Los colegios rurales de Sevilla, el alma de muchos pueblos

Educación

El informe PISA constata que este tipo de escuela resulta clave para el éxito educativo en la España vacía

El colegio San Ignacio del Viar se convierte en dinamizador social de un poblado de colonización

Informe PISA: Andalucía empeora en Matemáticas y Lengua y mejora ligeramente en Ciencias

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El éxito de la educación rural en Sevilla. Miguel Ángel Jiménez, director del Colegio San Ignacio del Viar.

Tranquilidad. Silencio absoluto en una mañana de invierno soleada y de temperaturas mínimas por los suelos. Apenas dos personas por las calles de San Ignacio del Viar, un poblado de colonización perteneciente al término municipal de Alcalá del Río (Sevilla). El único eco sonoro procede del colegio que lleva el nombre de esta pedanía de la Vega. Tras sus blancos muros nos recibe Miguel Ángel Jiménez, director del centro educativo desde hace 13 años, una escuela que "no cambiaría por ninguna otra".

Muchas son las razones que motivan que este maestro de Educación Física exprese tal afirmación. Jiménez lleva 24 años en la docencia. En 2005 logró destino definitivo en este colegio. No era la primera vez que trabajaba en un centro de semejantes características, en un poblado de escasos habitantes y con una ratio (número de alumnos por aula) muy baja en las clases. Factores que propician una atención más personalizada y, por tanto, una educación de mayor calidad.

El reciente informe PISA -que tantos titulares ha aportado las últimas semanas- desvela que las escuelas rurales suponen uno de los factores para que comunidades como Castilla y León se encuentren entre las que mejores resultados obtienen en estas pruebas en España. Las razones son las mismas que las expuestas por Jiménez y vienen condicionadas muchas veces por el entorno donde se encuentran, al formar parte de la España vacía.

Una ratio muy baja

Este tipo de centros no es muy habitual en la provincia de Sevilla. Sí resulta más frecuente en otros puntos de la geografía andaluza, como la sierra de Huelva o la de Granada. El CEIP San Ignacio del Viar pertenece a uno de los poblados de colonización levantados durante la dictadura de Franco para repoblar zonas de la Vega y el Bajo Guadalquivir. Está situado a unos tres kilómetros de la localidad a la que pertenece, Alcalá del Río, que cuenta con otras dos pedanías de idénticas características, Esquivel y El Viar.

Sus instalaciones suman tantos años como el poblado, de ahí que la comunidad educativa exija un nuevo colegio en un solar situado a la entrada de San Ignacio. En él hay matriculados este curso 78 niños, con edades comprendidas entre los 3 y 12 años. Pese a formar parte de una pedanía con reducida población, su director no se queja de las cifras de nuevos alumnos. Algunos cursos sólo recibieron tres ingresos, en el actual han sido ocho, pero en el anterior llegaron a 13, todo un logro. Contribuye a mantener estos números la llegada de nuevas familias a una pedanía bastante cercana a la capital, sólo a media hora de Sevilla, pero en la que se disfruta de la serenidad que aporta el campo.

Varios alumnos escriben en una pizarra instalada en el patio del recreo, donde en primavera se imparten clases. / José Ángel García

Su plantilla de trabajadores la forman 14 docentes. Una de las cualidades más valoradas por los padres son los servicios profesionales de los que dispone. Una maestra de Audición y Lenguaje (AL), que comparte con otro colegio de San José de la Rinconada; otro de Pedagogía Terapéutica (PT); y una monitora. "El curso pasado este centro acogía al 25% de los alumnos con necesidades educativas especiales (NEE) de todo el término municipal de Alcalá del Río, que cuenta con cinco colegios y un instituto", refiere el director del CEIP San Ignacio del Viar, que explica que ello es debido a la importante atención que para estos casos se presta. Por tal motivo, algunos menores NEE del San Ignacio vienen de la misma Alcalá del Río o, incluso, de San José de la Rinconada.

Los 78 alumnos se distribuyen en ocho aulas convencionales y una de integración. La principal clave del éxito educativo que subraya el informe PISA radica en su baja ratio. Las clases de Infantil reúnen, por edad, a ocho alumnos (tres años), catorce (cuatro años) y seis (cinco años). En Primaria, ante la falta de niños, se han agrupado en un aula a los de primero y segundo (seis y siete años), que suman 13. En los siguientes cursos la ratio es de siete, diez, siete y once.

Aulas de edades mixtas

María Dolores Amores es la maestra del aula que reúne a menores de seis y siete años, la única mixta de Primaria. "Es una locura", expresa cuando se le pregunta por esta medida, cada vez más habitual en los colegios sevillanos ante la drástica bajada de natalidad. La clave para el buen desarrollo del trabajo se encuentra en la planificación. "Hay que llevarlo todo muy bien preparado", refiere Amores, quien incide en que los niños del primer curso, que vienen de Infantil, necesitan más de su atención que los de segundo, menos dependientes. Un auténtico equilibrio docente que pasa su gran prueba de fuego en el primer trimestre. "Cuando llegamos a las vacaciones de Navidad, la situación ya se normaliza", abunda.

