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Lluvias en Sevilla este lunes

"La clase media-alta se reducirá a profesionales muy cualificados"

Francisco José Ferrero. Catedrático de Economía Aplicada

Este universitario jubilado, ex cargo de la Junta e impulsor de plataformas ciudadanas, está convencido de la necesidad de un mercado laboral más flexible y de una sociedad más abierta

Francisco Ferraro, en la terraza de su domicilio, durante la entrevista.
Luis Sánchez-Moliní

16 de junio 2013 - 05:03

-Muchos de su generación optaron por la carrera de Económicas influenciados por el marxismo, toda una moda en la época. ¿Fue su caso?

-Mi verdadera vocación era la arquitectura, pero no se me daba bien el dibujo artístico. Tenía, eso sí, ciertas habilidades jugando al Monopoly, el Palé se llamaba entonces, y la gente me decía que yo debía ser bueno para los negocios y la economía. Puede parecer una tontería, pero gracias a esa y otras razones decidí estudiar Económicas. Empecé en 1967 en Málaga, porque entonces no había facultad en Sevilla. No me arrepiento, la Economía me ha apasionado.

-Fueron unos años convulsos en la Universidad.

-Milité en la extrema izquierda, en el trotskismo heterodoxo, en Acción Comunista. El día de las primeras elecciones democráticas dejé la militancia. En esos años también empecé a interesarme por algo que, entonces, a nadie le importaba: las cuestiones mediambientales. Fui uno de los que impulsó el Grupo Ecologista Autónomo de Sevilla (GEAS), el primero que hubo en la ciudad. Al mismo tiempo empecé a trabajar en la economía del medio ambiente.

-Precisamente, en esos tiempos empezó una tesis sobre esta materia y tuvo a un director excepcional: el escritor, humanista y economista José Luis Sampedro.

-Estaba entusiasmado con Sampedro. Recuerdo con gran emoción la calidez del personaje, su franqueza, su sencillez, mis paseos con él por Sevilla. Me quedaba sorprendido de que una persona que había aportado al mundo de la economía algunas investigaciones pioneras y determinantes fuese a su vez músico -se levantaba todos los días a las cinco de la mañana a tocar el piano-, escritor... Además, estaba esa preocupación por los oprimidos pese a tener una situación de privilegio. Mi frustración es que dejó la universidad y, por tanto, la dirección de mi tesis. Aún así, presidió el tribunal ante el que me doctoré.

-¿Cuándo llega a la Universidad de Sevilla?

-Entré en la Universidad de Sevilla en el año 73 como profesor no numerario, los famosos PNN, un movimiento clandestino muy importante en el tardofranquismo e inicios de la democracia que demandaba una sociedad más libre y menos burocratizada. Fue una fuerza importante en la democratización de la Universidad. Trabajé mucho en el movimiento PNN y, en septiembre de 1975, antes de la muerte de Franco, me echaron de la Universidad junto a otros profesores. Al poco de morir Franco, en abril de 1976, me volvieron a contratar.

-De esa militancia un tanto radical pasará a ser secretario general de Economía de la Junta entre 1990 y 1994. Todo un cambio.

-Cuando me invitó Jaime Montaner a entrar en política lo estuve dudando mucho. Con el tiempo me he dado cuenta de que fue la segunda decisión mejor de mi vida.

-¿Y cuál fue la primera?

-Irme a tiempo, porque para ser un buen gestor político hay que tener ciertas habilidades que yo no poseo. Tengo el estómago delicado para los sapos que hay que tragarse.

-Dígame, al menos, un sapo.

-Después de la Expo estuve negociando quedarnos con el pabellón de Retevisión para convertirlo en un centro de investigación e innovación en alta definición, que en esos momentos era el futuro. Entonces, me enteré en Madrid de que, paralelamente, gente de mi mismo Gobierno estaba tratando la posibilidad de comprar el edificio para la radio y el despacho del director de Canal Sur, como finalmente sucedió. Era un proyecto de investigación, de futuro y sin apenas coste público, pero...

-¿Llegó a militar en el PSOE?

-Nunca he militado en el PSOE. Actualmente no tengo proximidad ni lejanía ni con el Partido Socialista ni con el PP, ni siquiera con UPyD, formación de la que estuve cerca en sus principios. En general, no me interesan los partidos políticos ni la gestión política. No es mi mundo.

-Sí está vinculado, sin embargo, a movimientos ciudadanos como Iniciativa Sevilla Abierta. ¿Cómo ve la ciudad?

