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Un colegio de Sevilla abandera la vanguardia de la Educación Especial

Educación

El CEE Directora Mercedes Sanroma cuenta con los medios técnicos más avanzados para atender las discapacidades de su alumnado

Uno de sus logros es la escolarización combinada de los estudiantes en un instituto contiguo

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Alumnos del CEE Directora Mercedes Sanroma en el aula multisensorial. / José Ángel García

Diego, Violeta y Mateo. Tres jóvenes, de no más de 20 años, que comparten estancia y horas en el Centro Específico de Educación Especial (CEE) Directora Mercedes Sanroma, situado a la entrada del barrio sevillano de Bellavista. Allí estudian la ESA, la Educación Secundaria para Adultos. Lo hacen entre dichas instalaciones y las del IES Federico Mayor Zaragoza, el instituto contiguo, gracias a la escolarización combinada, una modalidad que permite la integración de estos alumnos con discapacidad motórica en un centro ordinario y también que reciban la atención adecuada en el CEE. Una posibilidad que no resulta nada fácil (no es muy habitual) y que requiere de una gran sensibilización y formación.

Estos jóvenes forman parte del amplio alumnado del Mercedes Sanroma, que este curso atiende a 109 estudiantes. Se trata de uno de los centros de Educación Especial, totalmente público, más grande de Andalucía. Sus instalaciones hablan por sí solas. Se emplea en recorrerlas más de una hora. Un itinerario en el que ejerce de guía su directora Beatriz Beltrán, que lleva cinco cursos desempeñando este cargo de máxima responsabilidad.

Beatriz llegó al colegio hace dos décadas. Desde 2010 pertenece a la Jefatura de Estudios. Ya en 2002 este centro era un referente consolidado en Educación Especial. Sus inicios se deben al movimiento asociativo de padres, que lograron una primera sede en los Jardines de Murillo. Luego, en 1978, pasaron a este amplio complejo. Al principio se denominó Aben Basso, para luego llamarse con el nombre de la directora que impulsó un centro de tales características.

Una trabajadora del centro atiende a un alumno. / José Ángel García

Una de las muchas cualidades que hacen importante este centro es la amplia atención que ofrece, tanto por edad como por el tipo de discapacidad que atiende. Abarca desde el segundo ciclo de Infantil (algo excepcional) hasta los programas de transición a la vida adulta (cuando acaba la enseñanza obligatoria).

Los alumnos que en él se matriculan presentan necesidades educativas graves y permanentes. “Casi el 85% comparte el trastorno motor grave, aunque atendemos cada vez más a menores con discapacidad intelectual y también con autismo”, detalla la directora.

Para que este servicio sea efectivo requiere de una gran dotación de recursos materiales y de personal. La plantilla la integran 48 profesionales (sin contar el servicio de limpieza y portería), formada por maestros especialistas de Pedagogía Terapéutica (PT), de Audición y Lenguaje (AL), monitores de Educación Especial, educadores, fisioterapeutas, psicólogos, médicos, enfermeros y mediadores del equipo de la ONCE para las dos aulas de alumnos sordociegos con las que cuenta el colegio.

Uno de los gimnasios que posee el Mercedes Sanroma. / José Ángel García

En cuanto a la dotación de materiales, en pocos centros se dispone de tanto instrumental para atender la diversidad de discapacidades que aquí se concentran. El colegio posee dos gimnasios. El de mayor superficie se encuentra en la planta baja, a escasos metros de la entrada. En su dotación destacan los tanques Hubbard, es decir, bañeras en forma de mariposa pensadas para hacer posible la fisioterapia en agua. Actualmente no se encuentran en servicio por las medidas preventivas frente al Covid. También incluye un sistema de grúas para el desplazamiento de los alumnos.

Otra de las dependencias que más llamativa resulta es la sala multisensorial, pensada para la estimulación de los niños con mayor afectación. Aquí se encuentran los recursos más modernos. “En 2006 comenzamos con un proyecto de inmersión educativa, gracias al cual cada año la Delegación territorial de Educación nos dota de nuevo material”, explica Beatriz Beltrán, que incide en que se trata de un centro “muy inquieto, donde siempre buscamos los recursos más vanguardistas e innovadores para prestar la mejor atención a nuestros niños y jóvenes”.

Entre estos utensilios se incluyen los ordenadores con brazos articulados y pulsadores, que permiten que los menores con discapacidad motórica puedan usarlos. También destaca el sistema informático diseñado para que se pueda trabajar en un ordenador con el iris de los ojos, sin necesidad de teclear nada. Una tecnología muy avanzada que pone a este centro público en la vanguardia de la Educación Especial en España.

Trabajadores del centro desplazan a los alumnos con discapacidad motórica. / José Ángel García

Pero más allá de la dotación tecnológica, lo que ha logrado que el Mercedes Sanroma sea actualmente uno de los centros más valorados por los expertos es el trato profesional que se le dispensa a los alumnos que allí se matriculan. Su directora insiste en la cualidad principal, que se constata en el recorrido por sus instalaciones: “Hay que tener mucha paciencia, abandonar las prisas”.

Una premisa que también se le inculca a los estudiantes del IES Federico Mayor Zaragoza que participan en el ciclo de actividades Ponte en mi lugar. Vienen acompañados de un profesor del instituto, que acude de forma voluntaria a estos ejercicios de cooperación e integración. El grupo lo forman 12 jóvenes, que visitan el Mercedes Sanroma una vez a la semana. Entre ellos se encuentran Yanira y Jairo, un adolescente en cuya familia también hay una persona con discapacidad. “Cuando ves sus limitaciones y las ganas que tienen de aprender, valoras lo que posees y quieres ayudarles en todo lo que sea posible”, refiere.

