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El cementerio de San Sebastián, el primer camposanto público de Sevilla

El Porvenir

Parroquia de San Sebastián, en cuyo entorno se encontraba el cementerio de El Porvenir. / José Ángel García

Los dibujos que el famoso hispanista y viajero inglés Richard Ford realizó en Sevilla entre 1830 y 1833 son una de las fuentes claves para la iconografía de la ciudad. De él son los dos únicos documentos gráficos que existen del desaparecido cementerio de San Sebastián, ubicado en el barrio de El Porvenir. Estos dos dibujos a lápiz de 175 x 255 milímetros y un crucero con una lápida en el jardín de la parroquia de San Sebastián, sede hoy de la Hermandad de la Paz, son los dos únicos vestigios que existen en la actualidad de este camposanto del siglo XIX.

Tal como reconoce el profesor de la Universidad de Sevilla Francisco Javier Rodríguez Barberán, que lleva tres décadas estudiando los cementerios, hay pocos sitios que hablen tanto sobre los vivos que los que éstos destinan a sus difuntos. Los camposantos son depósitos de memoria y un patrimonio que no siempre tiene esta consideración. Prueba de ello es el cementerio de El Porvenir, lugar clave en la historia del siglo XIX de la ciudad, pero desconocido para la mayoría de los sevillanos.

En el siglo XVIII ya se es consciente de la necesidad de sacar fuera de la ciudad a los muertos. Carlos III y su Real Cédula de 1787 marcan un punto de inflexión al ordenar la edificación de cementerios extramuros. Pero en Sevilla la situación se retrasa por la dificultad de que la gente abandonase una práctica cristiana anclada en fuertes convicciones, hasta que la gran epidemia de fiebre amarilla de 1800, que, según los anales, dejó casi 15.000 muertos en Sevilla, obliga a adoptar otras medidas, según relata el profesor Rodríguez Barberán, del departamento de Historia, Teoría y Composición Arquitectónicas de la Universidad de Sevilla.

Crucero que recuerda la existencia del cementerio de San Sebastián. / José Ángel García

Ya en 1786, el Cabildo hispalense propuso la elección de varios sitios para esos cementerios extramuros vinculados a edificios religiosos, como la ermita de San Sebastián, la huerta de Santa Teresa, la huerta y el convento de Capuchinos y la ermita de la Concepción, pero todo quedó en papel mojado, según apuntan fuentes del Ayuntamiento de Sevilla.

Entre 1815 y 1819, la situación cambió a raíz de otra epidemia y varios personajes ilustres de la ciudad solicitaron permiso para, en caso de fallecer, poder ser enterrados en el atrio de la ermita de San Sebastián, hoy parroquia, en El Porvenir. .

"Desde el punto de vista arquitectónico carecía por completo de interés, como demuestran los dibujos realizados por el viajero inglés Richard Ford, pero la iniciativa supuso el arranque de un proceso que no tenía ya vuelta atrás", comenta Rodríguez Barberán. "No eran más que unos patios con nichos en las paredes. Al principio, este cementerio tuvo un perfil privado. Posiblemente, el proyecto fue impulsado por personas y familias acomodadas, como el marqués de las Amarillas, siguiendo el estilo de los cementerios de las hermandades sacramentales de Madrid".

Estos precedentes hicieron que el Ayuntamiento de Sevilla aprobase en octubre de 1825 un proyecto para cementerio público en San Sebastián en la trasera de la ermita, con plano y presupuesto del maestro Julián de la Vega. Éste entregó un primer croquis con 202 nichos en total, según cuenta el profesor Fernando Cruz Isidoro en el libro La Paz, El Porvenir. Historia y patrimonio. "De este modo, el camposanto de San Sebastián pasó de ser privado a público", continúa Rodríguez Barberán, convirtiéndose así en el primer cementerio de extramuros público.

