La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Calle rioja
EN 1956 le dieron el Nobel de Literatura a Juan Ramón Jiménez y España boicoteó los Juegos Olímpicos de Melbourne. Oro en el podio de Moguer. Ese año nacieron las dos mujeres que comparten caseta en la Feria del Libro: Esperanza Alcaide, la librera, que recibirá el premio al fomento de la lectura, y María Sanz, poeta que firmaba ejemplares de sus libros. "Es el año del champú que le gustaba a James Bond". Esperanza dice que a ella le fomentó la lectura su padre, José Alcaide, panadero de Arahal, el marido de Esperanza Rico.
La próxima Feria de Abril será en mayo, pero esta Feria de mayo ya está en pleno abril de casetas. Esperanza tiene la suya en la calle Juan Belmonte. En 1995 abrió su primera librería en el Alameda Multicines, quizás por eso tenga en lugar privilegiado un tocho de Guillermo Cabrera Infante como cronista de cine, y desde 1997 es librera en la calle Feria, la calle donde nació el Pasmo de Triana. Primero en los impares, en un local muy pequeño que ahora es tienda de ropa íntima, y ahora en los pares, más cerca del mercado. Con parada de autobús, como explica a quien se acerca a su caseta. El 13 y el 14, porque esta librera es de la generación del 27.
Las mujeres, que leen, son peligrosas. Es el título de un libro de Stefan Bollman con prólogo de Esther Tusquets. ¿Y las que escriben? Hay libros peligrosos. Sobre María Sanz caen ejemplares de Las Nieblas de Huancabamba con el que David Villegas Cabadas ganó el premio de novela de terror Ciudad de Utrera. Pasa gente con banderas por la Plaza Nueva en el día del Trabajo. Transición de Marx y Engels a Daoíz y Velarde. Esperanza recuerda el ejemplar de El Manifiesto Comunista que le vendió José Manuel Padilla cuando la hija de José y Esperanza tenía 18 años.
Está en la misma calle de las librerías Repiso, donde Pilar del Río conoció a Saramago, y Reguera, vecina de El Tremendo, qué novelista alcanza ese impacto narrativo. Entre sus colegas de Alfar y Rayuela. Leyó la novela del argentino y cree llegada la hora de la relectura. "Hay que dejarla 25 años, como hice con El Principito".
Hay entre la librera y la poeta que firma un nexo machadiano. El último libro que ha leído Esperanza es Ligero de equipaje, la biografía de Antonio Machado escrita por Ian Gibson. María Sanz estuvo en la pensión de Soria donde el poeta conoció a su amada cuando fue en 1990, "la única vez que he visto nevar en mi vida", a recoger el premio Leonor de poesía por el libro Aves de paso. Firma ejemplares de Sorianos en Sevilla, entre los que aparece su abuelo Benigno Sanz, "que era el que más cartillas de racionamiento tenía en Sevilla". Los best-seller de la posguerra de un soriano de Suellacabras que en su tienda de comestibles atendía a Alfonso Guerra, que sería librero antes que vicepresidente del Gobierno, y sus hermanos, vecinos de la calle Rastro. Hay otros dos Sanz en su libro, el tendero de El Bacalao y la librería Sanz, colegas de Esperanza. Tomás Sanz Barrera y su hijo Fernando Sanz Virtu, sorianos de Covaleda. La librera de El Gusanito Lector recuerda al segundo "alto, estiloso, con un bigote estilo Clark Gable".
Llegan autores cuya lectura ha fomentado la librera: el médico Francisco Gallardo (La última noche) y el periodista Guillermo Sánchez (La Levitación). Entre las banderas, algunas de la República. En la caseta, ejemplares del libro Conversaciones sobre la III República, escrito al alimón entre Julio Anguita, el alcalde comunista de la Córdoba de monseñor Infantes Florido, y Carmen Reina, que no es la librera de la librería Antonio Machado sino periodista cordobesa que trabaja en organizar eventos.
Pasa Jesús Quintero por la caseta de Esperanza. Paisano del Nobel de Moguer y de la ministra Fátima Báñez a la que le atizan dialécticamente los manifestantes. Le gustaría entrevistar a Mourinho, el traductor que se va a quedar sin décima ni espinela. La caseta tiene su particular altar de afectos para Antonio Rodríguez Almodóvar, que en una de las fotos se parece a Sánchez Dragó. Esperanza prefiere Galdós a Dickens y Flaubert, aunque Valle-Inclán le llamara "don Benito el garbancero"; de los autores muertos, que nunca mueren en su obra, Proust y Delibes; de los vivos, Jesús Carrasco, que la ha dejado a la intemperie.
Esperanza Alcaide es una Mary Poppins de la literatura infantil. Todos los viernes organiza en su librería cuentacuentos. Le hace la prueba a todos los libros para ese público, la principal cantera. La última revelación se llama El secreto de Luis. Comparte caseta con los jóvenes editores Estefanía Abril y Jesús Moracho, de la firma Autores Premiados.
Hay un libro dálmata titulado 101 buenas razones para leer. ¿La razón 102? "Ser feliz", dice Esperanza. Remite a un lector de libros de arquitectura a la caseta de Céfiro. ¿Un libro que nunca terminó? El Capital. ¿El primer libro del que guarda memoria de lectora? La muerte de una dama, de Llorenç Villalonga. No pisó la Feria de Abril. María Sanz le muestra una foto de niña, vestida de gitana en la Feria del Prado, con su abuelo Benigno junto a la caseta del Labradores.
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