Rocío Álvarez es la maestra al cargo del grupo. Los alumnos del instituto atienden a Diego, Violeta y Mateo, tres estudiantes de la ESA con escolarización combinada. “Hay que explicarles cómo se mueve una silla de ruedas, cómo se comunican y cómo hay que ayudarles en el gimnasio”, apunta la docente, que abunda en que cuando los jóvenes del colegio de Educación Especial acuden al instituto anexo se integran en un aula ordinaria. “Los alumnos de allí también se enriquecen con la experiencia y el mayor aprendizaje que logran es el de la normalización de este colectivo”, añade.

Estudiantes del IES Federico Mayor Zaragoza conviven con los estudiantes de Educación Especial. / José Ángel García

“Con este aula de la ESA se nos plantea una situación muy especial, pues se trata de jóvenes con una capacidad motriz muy limitada, pero con un nivel competencial muy alto”, señala Rocío Álvarez. Una breve charla con ellos evidencia esta realidad. Diego, por ejemplo, aprobó el curso pasado el ámbito social (los conocimientos se dividen por temáticas en la Educación Secundaria para Adultos) y en el actual se prepara el de Inglés y Lengua. Al igual hacen Violeta y Mateo. Diego, que tiene un prodigioso dominio de la palabra para sus 20 años, sueña con ser actor. Violeta piensa ser psicóloga y Mateo se decanta por ejercer de quiromasajista.

El centro recibió por parte de la Junta de Andalucía una mención a las buenas prácticas en escolarización combinada. Un distintivo que se une a otros tantos, motivo por el cual la demanda de plazas que recibe cada curso es muy alta. Sus aulas registran la ratio máximo contemplada para Educación Especial, que es de ocho alumnos. Esta cifra se reduce a seis en las dos clases de estudiantes sordociegos, donde se pone en práctica un lenguaje signado, pactado y apoyado sobre manos. La directora del centro fue tutora de estas aulas. Al principio sólo existía una, pero luego se desdobló para prestar un mejor servicio.

“Se trata de un trabajo muy sistemático”, refiere Beatriz Beltrán, que explica que la principal complicación que surge con el alumnado del centro son los trastornos de comportamiento, que requieren mucha atención por parte de diversos profesionales y obligan a cambiar los planes que se habían previsto para una jornada.

Labores de repostería en el programa de transición a la vida adulta. / José Ángel García

Como se refirió antes, la escolarización en el Mercedes Sanroma comienza a los tres años, algo muy excepcional y que no es habitual en los centros de esta tipología, pues el “desfase” de este alumnado con el resto de niños comienza a percibirse en Primaria, por lo que, con menos de seis años, quienes acuden a estas instalaciones lo hacen por tratarse de casos “muy especiales”. Una atención a muy temprana edad que ha permitido en algunas ocasiones que el menor se incorpore luego a un colegio ordinario, en el nivel B (apoyo específico en aula convencional). Todo un logro.

En su oferta educativa tampoco faltan los programas de transición a la vida adulta, que se ofertan en dos especialidades. Uno dirigido a las labores de cocina y otro a sistemas y aplicaciones informáticas. En este último se diseñan tazas y camisetas, cuya venta genera unos ingresos que permiten la reforma de varias instalaciones y también programar algún viaje. En el de cocina, la repostería es una de las elaboraciones preferidas de los estudiantes. El fin primordial es dotar de competencias adecuadas a los alumnos para facilitar su inserción laboral.

Una atención imposible en un colegio convencional

La Educación Especial se convirtió hace un año en motivo de polémica al conocerse el primer borrador de la Lomloe, la reforma educativa (conocida como ley Celaá), aprobada finalmente por el Gobierno de Pedro Sánchez. El propósito del texto primitivo es que estos centros específicos fueran desapareciendo poco a poco y sus alumnos se integraran en colegios convencionales. Un fin plausible pero que los profesionales descartaron por resultar su ejecución una “quimera”.

El principal motivo de este rechazo no es otro que la imposibilidad material de que todos los colegios cuenten con los recursos personales y técnicos necesarios para atender las numerosas y distintas discapacidades que presentan estos menores, algo que se comprueba a los pocos minutos de recorrer el CEE Directora Mercedes Sanroma.

Debe tenerse en cuenta que para que un niño se matricule en un colegio de estas características, su solicitud ha de estar avalada por un dictamen de escolarización, basado en una evaluación psicopedagógica. Dicho diagnóstico es el que determina el tipo de atención que debe prestarse al menor y que son cuatro: integración completa en un colegio ordinario, apoyo específico en un aula convencional, asistencia a una unidad de Educación Especial en un colegio ordinario y matriculación en un centro específico de Educación Especial, como es el Mercedes Sanroma.

A dicho colegio acuden alumnos de diversos puntos de la provincia de Sevilla. Hay menores procedentes de El Cuervo, Lebrija, Dos Hermanas, Aznalcóllar y Almensilla, por citar algunas localidades. Por tal motivo, el centro cuenta con 16 rutas de transporte (sin incluir a los niños que los desplazan sus familias).

Además del Mercedes Sanroma, en Sevilla capital hay otros dos centros de Educación Especial de titularidad pública: El Virgen Macarena y el Virgen de la Esperanza (que pertenece a un patronato formado por la Junta y el Ayuntamiento hispalense). A ellos se une un tercero, el Colegio Nuestra Señora de la Merced, en Osuna.

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