Dibujo de Richard Ford del cementerio de San Sebastián. / HERMANDAD DE LA PAZ

En uno de los dibujos de Richard Ford de 1831, que se conservan en la colección londinense Brinsley Ford, se observa en primer término el gran patio que el ayuntamiento estaba formando, todavía con los muros laterales inconclusos y la disposición perimetral de nichos de hasta 8 alturas. El segundo dibujo, con fecha de 9 de febrero, representa una vista más cercana. Aquí se aprecia, tras ingresar por el portón central, el cementerio en el atrio de la ermita, con igual disposición de huecos y acceso por la izquierda al patio colateral.

Dibujo de Richard Ford del cementerio de San Sebastián. / HERMANDAD DE LA PAZ

Con motivo de la redacción del plan especial de protección de El Porvenir, en 2003, se conocieron algunos detalles más de este episodio de la geografía funeraria de la ciudad. El cementerio fue ampliado y se acometieron varias fases, entre ellas la apertura de zanjas para pobres.

"La necesidad de enterramientos provocó la intensificación del uso del suelo, con sucesivos proyectos, aprobados por el ayuntamiento a partir de julio de 1838; la solicitud de nuevas construcciones de nichos en 1841; y las discordancias por el precio del más caro enterramiento promovido por la hermandad de La Paz. Pascual Madoz escribía en 1841 cómo la hermandad cobraba 200 reales a los adultos y 180 a los párvulos, salvo en la gran mortandad de cólera de 1833, que lo rebajó a 80 reales a los 744 que se enterraron aquí", se puede leer en un extracto del libro de La Paz, El Porvenir. Historia y patrimonio facilitado a este periódico por el actual hermano mayor de La Paz, Vicente Flores.

Este cementerio coincidió en el tiempo con el de San José, situado en el barrio de Triana. A diferencia del de San Sebastián, de este camposanto sí existe un plano que permite hoy saber cómo era pero poco más. Éste se situaba entre el Patrocinio y el monasterio de la Cartuja, terrenos que actualmente están en el entorno de la Torre Sevilla. Poco se ha estudiado sobre su existencia. También era una edificación modesta, un espacio para nichos sin mas valor arquitectónico, y su memoria, a pesar de ser relativamente reciente, se ha perdido por completo.

A partir de 1850 el deterioro es irremediable, según detallan fuentes del Ayuntamiento de Sevilla. El cementerio estaba saturado, con hasta 2.000 sepulturas al año, y las inundaciones habían convertido el espacio en un lugar insalubre. Se le encarga entonces a un concejal, Francisco Borja Palomo, el control del adecentamiento de la zona porque continuamente aparecían huesos. En 1856 se ordenó la exhumación de los restos, algunos amontonados ya en la ermita tras al caída de los muros de nichos, y su traslado a un gran fosa común situada tras la iglesia. En el osario se levantó un crucero con una lápida. En 1858 el cementerio fue demolido, aunque se siguieron haciendo enterramientos en la zona de canónigos al menos diez años más.

"En 1863, un particular pidió al Cabildo que protegiese con una valla ese osario para evitar profanaciones y el concejal Palomo respondió que para ello haría falta vallar hasta la venta de Eritaña. Parece una exageración, pero demuestra que a mediados del siglo XIX había conciencia de que la zona era una necrópolis inmensa", explica el arqueólogo.

"El camposanto se clausuró legalmente a finales del siglo XIX pero, desde la inauguración del cementerio de San Fernando, en 1870, estaba en desuso. No había panteones importantes, sólo nichos. En mi opinión, el XIX fue un siglo de mucha agitación y este cementerio fue un parche. Había que enterrar a las personas y ésta fue una solución rápida. Me imagino que en los últimos años su estado fue de gran abandono", concluye Rodríguez Barberán.

Pero la memoria es frágil. Con el desarrollo urbanístico de El Porvenir, llegó a edificarse en el solar que albergaba el osario, donde hoy se levanta una torreta de pisos. Y el crucero y la lápida que marcaba la ubicación del cementerio y de los restos exhumados se trasladó al jardín delantero de la actual parroquia, donde permanece. El profesor Rodríguez Barberán reconoce que no tiene constancia de dónde se encuentran actualmente los restos que aquí yacían.

Lápida en recuerdo a los difuntos enterrados en el cementerio de El Porvenir. / José Ángel García

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