, cuando comience la fase 1 de la desescalada y los clientes no se vean obligados a acudir con cita previa. Su propietaria, Sole Ferrer, aplicará un régimen de apertura "según la demanda y cómo evolucionen los acontecimientos". "No me he planteado atender a la clientela con cita. Les estoy respondiendo por e-mail y si surge algún envío, lo gestiono", detalla esta joven, quien reconoce que el sector está viviendo la desescalada "con mucha incertidumbre". "Los horarios de paseo son incompatibles con los de apertura de los negocios", apunta Ferrer, que prevé que al principio las ventas salgan adelante con las clientas del barrio, "ya que las que viven en Sevilla Este no van a venir al centro a comprarme".
Más colas. Para entrar en un supermercado de la Cuesta del Rosario, donde los clientes llegan hasta la calle Francos. En esta vía, la mayoría de sus establecimientos, pese a que son de pequeña superficie, continúan cerrados. Uno de ellos es Casa Rodríguez, donde Concha lleva décadas atendiendo a su habitual clientela. "Tenía dudas de si abrir o no. Me he dado un paseo y al comprobar que todos los negocios están cerrados he decidido hacer igual. En estas condiciones no conviene otra cosa", afirma esta comerciante mientras exhibe en su rostro el moreno logrado durante las horas de confinamiento en la azotea.
Cerca de allí, en Chapineros, la tienda Juncia y Romero, especializada en artículos religiosos, se ha convertido en un rara avis. Es la única abierta del entorno. El acceso se encuentra restringido por un cordón de seda burdeos. El recipiente con el hidroalcohólico está colocado sobre un bello candelabro, una manera de adaptar la situación extraordinaria a la estética del establecimiento. En su interior ya están colocadas las mamparas para cuando haya que atender al público. Joaquín Sánchez, uno de los dueños, también se hace eco de "la incertidumbre" que reina entre los comerciantes. "Con la cuestión de los ERTE hay muchas dudas. Hemos estado cerrados los 15 días de inactividad rigurosa. El resto del tiempo hemos atendido pedidos de parroquias y conventos", recuerda Sánchez, quien considera que "al que es autónomo no le queda más remedio que abrir e intentar vender lo que pueda".
En las calles más comerciales del centro de Sevilla y su entorno no hay ningún bar abierto. Ni el Blanco Cerrillo ni ninguno de los que están situados en José de Velilla. Hasta Canalejas no se encuentra uno que registre actividad. Es el Donald. Su dueño, Mariano García, está preparando los ingredientes para su famosa ensaladilla. Patatas y zanahorias aportan algo de color a una cocina huérfana de guisos durante 50 días. La lista de pedidos para mañana, cuando se incorpore el cocinero, resulta bastante extensa: 10 tarrinas de ensaladilla, 17 de caracoles, ocho de cabrillas, cuatro tortillas de patatas "de las grandes", 24 pechugas al Villaroy, una docena de flamenquines; y ya, por la noche, pescado frito: tres kilos de boquerones, cinco de adobo y seis de croquetas. Este hostelero se plantea cómo afrontar la apertura de la terraza el próximo lunes. En principio, espera poder colocar seis veladores al disponer de amplitud suficiente. El servicio de barra, por ahora, tendrá que esperar. Soledad de interior.
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