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El cerebro de la operación Baluarte

El Ejército de Tierra coordina desde Sevilla el trabajo de 2.000 rastreadores militares

Las unidades de vigilancia epidemiológica funcionan como un call-center

Rastreadores militares en El Copero. / Antonio Pizarro

Si no fuera porque van vestidos con el uniforme del Ejército de Tierra y hay una bandera española en una esquina de la sala, cualquier persona que pisara la estancia en la que se ha habilitado la Unidad de Vigilancia Epidemiológica (UVE), en el acuartelamiento del Copero, se pensaría que está entrando en un call-center cualquiera de una de las muchas empresas de servicios que operan en España.

Célula de crisis en Capitanía. / Antonio Pizarro

Una decena de puestos de trabajo, cada uno protegido con mamparas y equipado con un teléfono y un ordenador portátil con conexión a internet. El personal trabaja protegido con mascarillas y con cascos y micrófonos incorporados. Pero quienes llaman no son los comerciales de ninguna compañía de telefonía móvil dispuestos a ofrecer suculentos descuentos para el potencial cliente, sino militares formados como rastreadores para cercar al Covid-19, esa enfermedad que ha hecho al Ejército darle una vuelta a sus funciones clásicas y poner en marcha una continuación de la operación Balmis, que en esta segunda ola se ha denominado como operación Baluarte.

Un rastreador militar, en su puesto de trabajo. / Antonio Pizarro

Si en la primera campaña fue Madrid el centro de operaciones de los trabajos militares en la lucha contra el virus, en esta ocasión todo se coordina desde Sevilla, desde la sede de la Fuerza Terreste, en el edificio de Capitanía Militar de la Plaza de España. Se ha montado en ella una célula de crisis en la que se estudian todos los datos de la evolución de la pandemia y se diseñan operaciones futuras para el caso de que fueran necesarias ponerlas en marcha. En esta segunda ola de la enfermedad, el trabajo de los militares se centra principalmente en los rastreos para ayudar al personal médico civil y en la desinfección de infraestructuras críticas, sobre todo residencias de ancianos.

La UVE del Copero es una de las 73 unidades de este tipo que se han montado en toda España. Todas, salvo las de la región de Murcia, dependen de la Capitanía de Sevilla. El grueso de este despliegue corresponde al Ejército de Tierra, que tiene 53 unidades. La Armada y el Ejército del Aire (que es quien se ocupa en Murcia) cuentan con ocho cada uno. En total, son 2.000 militares que ejercen de rastreadores. De ellos, 1.500 corresponden al Ejército de Tierra, 250 al del Aire y 250 a la Marina. En Andalucía, son 360 los soldados que trabajan en la detección de los contactos estrechos de cada uno de los positivos que las comunidades les notifican.

Mapa con todas las unidades de vigilancia de la operación Baluarte. / Antonio Pizarro

Cada día, el Servicio Andaluz de Salud vuelca en una aplicación un número de positivos detectados por pruebas PCR. Los rastreadores militares tienen acceso a esta aplicación y se ponen en contacto con el positivo para que éste les comunique las personas con las que ha estado en contacto estrecho en los últimos días. Se entiende como tal a todas aquellas personas con las que ha estado más de 15 minutos a menos de dos metros de distancia. Los rastreadores preguntan nombres y teléfonos, si durante el contacto iban con mascarillas o no y una serie de cuestiones claves para poder frenar la expansión del virus.

En la mayoría de los casos, la persona que ha dado positivo ya había hablado con sus contactos, con lo cual el trabajo se allana. En otras ocasiones, el positivo, o caso índice, desconoce los apellidos de su contacto y la cosa se complica un poco. O, como pasó ayer por la mañana, un positivo pidió al rastreador que lo llamara después porque en ese momento no podía atenderle.

Las oficinas de Capitanía de Sevilla, desde donde se coordina toda la operación Baluarte. / Antonio Pizarro

Al mando de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica de Sevilla está el teniente Germán Vera, del Regimiento de Artillería Antiaérea RAAC 74. En la unidad trabajan 30 personas por turnos pero hay capacidad para que haya hasta 60, en función del número de casos positivos que haya. El teniente destaca que cada vez son menos los contactos estrechos porque la población se autoaísla cada vez más. Y, aunque algunos de los que han llamado al principio creían que era una broma, enseguida se mostraron dispuestos a colaborar. El teniente recuerda que todos los rastreadores son voluntarios. "En estos momentos, es la mejor forma de servir a España".

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