La Cartuja: recinto Expo’ 92, ciudad histórica
En estos momentos en los que se plantea ampliar el Conjunto Histórico, se debe considerar la incorporación al mismo del recinto de la Expo 92, como parte de la ciudad histórica que es
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Pocos años faltan para que se cumpla el centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929. Ya contamos con comisaria y con logotipo, y todas las instituciones implicadas se están interesando por el estado de conservación de los pabellones que han llegado hasta nosotros, a la vez que se lamentan de que, espacios que fueron vitales para la muestra, como la Avenida de la Palmera, se estén degradando, bien por insuficiente protección o, sobre todo, por exceso de especulación. Miramos hacia atrás con ojos críticos hacia aquellos que, en su momento, pudiendo evitar tales pérdidas no lo hicieran. Tan importante fue aquella Exposición en la vida de la ciudad, en su desarrollo urbano como lo ha sido para Sevilla la Exposición Universal de 1992. ¿Estamos tratando su legado con el mismo respeto e interés como el que ahora añoramos para con la del 29?
La herencia urbana del 29 pronto fue absorbida por la ciudad que no tardó en integrarla en sus barrios y en su arquitectura. ¿Está pasando lo mismo con la del 92? Como en la Iberoamericana, algunos pabellones y espacios significativos se han salvado. Otros, que eran realmente singulares como el caso del Palenque, se derribaron buscando una rápida rentabilidad económica. Hay que evitar que intervenciones descoordinadas acaben desnaturalizando un espacio, el del recinto de la Expo 92 que ya es parte de la historia de la ciudad y como tal debe ser protegido.
Ahora peligra un elemento vertebrador del recinto, como es el Canal de los Descubrimientos, que conectaba el Lago de España con el Guadalquivir a través de una esclusa aún existente, tras fluir bajo una serie de puentes y pasarelas. Y, también como sucedió tras el 29, los mismos que han permitido su abandono y degradación, son los que ahora claman por su “dignificación” mediante su cegado y urbanización. En estos momentos en que, ante el negativo ejemplo de la Palmera, se está planteando ampliar el Conjunto Histórico de Sevilla, se debe considerar la incorporación al mismo del recinto de la Expo 92, como parte de la ciudad histórica que es.
Otro aspecto a considerar es la necesaria integración de la Cartuja con el resto de la ciudad. A lo largo de la década de los 80 del pasado siglo, en los años previos a su celebración, algunos desacertados políticos y urbanistas reiteradamente la calificaron como “Expo’ 92, un hecho exógeno de la ciudad”. Esto es, algo ajeno a Sevilla, a su historia, a su forma urbana, a sus gentes. Han pasado más de treinta años y parece que lo han conseguido. El recinto de la Expo’ 92 sigue siendo un mundo aparte. La ciudad se ha detenido a sus puertas, no ha sido capaz de internarse en él, de incorporar sus espacios, de integrar sus avenidas, de prolongar hacia su interior la actividad ciudadana. Se han unido varias causas. Por una parte un urbanismo añejo, basado en la delimitación de grandes superficies con una sola función: aquí las industrias, allí los equipamientos y más allá, las zonas verdes. Un urbanismo, que parece desconocer la esencia mestiza de las ciudades históricas, en la que conviven y se entremezclan las viviendas, los comercios, las industrias, los artesanos, sin segregar las actividades más allá de lo que el respeto mutuo exige. Esa complejidad que es parte de la belleza de nuestras ciudades históricas ha quedado fuera de la Cartuja. Junto a ello se une un tema que parece tabú en la Cartuja: las viviendas. Esto tiene en parte una razón histórica.
Durante los últimos años del franquismo se planteó una gran operación urbanizadora en la Cartuja. Se hablaba de 25.000 viviendas con una población en torno a las 100.000 personas. Se produjo una fuerte reacción, encabezada por el Colegio de Arquitectos, y aunque la operación se frustró, parece que todavía produce rechazo la idea de prever viviendas en la Caruja. Pero una ciudad es un espacio predominantemente residencial. Los polígonos industriales, los parques tecnológicos, son muy necesarios en las ciudades, pero no lo son por sí mismos. Incluso los equipamientos y las zonas verdes carecen de sentido sin una población a la que dar servicio. Pero tampoco se trata ahora de improvisar unas localizaciones para nuevos vecinos.
Se están haciendo propuestas puntuales, descoordinadas: unas veces se proponen dos nuevas torres en la banda ioeste, ahora se habla de zonas de ocio junto al Canal, intervenciones puntuales que no contemplan el problema en su integridad. Hace más de treinta años que no se estudia la situación de la Cartuja en su conjunto y en detalle. Aunque parezca colmatada aún quedan muchos espacios sin ocupar y, lo que es peor sin una ordenación actualizada. Un ejemplo de ellos son las citadas bandas, al oeste y junto al canal, sin olvidar las dos grandes parcelas de equipamiento (también, por cierto, cubiertas de jaramagos): una en calle López Pintado, de 10.689 m2, de propiedad municipal y otra, también de propiedad pública en calle Inca Garcilaso de 28.000 m2 en una situación estratégica para conectar con el barrio de Triana, con la que se podrían integrar dos tramas urbanas hoy muy distanciadas.
Urge iniciar ese estudio global que comprenda los problemas del Parque Tecnológico, de los equipamientos culturales a nivel ciudad (CAAC, IAPH y CaixaForum), de los servicios necesarios (farmacias, guarderías, librerías, papelerías, etc) así como la necesaria dotación residencial para que pueda considerarse la Cartuja como una auténtica ciudad histórica.
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