Frente al trabajo "extra" que supone para una maestra atender a alumnos de distintas edades, se encuentran los beneficios que este tipo de agrupación conlleva. "Los niños de primero adquieren conocimientos de segundo, mientras que los del curso superior refuerzan estas enseñanzas, especialmente los que hayan presentado más dificultades en algunos ámbitos", afirma esta docente.

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El éxito de la educación rural en Sevilla. Erika Barrio y María Dolores Amores, maestras del CEIP San Ignacio del Viar.

En otra aula de Primaria es Erika Barrio quien imparte clase. A esta profesional de la enseñanza (natural de Soria) no le resulta nada extraño el aprendizaje con pocos alumnos. En su provincia se formó en una escuela rural. "He trabajado en aulas con 30 estudiantes. No tiene nada que ver con esto. Aquí se logra una atención más personalizada, lo que permite ahondar más en las necesidades de cada menor", asevera esta maestra, para quien "la educación rural no está lo suficientemente valorada por las administraciones públicas". "Si fuera así, aprovecharían el descenso de natalidad para bajar la ratio en todas las aulas", sentencia.

Para Barrio, el hecho de que su comunidad autónoma, Castilla y León, obtenga buenos resultados en el PISA obedece a "la España vacía". "Hay los mismos docentes, pero menos niños, lo que permite una educación de mayor calidad", concluye.

María Dolores Amores muestra unos pictogramas en la pizarra digital de un aula con alumnos de seis y siete años. / José Ángel García

Comunidad de aprendizaje

Más allá de los logros académicos, el CEIP San Ignacio del Viar se ha convertido en el dinamizador social de este pueblo de colonización. En ello tiene mucho que ver que el centro funcione como comunidad de aprendizaje, lo que entraña una implicación plena de las familias y vecinos. Todos colaboran con el colegio, cuyo recreo ejerce en muchas ocasiones de plaza principal de la pedanía. Un ejemplo claro es lo que sucede estos días, con la fiesta de Navidad, a la que acude gran parte de los habitantes.

Esta fuerte vinculación permite que todas las aulas dispongan de pizarras digitales, una dotación para la que ha sido clave el trabajo desempeñado por la AMPA, formada por diez familias. "Intentamos que los padres participen en la gestión del centro, tomando también decisiones", detalla el director del San Ignacio del Viar. Dicho esfuerzo se ve reflejado, de igual modo, en el tejado que cubre parte del patio de Infantil, que aporta sombra en los meses de más calor y da cobijo a niños y maestros los días de lluvia. "Lo colocó el Ayuntamiento de Alcalá, pero los materiales se sufragaron mediante rifas", recuerda Miguel Ángel Jiménez.

Los niños participan en una actividad que se desarrolla en el patio del CEIP San Ignacio del Viar. / José Ángel García

Otro ejemplo más de convivencia se produce cuando llega el Día de Andalucía. En las vísperas de esa jornada se celebra un desayuno propio de la tierra, en el que aportan víveres entidades y vecinos del poblado. El jamón lo suministra un bar y una cooperativa regala las naranjas con las que se hace el zumo. "Hemos preparado paellas a las que ha venido todo el pueblo", afirma con orgullo Jiménez.

"Constitución Lunar"

El hecho de ser comunidad de aprendizaje permite que la Consejería de Desarrollo Educativo y FP conceda al colegio la continuidad de los maestros provisionales (no se incluyen en esta categoría profesional los que poseen destino fijo ni los interinos). Esta medida logra consolidar el proyecto del centro, en el que resulta vital la implicación de los docentes. Un compromiso que se evidencia en planes como los que ha puesto en marcha Herminio Rodríguez, maestro de quinto de Primaria. Con motivo de la elección de Sevilla como sede de la Agencia Espacial Española (AEE), se ideó el proyecto Constitución Lunar, en el que se aborda un modelo de gobernanza del satélite terrestre diseñado por los alumnos de la escuela.

El maestro Herminio Rodríguez muestra el proyecto Constitución Lunar. / José Ángel García

"Los niños han propuesto normas para habitar la Luna que eviten los errores cometidos en la Tierra", señala Rodríguez. Para ello, hasta se ha elaborado una "moneda lunar" con el rostro de la astronauta Sara García y con el logotipo del colegio. El objetivo es presentar el proyecto -que ha recibido las felicitaciones del Gobierno de España y del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno- en un documento a la AEE. Su desarrollo ha incluido hasta una conferencia con la NASA.

Y un huerto

Miguel Ángel Jiménez, al la entrada del colegio, que exige unas instalaciones nuevas. / José Ángel García

Más proyectos: el huerto escolar habilitado en la trasera de las aulas de Infantil (las únicas prefabricadas). Contiene hasta ocho especies diferentes que han sembrado los alumnos y "un kit de riego". Para el director del centro educativo, los menores trabajan en él "Matemáticas, Lengua y Conocimiento del Medio". Cultivos que no le resultan nada ajenos a unos menores criados en un poblado situado en plena Vega del Guadalquivir.

Todo ello en un colegio donde hay padres que acuden a festejar el cumpleaños de su hija con tarta y batidos, para que sean compartidos por los compañeros de clase y en un ambiente plenamente familiar. La escuela suple la ausencia de un salón de celebraciones, como de tantas otras carencias de una pedanía de 750 habitantes. El éxito de la educación en la Sevilla vacía. El alma de un pueblo.

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