-Sevilla es la ciudad donde he nacido, he vivido y, probablemente, moriré. La quiero y me siento sevillano. Pero también la sufro, porque es una ciudad muy parada, con una sociedad cerrada y muchos prejuicios y compartimentos estancos, donde es muy difícil articular movimientos. Es un lugar donde las tradiciones, que son muy necesarias para cualquier ciudad, son excesivas y cualquier otra cosa pasa a ser irrelevante; cualquier capataz de Semana Santa tiene mayor relevancia social que el mejor catedrático de la Escuela de Ingenieros. Cuando nos miramos tanto a nosotros mismos significa que miramos menos fuera y, por tanto, estamos menos abiertos al mundo, somos menos cosmopolitas. Iniciativa Sevilla Abierta nació con la voluntad de abrirnos al mundo, de tratar de captar lo que hay de nuevo e interesante fuera de Sevilla.

-La crisis ha devaluado la figura del economista como intelectual público y muchos le reprochan el no haber sabido prever lo que iba a ocurrir. Defienda usted al gremio.

-En el gremio hay personajes magníficos y todo lo contrario, pero me gustaría decir que algunos economistas sí alertamos de que la cosa iba mal y sólo hay que ir a las hemerotecas para comprobarlo. La Economía no es una ciencia exacta, es una ciencia social, y cualquier hecho social a lo largo de la historia es la resultante de infinidad de variables, por lo que es imposible prever con exactitud lo que puede ocurrir. Por ejemplo, ayer [el martes] se reunió el Tribunal Constitucional de Alemania y la bolsa española bajó hasta cerca de un 3%. Eso es impredecible.

-Está claro que hubo políticos que ocultaron la crisis por sus intereses partidarios, el ex presidente Zapatero sin ir más lejos, pero ¿cree usted que también hubo economistas que actuaron así?

-Sí, algunos vinculados al mundo financiero falsearon informes interesadamente. Golfos los hay en todas partes.

-El debate económico parece atascado en el enfrentamiento entre neoliberales y keynesianos. ¿No hay una tercera vía?

-Temo defraudarle, pero a mí me parece que eso son simplificaciones que hacen los medios de comunicación para que la gente entienda. Actualmente, a mí lo que me resulta más atractivo es el enfoque institucionalista de la economía.

-¿Y en qué consiste ese enfoque?

-En que el determinante a largo plazo del desenvolvimiento de la economía depende de la calidad de las instituciones. Entendemos por instituciones las reglas del juego y las entidades públicas y privadas de las que nos dotamos a partir de esas reglas. Por ejemplo, hay instituciones y medidas que favorecen la corrupción, como las subvenciones a empresas en crisis, a la vista está. ¿Por qué tenemos que subvencionar a determinados trabajadores afectados por ERE y no a todos? ¿Por qué esa discrecionalidad? Evidentemente por política, por influencia, por presiones, por amistad... Esa institución de ayuda es una profunda injusticia.

-¿La regeneración democrática es también la regeneración de la economía?

-Efectivamente, va por ahí.

-¿Europa está actuando bien en este sentido?

-La gobernanza que ha hecho Europa de la crisis pasará a a la historia como una auténtica aberración.

-¿Por qué?

-Por la existencia de intereses contrapuestos entre unos países y otros, porque el marco legal de gobernanza es lento y burocrático, y porque tenemos una moneda única pero no una política fiscal unificada. No tenemos ni unión bancaria ni política fiscal, dos elementos absolutamente básicos para afrontar la crisis y que no podemos inventarlos de la noche a la mañana... Y si lo hacemos chocamos con los diferentes intereses de unos países y otros.

-¿Estamos ante algo más que una crisis económica?

-Estamos ante un cambio en el orden económico internacional: la globalización. El crecimiento de los países emergentes es tal que dentro de poco serán igual de ricos que nosotros o más. Ante eso estamos actuando de una forma muy lenta, porque queremos seguir con todas las prerrogativas que teníamos. Hay que hacer reformas profundas para tener sociedades más flexibles y adaptativas, que encuentren su nuevo sitio en el orden internacional.

-Frente al ataque que sufre actualmente el sector público por parte de algunos economistas, autores como Tony Judt han hecho una encendida defensa del mismo. ¿Con qué carta se queda?

-Es imprescindible tener un sector público de importancia, porque es esencial para algunas funciones como la seguridad, la defensa, las infraestructuras, la sanidad, la educación... Pero en España ha habido un crecimiento desordenado y descontrolado del mismo. En mi oposición a cátedra presenté un ejercicio en el que comparaba las empresas públicas de Andalucía, tanto autonómicas como nacionales, con las privadas que operaban en los mismos sectores... El resultado fue tremendo: el nivel de eficiencia de las empresas públicas frente a las privadas era generalizadamente menor. Una de las reformas a las que no se atreve este gobierno es a la reforma de la Administración pública.

