Clases de arquitectura en la estación de autobuses

Calle Rioja

Frontera. El viaje en Damas desde Sevilla a Ayamonte permite conocer cinco estaciones. La empresa centenaria nació con un servicio Ayamonte-Huelva que le ganara tiempo a las diligencias

Puesta de sol en el Algarve vista desde Ayamonte. / D.S.

16 de septiembre 2024 - 07:01

Gente que espera. O también la rueda del tiempo, éste cogido del título de una novela de Manuel Talens. A Nuria Canivell, decana del Colegio de Arquitectos de Sevilla, le propondría que los estudiantes de Arquitectura hicieran un estudio comparativo sobre la edificación de las estaciones de autobuses. Basta con sacar el billete Sevilla-Ayamonte. Ese viaje les permitirá conocer las similitudes y diferencias entre cinco estaciones de autobuses: Sevilla-Plaza de Armas (la del Prado es de Rodrigo Medina Benjumea), Huelva, Lepe, Isla Cristina y Ayamonte. Esta última está muy cerca de la antigua estación de ferrocarril y conserva elementos cerámicos y arquitectónicos del 29.

El viaje es en la empresa Damas. Otra lección de Historia. El nombre no es un acróstico ni un topónimo ni un jeroglífico. Es la segunda parte del primer apellido del fundador de la empresa, un portugués de Río de Molinos llamado Arturo López-Damas Cardigós. Damas está de centenario. Nació en los años veinte, el sueño de este pionero que empezó trabajando de chófer en un servicio de automóviles de los hermanos Pérez y Feu, que tenían en Ayamonte una empresa de conservas, salazones y almadrabas.

Ayamonte es más conservera que conservadora. No es retórica. Este gremio fueron una especie de Médicis de la frontera. Detrás del impulso de un conservero están proyectos como el Hotel Guadiana de Vila Real de Santo Antonio, que en 2026 será centenario; el viaje de Joaquín Sorolla a Ayamonte para pintar la pesca del atún en el encargo que le hizo la Hispanic Society; y esta empresa de autobuses Damas. Arturo, el portugués, se casó con una ayamontina en la iglesia de las Angustias, cuya titular fue coronada en 1992; se fueron a Lisboa y regresaron a Ayamonte, donde creó el primer servicio de transportes Ayamonte-Huelva. Se ganaba tiempo a las nueve horas que se tardaba en diligencia. Modernizó la flota con cinco nuevas unidades que llegaron en barco desde Alemania para hacer más llevadero un trayecto que entre Lepe y Cartaya era conocido como Cabo de las Tormentas. El nuevo servicio permitió que muchos viajeros de Huelva y provincia pudieran visitar Sevilla durante la Exposición Iberoamericana de 1929.

Ayamonte tiene el encanto de lo fronterizo. La inauguración hace treinta años con el ministro Borrell como maestro de ceremonias del puente que une Andalucía y el Algarve no le ha restado un ápice de encanto y de utilidad a los barcos que a diario unen esta población con Vila Real de Santo Antonio. En Vila Real tienen el hotel Guadiana y en Ayamonte el hotel Luz del Guadiana. Qué buen nombre cuando uno contempla las puestas de sol desde la antigua aduana. A medida que el sol se esconde, mengua la línea lumínica que como cordel de farolillos atraviesa el río de orilla a orilla. Se esconde el sol y a renglón seguido iluminan el castillo de Castro Marim.

Vila Real de Santo Antonio debe parte de su importancia histórica al Tratado de Badajoz, ciudad extremeña también bañada por el Guadiana. Ese Tratado se firma en 1267 entre Alfonso X de Castilla y León (el Sabio, hijo de Fernando III) y en virtud del cual pasan dos cosas: se establece la línea fronteriza entre Castilla y Portugal, por un lado; por otro, el reino del Algarve se incorpora a la corona portuguesa. Esta zona de frontera ha sido siempre muy andalucista: no es casual que las estaciones de Lepe y de Isla Cristina estén situadas junto a la Avenida Blas Infante de sendas localidades. En la segunda, tuvo su notaría el considerado padre de la Patria andaluza. La historia y las leyendas cuentan de un proyecto secesionista que urdieron el marqués de Pombal, el hombre que modernizó el Algarve, y el marqués de Ayamonte. La sombra de este último permanece enclaustrada más de treinta años en el hotel que lleva su nombre, a dos pasos del mercado municipal y el cine Cardenio, y que permanece cerrado a cal y canto.

