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El cardenal Amigo Vallejo cumple 85 años

Religión

Su relevo en la sede hispalense se produjo hace diez años

Desde el pasado marzo su nombre está incluido en el nomenclátor sevillano

El cardenal Carlos Amigo Vallejo fue arzobispo de Sevilla durante 27 años. / D. S.

El cardenal Carlos Amigo Vallejo, arzobispo emérito de Sevilla, cumple este viernes 85 años. El que fuera prelado hispalense durante 27 años sigue viniendo con bastante frecuencia a la capital andaluza, donde es llamado por numerosas hermandades para presidir sus cultos principales.

Nacido en Medina de Rioseco (Valladolid) el 23 de agosto de 1934, ocupó la sede de San Isidoro desde 1982 a 2009. Previamente había sido obispo de Tánger, una ciudad en la que los católicos son minoría.

Durante su apostolado en la archidiócesis sevillana recibió en dos ocasiones a San Juan Pablo II. La primera vez en 1982, con motivo de la beatificación de Sor Ángela de la Cruz, y la segunda en 1993, cuando el Sumo Pontífice clausuró el Congreso Mundial Eucarístico que se celebraba en la capital andaluza.

Desde su llegada a Sevilla modernizó la administración del Arzobispado, donde redujo el gran aparato burocrático. Para ello, contó con tres personas que fueron pilares fundamentales en el inicio de su pontificado: Antonio Domínguez Valverde, vicario general; Antonio Alcalde, vicario de religiosos; y Manuel Benigno García Vázquez, secretario general.

Monseñor Amigo pilotó la venta del Palacio de San Telmo a la Junta, para lo que hubo que saltarse la voluntad testamentaria de los Montpensier, que lo habían donado a la Iglesia siempre que sirviera como escuela de nuevas vocaciones. Fueran unas negociaciones largas y duras con un Gobierno socialista con el que este franciscano siempre ha mantenido una buena relación, lo que despertó cierto recelo en las filas del centro derecha andaluz. También durante su pontificado se construyó el nuevo Seminario Metropolitano.

Monseñor Amigo Vallejo besa la mano de Juan Pablo II al recibir el capelo cardenalicio. / EFE

En estos años, el que fuera prelado hispalense robó el protagonismo con sus declaraciones a los máximos representantes del clero español, ya que no había tema político, social o religioso del que no opinara, como su "comprensión" a los trabajadores en la huelga general contra la reforma laboral del Gobierno de Aznar en junio de 2002. También fue contundente -ante la pasividad de los curas vascos- al condenar el terrorismo de ETA en la valiente homilía pronunciada en el funeral de Alberto Jiménez Becerril y su esposa, Asunción García Ortiz, asesinados de un tiro en la nuca por la banda criminal en enero de 1998.

Casó a la Infanta Elena con Jaime de Marichalar en marzo de 1995, en la primera boda real que se celebraba en España desde la de Alfonso XIII con Victoria Eugenia. La Catedral de Sevilla fue el templo elegido para este enlace.

Tardó dos décadas en recibir el purpurado, demasiado tiempo para un arzobispo de Sevilla, aunque este título, que lo convirtió en 2003 en Príncipe de la Iglesia, no está vinculado a la diócesis donde se ejerce como autoridad eclesiástica, sino a la persona. Tal condición le ha permitido asistir a dos cónclaves en los que salió elegido Benedicto XVI y el actual Papa Francisco.

Imagen del día en que se produjo el relevo en la sede hispalense, con la llegada del nuevo arzobispo, monseñor Juan José Asenjo. / Juan Carlos Vázquez

Al cumplir 75 años tuvo que presentar su renuncia, que fue inmediatamente aceptada, algo poco frecuente para quien ha estado tan largo periodo al frente de una diócesis, pues lo más habitual es que se conceda cierto tiempo de prórroga, más aún si ostenta el cargo de cardenal.

La ciudad en la que fue arzobispo durante casi tres décadas le honra para siempre con una calle que le fue dedicada el pasado mes de marzo en el tramo que discurre entre la Plaza Virgen de los Reyes y Alemanes, junto al Palacio Arzobispal que fue su casa 27 años.

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