El concejal sin miedo
Puntadas con hilo
El delegado Antonio Muñoz aplica con riesgo la regla de que hay otro gobierno posible Sus apuestas, como llevar el festival Monkey Week a la Alameda, agitan a la ciudad.
SER delegado de Urbanismo -léase Hábitat Urbano- en Sevilla, o en cualquier ciudad en estos tiempos, puede ser considerada una profesión de riesgo. Antonio Muñoz, el concejal que se ocupa de estos temas en el gobierno de Juan Espadas, seguro que tiene que salir más de un día con casco, y no porque vaya a visitar obras, que no son tiempos de grandes inversiones. Cuando todavía resuena el grito que algunos hosteleros pusieron en el cielo tras conocer los planes del Ayuntamiento para eliminar, que no es lo mismo que reducir, veladores en el centro, el delegado, que también lo es de Turismo y Cultura, se ha metido de lleno este fin de semana en la jungla de música indie y exceso de decibelios en la que se ha transformado por unos días la Alameda.
Seguro que el festival Monkey Week va a dejar huella en la ciudad, a la que parece que llega desde El Puerto de Santa María para quedarse. Eso ya es un punto positivo en una ciudad que acaba de perder uno de sus referentes festivaleros, Territorios, pero también está sumando muchos negativos desde la noche del pasado viernes en la que la Policía Local comenzó a recibir quejas por el ruido y las vibraciones en las viviendas de los vecinos del centro. La intención ha sido buscar un escenario donde ya confluyen salas del ocio alternativo sevillano y espacios culturales independientes, pero no es el más adecuado por la propia trama urbana y el volumen de decibelios con el que están sonando este fin de semana más de 150 bandas.
Siempre hay tiempo de rectificar, debería pensar el gobierno de una Sevilla que, de entrada, se ha convertido en referente nacional de la industria musical con esta cita. Opiniones las habrá de todo tipo, más en una ciudad tan dada a la polemizar, que no es lo mismo que debatir. Y precisamente, quien no teme para nada a ello es el concejal Antonio Muñoz, tal vez el que mejor está aplicando la máxima con la que Espadas llegó al gobierno: demostrar que hay otra forma de hacer las cosas, de gobernar, que hay otra ciudad posible. Y, para demostrarlo, el camino siempre conlleva cierta agitación social.
Muñoz ha tenido la valentía de abrir el debate sobre la imposición de la tasa turística en Sevilla, levantando voces airadas en la administración amiga, la Junta de Andalucía. Y la mayor parte del sector turístico se lo ha agradecido. También ha metido mano a la regulación de los veladores que dará para más de un disgusto en los próximos meses. Reinventó la Navidad con un programa cultural y de ocio que permitía disfrutar de ella más allá de las estampas más tradicionales: conciertos en camiones de Lipasam como alternativa a las colas en los belenes. Ha transformado la Sala Turina, que para algunos era un auténtico mausoleo, en un espacio creativo donde un giraldillo pintado de amarillo flúor da la bienvenida con la intención de hacer que la ciudad, culturalmente hablando, sea más visible que nunca. Visible y sin complejos. Así lució una exposición sobre el orgullo gay en plena la Avenida de la Constitución para escándalo de los sectores más conservadores de la ciudad.
Son algunas de las decisiones que ha tomado este gobierno de la mano de un concejal que, sin duda, busca otros marcos en la ciudad. Ya ha dado más de una rueda de prensa en la calle, como en los Jardines de las Delicias, o en edificios singulares como la Torre de Don Fadrique o el Costurero de la Reina.
Su último gesto ha sido esta semana acabar con la reserva de las ocho localidades del palco que se reservaba para autoridades en el Lope de Vega, que ya se pondrán en taquilla y por las que ingresarán una media de 220 euros cada función. Más que el dinero, es el detalle. Y un poco sal y pimienta. Es algo que necesita esta ciudad, y también su gobierno, para seguir avanzando. Si nada se mueve no hay riesgo de equivocarse. Muñoz es quien menos miedo tiene a romper ese inmovilismo. Y eso en Sevilla genera tanto odio como amor.
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