-Precisamente, Rajoy vive actualmente acosado tanto por los que le reprochan falta de audacia en las reformas -Aznar, sin ir más lejos- como por los que recriminan que está desmontando el Estado de bienestar.

-Siento decirle que en esta cuestión estoy con Aznar, un personaje que no me gusta. Las reformas se hacen en momentos de crisis. Éste es el momento. Aunque Rajoy empezó con un afán reformista parece que se ha frenado debido a los costes políticos. Tenemos que dotarnos de un marco económico y social que permita una mayor competitividad en un mundo muy cambiante. Hay que hacer reformas en la Administración pública, porque el funcionariado es una institución fuera del tiempo, arcaica. En los países más avanzados, los funcionarios están desapareciendo y se están contratando empleados públicos según las necesidades de cada momento. También hay que hacer una reforma de la Administración local de verdad, no la que ha presentado el Gobierno, reducir el número de ayuntamientos y suprimir las diputaciones. Evidentemente, las autonomías también están sobredimensionadas. La Administración debe ser más eficiente, más colaborativa, un lugar en el que, como en una tienda, estén deseando ayudarte.

-¿Y la tan polémica reforma del mercado del trabajo?

-El haber permanecido con un mercado del trabajo cuyas bases principales eran del franquismo ha sido uno de los grandes problemas que ha tenido España. Es la única explicación por la que este país tiene de media casi un 27% de paro, mientras otros países en crisis cuyo PIB ha caído igual o más que España tienen sólo un 8%. La reforma de Rajoy es insuficiente y mejorable. Se siguen manteniendo una gran diversidad de tipos de contratos. Hay que ir a un contrato único en el que a la gente se le indemnice en función del tiempo que lleve trabajando.

-Los últimos datos del paro de mayo fueron buenos más allá de la estacionalidad. ¿Estamos ante un brote verde? Ya sé que la expresión es odiosa.

-Probablemente el paro en junio también vaya bien, pero puede estar seguro de que en septiembre y octubre aumentará. Siento hacer esta previsión, pero lo que se está produciendo es una desaceleración en la destrucción de empleo. El paro tocará fondo a principios del año que viene. Lo malo es que levantarnos de ahí nos va a costar mucho tiempo y esfuerzo.

-Y la pregunta del millón: ¿cuándo va acabar la crisis?

-Todas las previsiones coinciden en que durante el primer semestre del año que viene se producirá una pequeña recuperación. La intensidad de esta recuperación a corto plazo dependerá más de las medidas que se adopten en Europa que de las del Gobierno, cuyas decisiones sí tendrán mucha importancia en el largo plazo. Los próximos años vamos a crecer muy poco, porque debemos más de tres billones de euros que hay que pagar, y por tanto no tendremos dinero para el consumo. Hay que ser muy consciente de esto.

-Uno de los problemas que se detecta actualmente es un empobrecimiento de las clases medias.

-Yo creo que la clase media-baja va a aumentar y la clase media-alta se va a ir reduciendo a profesionales muy cualificados. Este proceso ya se detecta de una manera muy clara en países como EEUU y tiene el riesgo de que fomente la desafección y las tensiones sociales. Los profesionales que ya acceden a las rentas más altas son personas con cinco másteres, que trabajan veinticuatro horas al día y que tienen el cuchillo entre los dientes. Eso de vivir tranquilamente, con un mes de vacaciones al año, priorizando otras cosas que no son el trabajo quedará para las clases medias bajas.

-¿Existe algún determinismo que frene el desarrollo en Andalucía?

-Nuestros problemas con el desarrollo responden a razones históricas y de incentivos. Desde hace bastante tiempo en Andalucía no se ha generado una acumulación de capital productivo para inventir en empresas. Nuestro papel ha sido la generación de productos agropecuarios que han estado protegidos y agrupados en grandes unidades de producción, los latifundios, cuyos propietarios han tenido pocos incentivos para montar otro tipo de cosas, porque vivían razonablemente bien. A eso, en el tiempo reciente, se le han sumado administraciones intervencionistas y escasamente promotoras de la competencia. Aquí, lo importante ha sido estar cerca del poder para conseguir sus regalías en forma de subvenciones o contratos. En definitiva, no podemos culpar a la genética o al calor de nuestros problemas.

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