Cuatro clanes de carteristas rumanos operan en Sevilla desde mayo
Más de 150 delincuentes operan en el centro de la ciudad
La falta de policías y la descoordinación entre los cuerpos de seguridad facilita el trabajo de los delincuentes
Los hurtos han crecido un 6% en el primer trimestre del año
Más de 150 carteristas rumanos están operando en Sevilla desde el pasado mes de mayo, cuando llegaron a la ciudad procedentes de su país y de otras ciudades españolas en las que estaban asentados, como Madrid, Barcelona o Málaga. Son miembros de al menos cuatro clanes muy numerosos, originarios de distintas localidades ubicadas en la parte más oriental de Rumanía, casi en la frontera con Moldavia. Las ciudades de las que proceden son principalmente tres: Roman, Bacau e Iasi.
Estas organizaciones familiares funcionan de manera itinerante. Cuando llevan semanas robando en alguna ciudad y ya han despertado las sospechas de la Policía, se mudan a otra zona de España. En Andalucía están cometiendo robos con mucha frecuencia no sólo en Sevilla. También actúan en Ronda y en Córdoba. Las bandas de carteristas han evolucionado en su modus operandi. En un principio se alojaban en hoteles, pero descubrieron que éstos están muy controlados por la Policía Nacional. Ahora lo hacen en casas que alquilan por periodos de larga duración e incluso en apartamentos turísticos.
Aunque los dueños de este tipo de alojamientos están obligados a facilitar el registro de sus clientes a la Policía, al igual que los hoteles, en la práctica existen muchos apartamentos ilegales que no cumplen con este trámite. O bien el apartamento lo alquila un miembro del clan que no tenga antecedentes, o con una identidad falsa, y luego en él se quedan más de una decena de familiares. De esta forma, los carteristas se mueven por la ciudad con cierta impunidad. Operan sobre todo en el conjunto monumental de Sevilla, en las inmediaciones de la Catedral y el Alcázar, en la Plaza de España y en las cercanías de la Plaza de Toros.
Son verdaderos especialistas en sustraer carteras o teléfonos móviles, que en muchas ocasiones roban sin que la víctima ni siquiera se dé cuenta. Esto hace que muchos de estos robos no lleguen a denunciarse. Si la cantidad sustraída es escasa, el turista opta por seguir sus vacaciones en la ciudad y no tener que pasarse una mañana presentando una denuncia en comisaría. En otras ocasiones, los turistas piensan que simplemente se les ha perdido la cartera o el teléfono, por lo que tampoco acuden a denunciar los hechos. O, si deciden dar ese paso, la Policía tramita los hechos como un simple extravío, de manera que esa denuncia no cuenta en las estadísticas de seguridad ciudadana.
Por ejemplo, los dos robos cometidos por una carterista rumana en dos tiendas del centro de Sevilla, que pueden verse en el vídeo que acompaña a esta información, no se han denunciado. La Policía ha tenido conocimiento de ellos porque los responsables de los establecimientos les han enviado las imágenes. Los agentes han identificado a la presunta autora de ambos robos, pero no han podido proceder a detenerla porque nadie los ha denunciado.
A pesar de esta falta de denuncias, las últimas estadísticas de criminalidad publicadas por el Ministerio del Interior reflejan una subida de los hurtos en Sevilla capital en el primer trimestre del año. Los hurtos son el delito más común en la ciudad, donde cada día se registra una media de 50 casos. Entre enero y marzo de 2019 se denunciaron en Sevilla 4.467 hurtos, lo que supone casi un 6% que en el mismo periodo del año anterior, cuando fueron 4.217.
Este es el último periodo del que se disponen datos de seguridad ciudadana. No están incluidas las estadísticas de la primavera, temporada alta para el turismo de la ciudad, y fecha en la que es habitual que vengan a Sevilla decenas de carteristas para actuar durante la Semana Santa y la Feria de Abril. En el caso de los rumanos que están actuando durante estas semanas en la capital, son personas que llegaron en mayo, justo después de celebrar la Pascua ortodoxa.
Desde entonces están operando en la zona monumental y en tiendas del casco histórico. Las principales víctimas son turistas asiáticos, como ya denunciaron hace unos meses los guías turísticos, que alertaron del repunte de la actividad de los carteristas y de la falta de coordinación entre la Policía Local y la Nacional.
Ambos cuerpos padecen graves carencias de personal, que se empiezan a notar ya en el balance de criminalidad. Los delitos en general crecieron en el primer trimestre del año en torno al 13% en la ciudad, la subida más acusada de la historia reciente. En el distrito centro, la Policía Nacional ha desmantelado prácticamente el grupo Hércules, la unidad de motoristas que patrullaba por todo el casco histórico. De mantener un despliegue continuo, con más de una decena de motos, esta unidad ha quedado reducida al mínimo.
En el caso de la Policía Local hay otros problemas añadidos al de la falta de personal. El Grupo Giralda, unidad que se fundó tras el asesinato de una turista en 1998 en el barrio de Santa Cruz, ha quedado también orillado. Los agentes de este grupo se dedican últimamente a permanecer de punto fijo en el dispositivo antiterrorista en la cola del Alcázar. Apenas atienden llamadas relacionadas con la seguridad ciudadana, que se derivan a la Policía Nacional. Los agentes del Giralda tienen órdenes de no confeccionar los atestados por robos, que eran unos 500 al año. Sólo instruyen actualmente informes sobre actuaciones inmediatas con autor conocido, pero no en aquellas que requieren una investigación posterior.
Tampoco funciona desde hace tiempo la comisaría del Patio de Banderas, que se presentó como una oficina de atención al turista pero que en la práctica no ha tenido ninguna utilidad. La oficina llegó a presentarse en un acto conjunto en la puerta del Ayuntamiento, con policías nacionales y locales. Hoy, aquello que se vendió como una labor de coordinación, es un reflejo del trabajo por separado y sin compartir información de los agentes de ambos cuerpos de seguridad. Una situación difícil de comprender en una ciudad que ha hecho del turismo una de sus principales fuentes de ingresos.
Los guías turísticos alertaron en marzo del repunte de carteristas en seis puntos que calificaron como negros de la zona monumental. El lugar que consideraban más peligroso para los turistas era la Plaza de España, donde los ladrones se mezclan con los grupos de viajeros que entran por la Puerta de Aragón. Buscan cualquier mínimo roce para sustraer el monedero, el teléfono móvil, la cámara de fotos, el reloj o cualquier joya que consideren valiosa. Si no han podido robarles en un primer encontronazo, suelen sentarse en los bancos de la plaza junto a los turistas y aprovechan algún descuido. Si tampoco lo consiguen así, lo intentan después en la zona central de la plaza, bajo el balcón de Capitanía, donde se celebra a diario un espectáculo flamenco que congrega a bastantes turistas.
El teatro de la Maestranza es otro punto caliente. Los carteristas suelen estar sentados junto a la estatua de Mozart. Consultan algún mapa o miran el móvil, a la espera de que llegue un grupo a los quepuedan robar. El problema es similar en los Jardines de Murillo, donde hay un punto de carga y descarga de autobuses turísticos. Los ladrones aprovechan la confusión del momento en el que bajan o suben al autobús sus víctimas para echar mano a bolsos y carteras.
Otro punto negro es la puerta del Perdón de la Catedral, donde se generan habitualmente aglomeraciones de público motivadas por los free tours y las señoras que leen manos y venden romero. La cola del Alcázar, la calle Vida, en pleno barrio de Santa Cruz, son otras zonas conflictivas de las que alertan los guías turísticos.
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