Donde los clientes son personajes
Calle Rioja
Debutante. La Feria del Libro que pregona su amigo Juan Eslava Galán tendrá entre sus novedades la primera novela del tabernero Enrique Becerra, 41 años en el oficio.
CUARENTA y un años de tabernero y acaba de nacer como novelista. Pero ambos oficios se unían en el rictus de Enrique Becerra: esperaba en la puerta del salón de actos de la Fundación Cruzcampo como espera a los clientes de Becerra en la calle Gamazo. Presentaba su primera novela, El pintor de mujeres sin rostro, apuesta fuerte de Algaida para la inminente Feria del Libro.
Ha tardado tres años en escribirla, se obsesionó con la historia, soñó con sus personajes, pero al final habrá humanizado a esos escritores, otrora muertos de hambre, que pasan por su casa en busca de la mejor pitanza. "Se pasa bien, pero se sufre escribiendo".
Son muchos los escritores que comen en Becerra, pero ayer, a esta puesta de largo literaria, acudieron más taberneros que escritores. Allí estaban Pedro Sánchez-Cuerda, de La Raza, Rafael Juliá, de Los Monos, y Reyes Morales. La bodega aparece en la portada del libro. "Es uno de los cinco escenarios de la novela", dice el autor. También estuvo su hermano, Jesús Becerra, de Becerrita. "Yo soy más de sumar". Y el resto de la saga: sus hijos Javier y Rocío, que ya trabajan con él en el negocio matriz; Teresa, su mujer, y su hermano Pepe Becerra.
Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla, no quiso perderse la presentación. "Un acto aparentemente social", en palabras de Julio Cuesta, presidente de la Fundación Cruzcampo. Zoido elogió la apuesta del editor, Miguel Ángel Matellanes, de Algaida, una empresa con domicilio social en Nervión que es paradigma de la cruzada de Zoido con el talento.
El autor daría anoche por bueno tanto sacrificio porque pocos escritores, ni siquiera los que salen en los suplementos culturales de los diarios, habrán contado con una presentación de la enjundia y el cariño como la de Amalia Gómez. "Enrique hace de un hombre anodino, un hombre corriente, un personaje grandioso". Como Joyce con Leopold Bloom o Cervantes con Alonso Quijano.
"En esta novela hay mucha noche de verano", dice Amalia Gómez, que destaca su autenticidad frente a "novelistas de corta y pega". Al tabernero, habituado a párrafos sucintos con los clientes, le salen diálogos "de novela, no de teatro". La presentadora ve el padrinazgo descriptivo de Pío Baroja y le anima a seguir. "Lo bueno sería que contara todo lo que sabe, pero eso no lo puede escribir".
En realidad es su segunda novela. La primera se le atascó y su hermana pequeña ha venido en su apoyo. "Sevilla está en cada página de la novela", dice Enrique Becerra, "pero he intentado que no se coma la acción de la novela. Es un escenario, no la protagonista". Una novela sevillana, que huye de la sevillanía y el figuroneo.
A Amalia Gómez la ha marcado tanto que hasta el nombre del protagonista le gusta. "Si tengo un nieto, porque sólo tengo nietas, me gustaría que le pusieran Rodrigo". Este Rodrigo anodino y grandioso que trabaja en una residencia de ancianos y en la primera página camina desde este centro de la calle Sagasta, epicentro de la lotería para un hombre sin fortuna, a la bodega Morales.
Es novel de novelas, pero no en las librerías. Autor de El gran libro de la tapa y el tapeo, La gran aventura de montar un restaurante y Recetas con historia, en Becerra nació el triunvirato de Arturo Pérez-Reverte, Rafael de Cózar y Juan Eslava Galán. Éste, que mañana pregona la Feria del Libro de Sevilla, le dio entre viandas una clase magistral de literatura, "que sólo escribiera de lo que domino y conozco". Eso es decir de todo, porque su mostrador es un palco privilegiado, un caleidoscopio de personajes por los que muchos escritores empeñarían cuarto y mitad de su gloria.
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