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¿Por qué la policía española quiso que el yihadista fuera detenido en Marruecos?

Claroscuros de la colaboración antiterrorista marroquí

La policía española pudo detener al joven universitario de Sevilla a su regreso a Andalucía, pero prefirió encargárselo a la marroquí

Expectación de vecinos y medios en el barrio en el que vivía el joven universitario detenido en Marruecos. / Antonio Pizarro
Ignacio Cembrero

18 de abril 2019 - 19:48

Zouhair el Bouhdidi, de 23 años, el presunto terrorista que quería atentar en Sevilla, fue detenido el 9 de abril por la policía marroquí aunque la noticia de su apresamiento solo se supo nueve días después cuando, este miércoles, en plena Semana Santa, fue registrado su domicilio familiar en el barrio sevillano de Su Eminencia.

¿Por qué la policía española, que le seguía la pista, instó a sus colegas marroquíes a detenerle y no esperó a su regreso, probablemente a través del puerto de Algeciras, para echarle el guante y ponerle a disposición judicial? Quizás porque confía en que la contundencia de los interrogatorios de sus colegas de la Dirección General de Supervisión del Territorio (DGST) dé más resultados que los suyos. Quizás porque sabe también que la condena que le caerá en Marruecos a El Bouhdidi será más severa que la que le impondría la Audiencia Nacional, cuyos jueces son más garantistas.

El detenido, al que se le ha aplicado la ley antiterrorista marroquí (12 días sin asistencia letrada), solo fantaseaba con inmolarse en plena Semana Santa. No tenía, sin embargo, planes concretos y, sobre todo, carecía del explosivo necesario sobre cuya fabricación había hecho búsquedas en Internet, a juzgar por los primeros resultados de los registros policiales.

Una vez más la policía española ha actuado aparentemente cuando el plan terrorista estaba en una fase muy embrionaria. Esos golpes por anticipado le dieron excelentes resultados entre 2004 (11-M) y 2017 (atentados de Barcelona y Cambrils) aunque también acabaron enviando a prisión a musulmanes piadosos, pero inocentes que los jueces pusieron en libertad.

Marruecos no extraditará nunca a El Bouhdidi –no entrega a sus ciudadanos a potencias extranjeras- pero sí le podría juzgar por los delitos cometidos en España. El tribunal antiterrorista de Salé ya sentó en el banquillo, en diciembre de 2008 por primera vez, a dos terroristas marroquíes, Abdelilá Hriz y Hicham Ahmidan, imputados por su participación en el 11-M. Les condenó a 20 y 10 años de cárcel, respectivamente.

Detención estratégica

Que la policía española delegue en la marroquí para la detención y los interrogatorios del joven residente en Sevilla demuestra la estrecha cooperación antiterrorista entre ambas. Con motivo de su primera visita a Marruecos, en octubre pasado, la ministra de Justicia, Dolores Delgado, afirmó incluso que la ayuda de Rabat había evitado atentados “que se pretendían cometer en Cataluña”, pero no aportó más datos.

El máximo jefe policial marroquí, Abdelatif Hammouchi, y, sobre todo, el director del servicio secreto (DGED), Yassin Mansouri, se han jactado en más de una ocasión de haber ayudado a abortar golpes terroristas en EEUU y en Europa. En este continente el 70% de los autores de atentados perpetrados en el último lustro son marroquíes o de origen marroquí. De ahí la importancia de su colaboración.

Hammouchi o Mansouri no dieron más detalles, pero la prensa oficialista marroquí, empezando por el diario digital 'Le 360', sí sostuvo que gracias a la ayuda marroquí la policía francesa localizó y abatió en Saint Denis, en noviembre de 2015, a Abdelhamid Abaaoud, el cerebro de los atentados que ese mismo causaron 130 muertos en París. Las autoridades francesas no confirmaron ni desmintieron esta información.

Lo que sí está corroborado es que la inteligencia marroquí alertó, a finales del otoño de 2015, a la Oficina Federal de Investigación Criminal alemana (BKA) de la peligrosidad de Anis Amar, el terrorista tunecino que en diciembre de ese año provocó una matanza en un mercado navideño de Berlín. Ese aviso, que no fue explotado con rapidez, figura en la documentación que obra en poder de la comisión del Bundestag (cámara baja del Parlamento alemán) que investiga ese atentado.

La escurridiza colaboración marroquí

Aunque reconocen que la cooperación marroquí es valiosa, sobre todo en Ceuta y Melilla, algún policía español que se dedica a la lucha antiterrorista señala que en más de una ocasión las informaciones procedentes de Rabat les han hecho perder el tiempo. Recuerdan, por ejemplo, cómo investigaron a una viuda catalana por supuestos vínculos terroristas. Lo que la inteligencia marroquí quería, en realidad, saber sobre ella era qué apoyo bridaba a los jóvenes saharauis independentistas que hospedaba en su casa de Barcelona.

La colaboración que ofrece Marruecos no es gratuita. Es la contrapartida a todo el respaldo que España y Francia le dan, por ejemplo, en las instituciones internacionales desde la Unión Europea hasta Naciones Unidas. Sufre además interrupciones cuando Rabat se enfada como sucedió en febrero de 2014.

Una juez instructora parisina trató de interrogar a Hammouchi, que estaba en París, al que tres marroquíes residentes en Francia habían denunciado por torturas. Marruecos cortó entonces durante once meses la cooperación judicial y en materia de seguridad con Francia hasta que este país modificó un convenio bilateral e impidió en la práctica que un magistrado francés pudiera convocar a un funcionario marroquí.

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