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El cenador de Carlos V del Alcázar de Sevilla estuvo rodeado en su origen por una alberca

Patrimonio

Las catas arqueológicas corroboran el uso lúdico del primitivo edificio almohade

Una de las construcciones con las que más semejanzas guarda es la Menara de Marrakech

El cenador de Carlos V del Alcázar de Sevilla escondía un gran palacio almohade con función lúdica

Galería del cenador de Carlos V, en los Jardines del Alcázar de Sevilla. / Antonio Pizarro

El cenador de Carlos V del Alcázar de Sevilla estuvo en su origen rodeado por una alberca. Es una de las hipótesis a las que se ha llegado tras las catas realizadas los últimos meses, dirigidas por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales y cuyos resultados se han presentado este lunes. Al acto han acudido el portavoz del gobierno local y primer teniente de alcalde, Juan Bueno; la gerente del palacio mudéjar, Ana Jáuregui; y el alcaide del monumento, Andrés Luque Teruel. Los trabajos desarrollados son previos a la restauración de dicho edificio, que se prevé que se encuentre a punto para 2026, cuando se cumplan cinco siglos de la boda del emperador Carlos con Isabel de Portugal.

Los primeros resultados de las catas arqueológicas trascendieron a principios de septiembre, cuando ya empezó a descartarse que el origen del cenador fuera el de un lugar de enterramiento en época de dominio árabe. Muy al contrario, su construcción se vincula al uso recreativo en las entonces huertas del Alcázar. El avance de los sondeos sigue avalando esta hipótesis, a lo que contribuyen también edificios con rasgos y uso comunes en el antiguo Al-Andalus y Marruecos.

Siguiendo esta línea de investigación, el cenador tuvo su origen a finales del siglo XII y principios del XIII. Se construyó en época almohade, a 2,5 metros por debajo de la cota actual. Ante de la Reconquista cristiana ya tuvo varias modificaciones, propiciadas por constantes inundaciones, algunas de ellas de gran trascendencia, como la que se llevó por delante gran parte de la muralla primitiva que rodeaba Sevilla, según precisa Tabales.

La gran qubba

El elemento arquitectónico que lo definió era una gran qubba (estructura con base cuadrada y cúpula o techo no plano de madera), en su día mucho más esbelta que en la actualidad, debido al nivel de cota en la que se levantó. Coronaba un gran salón, abierto por sus cuatro lados y con grandes vanos. Esta fisonomía se alteró en dos ocasiones durante el periodo almohade como consecuencia de las inundaciones mencionadas, lo que fue elevando la cota y sumó nuevas estancias colindantes.

Miguel Ángel Tabales, Andrés Luque, Juan Bueno y Ana Jáuregui, delante del cenador de Carlos V. / Antonio Pizarro

Tras la Reconquista, aparecieron otros añadidos, algunos de ellos de la época de Pedro I. La gran reforma se acometió en 1546, lo que dio lugar al actual palacio renacentista, que -en palabras de Tabales- supuso la simplificación del esquema original. Es en esta actuación cuando se ciegan los ventanucos de los que constaba la qubba para levantar la armadura actual.

Aunque tal hipótesis está pendiente de corroborarse con futuros trabajos arqueológicos -no se puede descartar al 100% que no tuviera uso funerario-, las catas realizadas evidencian que el edificio andalusí era mucho mayor que el actual, pues junto a la gran qubba que permanece bajo la armadura del XVI se levantaron otras dependencias de gran porte, cuyo fin predominante era lúdico.

Una almunia

La función palatina tenía su sentido en el lugar donde se levantó el primitivo edificio, las amplias huertas del Alcázar, que luego pasaron a convertirse en jardines. Se trataría de una mansión, del tipo almunia que, muy probablemente, estaría rondeada por un gran estanque, alberca o buhaira, situado en el lado sur, hoy convertida en una explanada. Respalda esta teoría los rasgos comunes que el primitivo palacio posee con otros edificios de época andalusí, como el Alcázar del Genil o el Cuarto Real de Santo Domingo, ambos en Granada. Incluso en Marruecos existe otra construcción con un parecido bastante razonable. Se trata de la Menara de Marrakech, que conserva aún un estanque por delante, a modo de buhaira.

La investigación realizada a través de las catas en el cenador de Carlos V cubre, en palabras de Tabales, "un vacío histórico" en cuanto a las huertas vinculadas al Alcázar, muchas de las cuales habían permanecido durante siglos englobadas en la alcazaba exterior almohade. Una zona verde que, como demuestra ahora este edificio, estuvo en su día repleta de huertos, norias, abercas e inmuebles para el descanso.

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