La Basílica de la Milagrosa, el último sueño de Aníbal González para Sevilla
Pudo ser la segunda catedral de Sevilla
El arquitecto sevillano proyectó un templo neogótico en los Jardines de la Buhaira que, por sus dimensiones, podría haber rivalizado con la Catedral de Sevilla
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Imagine una Sevilla con dos Catedrales. En los años 20 del siglo pasado, no sólo lo imaginaron, sino que lo diseñaron, lo proyectaron e, incluso, el propio rey Alfonso XIII acudió al acto en el que se bendijo la colocación de la primera piedra. Pero la muerte prematura del arquitecto Aníbal González Álvarez-Ossorio, responsable y gran impulsor de este ambicioso proyecto, acabó con este sueño que podía haber cambiado la historia, la imagen y el perfil urbanístico de la ciudad de Sevilla tal como se conoce hoy.
La Basílica de la Inmaculada Milagrosa forma hoy parte de la Sevilla oculta y no todos los sevillanos conocen esta parte de la historia de la ciudad de la cual aún quedan algunos vestigios junto a los Jardines de La Buhaira, en concreto, los cimiento y el basamento de más de tres metros de altura que permite recrear en la mente la magnitud que pretendía tener el edificio.
El reconocido arquitecto sevillano no pasaba por su mejor momento cuando decidió poner en marcha la construcción de la Basílica de la Milagrosa. Tras dimitir como director del proyecto de la Exposición del 29 después de dedicarle 15 años de su vida debido a sus continuas desavenencias con el comisario regio nombrado por el general Primo de Rivera, José Cruz Conde, González retomó en 1926 el proyecto de la basílica, ideado por primera vez en 1920.
Las medidas de la Basílica de la Milagrosa
El encargo de la Compañía de Jesús era construir en unos terrenos donados a los jesuitas en Huerta del Rey una basílica y un centro educativo (actual colegio Portaceli). Aníbal González ideó una colosal iglesia neogótica de dimensiones extraordinarias que rivalizaría en grandiosidad con los templos más importantes de Europa, entre ellos la propia Catedral de Sevilla, y en altura con la mismísima Giralda. De hecho, algunos historiadores apuntan a que las medidas que se contemplaban en el proyecto eran similares a las de la Catedral hispalense.
"Era una iglesia muy compleja y de una gran inmensidad. Si se hubiera construido hubiera sido algo majestuoso", destaca Aníbal González Serrano, nieto del arquitecto sevillano. "Mi abuelo tenía mucha relación con los Jesuitas, por eso asumió este proyecto. De hecho, entre 1916 y 1918 construyó la Capilla de los Luises y la residencia de los padres Jesuitas en la calle Trajano"
Todo estaba diseñado a lo grande, aunque existen diferentes versiones sobre las medidas exactas del edificio. Víctor Pérez, catedrático de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, habla de una fachada de 45 metros de altura, flanqueada por dos torres de 90 metros cada una (la Giralda mide 97,5 metros); mientras que el nieto de Aníbal González señala que las torres contempladas iban a medir 65 metros. A esto hay que sumar una superficie en planta de casi 10.000 metros cuadrados frente a los 11.520 metros cuadrados de la Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla. No cabe duda de que, tras su construcción, la Basílica de la Milagrosa se hubiera convertido en un referente mundial de la arquitectura religiosa.
"Por lo general, sólo se habla de la iglesia, pero el plan de mi abuelo no era solo construir una basílica, sino un gran complejo religioso-educativo. Delante del templo, diseñó una gran plaza -de unos 120 metros de diámetro- con un enorme obelisco cuyo extremo superior estaría coronado por el Sagrado Corazón de Jesús", explica Aníbal González Serrano.
El arquitecto proyectó también un centro de enseñanza para unos mil estudiantes, una sala de conferencias, aulas, una residencia para los religiosos, un internado y una escuela de arte y oficios, según detalla su nieto. "La construcción de todo este proyecto hubiera sido el refrendo a toda su obra en la Exposición del 29", exclama González.
En la pared de una de las escaleras de la Clínica Dental Aníbal González e Hijos, en la Plaza de la Magdalena, se puede ver una acuarela original de la fachada principal de la Basílica de la Milagrosa, donde se aprecian tantos las dos torres proyectadas como un "magnífico" rosetón. Debajo del cuadro se puede leer: "Último sueño de Aníbal González". "Ojalá algún día, algún loco arquitecto fuera capaz de construir este sueño. Sé que es muy improbable, pero es mi sueño", comenta el dentista mientras contempla el cuadro de la basílica.
El catedrático de Arquitectura de la Universidad de Sevilla Víctor Pérez, por su parte, cree que este proyecto estaba abocado al fracaso desde el primer momento: "Era un proyecto imposible, nunca se hubiera terminado. El arquitecto sevillano estaba ya enfermo cuando asumió este proyecto y acababa de ser apartado como director de la Exposición Iberoamericana. Además, aún estaba finalizando el proyecto de la Plaza España, aunque ya no como director".