El encanto de Vila Real son sus cuadrículas. Por eso al principio creó mucha controversia el hotel Guadiana, porque rompía la estética pombaliana. En septiembre desciende considerablemente el número de turistas. La iglesia de Vila Real está cerrada por una plaga de ‘garruchos’ (escarabajos). Cristiano (Ronaldo) es omnipresente. La calle Dr. Teófilo Braga es la calle Sierpes de esta villa. Al fondo se ve un obelisco dedicado al poeta local Antonio Aleixo. A la izquierda está el hotel Apolo y un monumento a los bomberos. Entramos en la farmacia, recorremos el mercado municipal y en una esquina nos topamos con la librería Lusíadas. En el escaparate han reproducido una Calle Rioja en la que el cronista daba cuenta de la presentación en el Consulado de Portugal en Sevilla del primero de los siete volúmenes del ‘Año de la muerte de Álvaro de Campos’, obra de Jorge Plácido. Lo conocí el 8 de mayo en un parterre del hotel Alfonso XIII. Venía con los libreros portugueses y Pepe Lebrato, el editor sevillano. Ese día el Madrid eliminó al Bayern Munich en la Copa de Europa. Calle Dr. Teófilo Braga esquina con Rioja. El doctor Braga (1843-1924) nació en las Azores, fue durante cuatro meses presidente provisional de la República Portuguesa y es autor del primer tratado de Sociología en el país vecino.

Ayamontino, pazguato y fino. El dicho es un piropo a la forma de identificarse con el paisaje, con el clima a la hora de hablar. Está también en sus cuadros, porque el legado de Sorolla fue muy fértil. Este año se cumplen cincuenta años de la Escuela Ayamontina de pintura. Es el medio siglo de muchas cosas. En 1969 abrió sus puertas la cafetería La Flor de la Canela; en 1970, el hotel Don Diego. Ambos rodean el perímetro del parque Prudencio Navarro que en tiempos fue zoológico. Hace años que los rugidos del león ya no despiertan a los huéspedes del hotel.

Igual que los autobuses de Damas, siempre ha habido mucha relación entre Ayamonte y Sevilla. El rey que firmó el Tratado de Badajoz murió en Sevilla y sus restos están en la catedral. Hay misa en las Angustias el domingo que es el día mundial del Turismo. No se ven las colas de agosto para coger mesa en el bar El Costalero, aunque se mantiene el cartel: “para pedir mesa hable con el camarero de las gafitas”. Pasea Paco Sosa, que eligió el nombre Giralda para su editorial; Rosa es la esposa de Antonio Saldaña, que fue hermano mayor del Carmen Doloroso; él se ha quedado viendo el Betis-Leganés y ella pasea por el puerto con su madre, Dominga Piedras Albas. “Me pusieron Dominga por mi padre, que se llamaba Domingo y murió en la guerra”. Hay ayamontinos de cuna con residencia en Sevilla y ayamontinos consortes, como Román Calvo Jambrina, cardiólogo, socio fotográfico de los paseos por la historia de Fernando Gabardón. Román es de un pueblo de Zamora y se casó con Toñi Álvarez, que le dio esta ciudad como segunda patria, ex aequo con Sevilla.

El Ayamonte bajó de categoría y empieza la temporada jugando contra el Atlético La Palma. En Vila Real se anunciaba la actuación de las hermanas Balanas, virtuosas una del violín, otra del piano. La oficina de Turismo, junto al antiguo zoo, ofrece planos de la ciudad y horarios de los autobuses. Los que van a la playa, destino Punta del Moral, son de una puntualidad impecable. Es otra lección de arquitectura: los nuevos modelos de construcción para este litoral entre Isla Canela y Punta, donde el río que se escondía en Villarrubia de los Ojos se hace océano para marineros y almadraberos. El sol se ha escondido y el cielo se queda como un cuadro de Florencio Aguilera.

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