Las intenciones del arquitecto
Tanto Pérez como González coinciden al afirmar que se trataba de un trabajo muy personal y costoso. "Estoy seguro de que, quienes lo apoyaron económicamente, fue porque detrás del proyecto estaba Aníbal González. La prueba está en que cuando éste murió, el proyecto original no salió para delante", apunta el catedrático Víctor Pérez.
¿Fue este proyecto una declaraciones de intenciones por parte de Aníbal González o simplemente deseos de llevar al extremo los honores a la imagen de la Milagrosa? Las exageradas dimensiones del proyecto llevan a algunos historiadores a dudar de si lo que pretendía el arquitecto era mostrar su talento y retar a quienes lo habían apartado de la Exposición del 29 o plasmar su devoción. El nieto del arquitecto asegura que su abuelo era "muy devoto de la Milagrosa", de ahí que asumiera este gran reto personal; mientras que Pérez apunta más a su lado profesional.
"Hay que tener en cuenta cómo se encontraba el arquitecto sevillano a nivel psicológico en ese momento. Además de enfermo, tenía un enorme disgusto porque le habían apartado del proyecto de la Exposición Iberoamericana, al cual se entregó mucho, y había tenido un conflicto con la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. En mi opinión, creo que asumió la construcción de la basílica como compensación", señala el catedrático de la Universidad de Sevilla.
Las obras comenzaron a sufragarse mediante donaciones particulares y de comunidades religiosas, pero debido al elevado presupuesto, empezaron los recortes. A pesar de los problemas financieros y a algún que otro contratiempo más, el 6 de julio de 1928 se iniciaron los trabajos. Fue tal la expectación que la colocación de la primera piedra del templo fue bendecida por el Cardenal Ilundáin y contó con la presencia del rey Alfonso XIII. El chaparrón que cayó y sorprendió a todos los presentes al acto aquel día parecía ya augurar que el plan no llegaría a buen puerto.
Existe una curiosa fotografía de aquella jornada tomada por Cecilio Sánchez del Pando en la que se ve a un numerosos grupo de ciudadanos ataviados con sus mejores galas sujetando sobre sus cabezas (y al revés) las tradiciones sillas sevillanas de enea y madera para protegerse de la lluvia.
De iglesia colosal a patio de recreo
Pese a los esfuerzos, el sueño de González y de la Compañía de Jesús se esfumó con la muerte del arquitecto a los 53 años el 31 de mayo de 1929, apenas 11 meses después de que arrancaran las obras de la basílica y sólo tres semanas después de la inauguración de la Exposición Iberoamericana del 29 que transformó Sevilla bajo su batuta. "Sólo dio tiempo a levantar los cimientos y el basamento, que iba a ser de color blanco, en honor a la Inmaculada", cuenta el nieto del arquitecto a la vez que enseña el libro Inspiración, trabajo y constancia. Trayectoria personal y profesional del arquitecto Aníbal González Álvarez-Ossorio, un trabajo de investigación de 11 años de González Serrano.
"No me hago a la idea de que este proyecto se hubiera llevado a cabo", responde Pérez cuando le preguntan qué hubiera supuesto para la ciudad un monumento de estas características. "La Plaza de España ya es un canto de cisne. Y dos cantos de cisne no se producen de manera simultánea. Estoy seguro de que, de una manera u otra, el proyecto de la Basílica de la Milagrosa no hubiera llegado nunca a buen puerto, y, en el hipotético caso de haberlo hecho, no podía haber competido con la Catedral de Sevilla".
Tras el fallecimiento de Aníbal González ningún arquitecto quiso asumir las obras de la colosal basílica. No fue hasta los años 40 cuando otro arquitecto sevillano, Antonio Illanes del Río, cogió las riendas del proyecto, pero solo en parte, abandonando el plan del templo y centrándose en la construcción del actual Colegio Inmaculado Corazón de María, Portaceli.
La basílica fue abandonada y su enorme basamento de más de tres metros de altura sólo sirvió como campo de juego para los alumnos del Portaceli. El propio Víctor Pérez, catedrático de Arquitectura de la Universidad de Sevilla y ex alumno de este colegio, recuerda la "aventura" que suponía jugar de niño alrededor de estos restos.
No fue hasta finales del año 2000 cuando, a través de un concurso público, el terreno fue adjudicado para la apertura de un restaurante que llevó por nombre La Basílica y que abrió en 2003. Su diseño mantenía intacto algunos elementos arquitectónicos ya existentes en el proyecto original, como la planta en forma de cruz latina o las girolas exteriores. Desde finales de 2020, el restaurante permanece cerrado tras expirar la concesión y hoy las malas hierbas colonizan lo que fue el restaurante y los restos de un sueño que pudo ser y no fue: una ciudad con dos catedrales.
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