El canónigo Francisco Navarro fallece en Sevilla a los 69 años

Fue el comisario de la Magna Hispalensis, diplomático de la Santa Sede y creador del actual modelo de gestión de la Catedral.

El canónigo Francisco Navarro, en la cuaresma de 2012 en su despacho de delegado ejecutivo del Cabildo Catedral de Sevilla.
El canónigo Francisco Navarro, en la cuaresma de 2012 en su despacho de delegado ejecutivo del Cabildo Catedral de Sevilla.
Carlos Navarro Antolín

22 de julio 2013 - 05:03

Francisco Navarro Ruiz, canónigo de la Catedral y párroco de Los Remedios, falleció ayer en su casa de la calle Montecarmelo a los 69 años de edad como consecuencia de una grave enfermedad pulmonar. Con su fallecimiento, que ocurrió a las nueve de la noche, desaparece el último de los grandes pilares del pontificado de monseñor Amigo al frente de la Archidiócesis hispalense, un período de 28 años en el que este sacerdote sevillano fue absolutamente clave para sacar adelante grandes empresas, tal como lo fueron Manuel Benigno García Vázquez y Juan Garrido Mesa. Navarro, cuyo funeral se celebrará mañana martes a las diez oficiado por el obispo auxiliar, tuvo una dilatada carrera eclesiástica con destinos en varios lugares del mundo por su condición de diplomático de la Santa Sede, como fueron Tanzania, Bagdad, Kuwait o Ghana.

Persona de carácter serio, con un perfil de gestor y ejecutivo incuestionable. Más de corbata que de clerygman, más de traje que de casullas. Más de despacho que de sacristía. Defensor de la necesidad de aplicar a fondo todas las directrices del Concilio Vaticano II. Siempre ha estado muy bien relacionado con dirigentes del PSOE y ha merecido la confianza del cardenal Amigo.

Navarro Ruiz era doctor en Derecho Canónico y fue profesor de Derecho Canónico del Centro de Estudios Teológicos de Sevilla y secretario general del Arzobispado. Ha fallecido siendo presidente de la Fundación Forja XXI y, hasta hace unos días, delegado ejecutivo de administración y patrimonio del Cabildo Catedral, de la que en una etapa anterior fue mayordomo (antigua denominación del cargo de responsable de las cuentas). Hasta hace muy poco siguió controlando desde su caso los números de la Catedral.

Se crió en el centro de Sevilla. Era el mayor de cinco hermanos. Su madre era sevillana de San Juan de Aznalfarache y su padre de Melilla. Fue un niño que gozó de la libertad de acceso al Patio de los Naranjos y a una Catedral que era como una calle más de la ciudad. Alumno del Colegio de la Doctrina Cristiana, donde compartió aula con el escritor Antonio Burgos; de los Maristas y de la Escuela Francesa de la calle Abades, donde coincidió con Rafael Escuredo, primer presidente de la Junta de Andalucía. A los 18 años ingresó en el Seminario de San Telmo. Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1968. Y era canónigo desde 1984.

En su currículum es clave el cargo de comisario de la inolvidable Magna Hispalensis: el universo de una Iglesia, la exposición organizada en la Catedral del 5 de mayo al 31 de octubre de 1992, con motivo de las celebraciones que tuvieron lugar en Sevilla para conmemorar el V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América. Contó con la colaboración clave de Alfonso Jiménez, arquitecto conservador del templo metropolitano; Teodoro Falcón, catedrático de Arte, y el arquitecto Francisco Pinto.

Hay unanimidad en que en la Catedral de Sevilla hay un antes y un después de esta gran muestra. En primer lugar, porque muchos sevillanos descubrieron la Catedral gracias a esta exposición. Y en segundo lugar, porque el esquema de organización y gestión del templo que ha llegado a hoy procede de aquella muestra. Con el 92 llegaron al templo metropolitano los tornos, el escáner y el personal cualificado, así como se revalorizaron muchísimos enseres del vasto patrimonio del Cabildo. Basten algunos ejemplos: la Catedral pasó de una iluminación convencional a un juego de luces artísticas que instaló la Fundación Sevillana. Y de tener un carrito de venta de recuerdos al pie de la Giralda a toda una tienda profesionalizada. La Catedral se autofinancia gracias al turismo. Y todo el modelo organizativo, enfocado para combinar el uso religioso con el uso cultural y turístico se fraguó en la Magna Hispalensis. El propio Navarro lo ha explicado siempre: "Fue esta exposición la semilla de renovación y revitalización de la Catedral y punto de partida de una gestión moderna y funcional de la misma". Su propia definición del templo metropolitano estaba exenta de visiones excluyentes del componente cultural de la religión y daba pie al debate: "La Catedral es un monumento cultural de carácter religioso". Por eso siempre defendió sus múltiples usos: "La actividad religiosa hay que hacerla compatible con una actividad más amplia que deriva de los otros aspectos de su carácter de bien del patrimonio cultural: la investigación de sus archivos y bibliotecas; la visita cultural y turística del monumento; las exposiciones que ponen el arte al alcance de todos; los conciertos; las conferencias y foros de carácter cultural".

Navarro hizo rentable la Catedral, no sin críticas ni polémicas que aludían y siguen refiriendo que el templo está enfocado a los turistas por encima de otras actividades. La Catedral recibe un mínimo de 750 y un máximo de 7.000 visitantes cada día. Supera con amplitud el millón de visitantes al año. El templo metropolitano no sólo se autofinancia gracias al turismo en lo que a la su conservación y mantenimiento se refiere, sino que figura entre las principales fuentes de ingresos del Arzobispado para fines pastorales y asistenciales.

También puso orden en las cuentas de la diócesis en su etapa como secretario general, con contratos de concesión como el del Hotel Los Seises, propiedad del Arzobispado, que amagó con cerrar por los problemas que hubo para cambiar de empresa explotadora; u operaciones de enajenación del patrimonio eclesiástico como la venta de la antigua escuela Francesa de la calle Abades. Gozaba de la confianza absoluta del cardenal Amigo, que en varias ocasiones le encomendó tareas de alta gestión y, además, le asignó una de las parroquias de mayor peso de la diócesis, la de su barrio de Los Remedios. No hay que olvidar que a él correspondió la ejecución de gran parte de lo acordado en el denominado Pacto de Cesión Institucional del Palacio de San Telmo a la Junta de Andalucía, una operación de difícil calificación jurídica a la que comúnmente se le llama directamente como venta. Aunque quien negoció la letra del acuerdo por parte de la Iglesia fue Manuel Benigno García Vázquez -gran amigo de Felipe González- fue Francisco Navarro quien estando al frente de la Secretaría General del Arzobispado tuvo que velar por el cumplimiento de todo lo pactado.

Otro ejemplo de su perfil de gestor en grandes acontecimientos relacionados con la Catedral fue la boda de la infanta Elena en 1995. A Navarro le correspondió ejercer de interlocutor con la Casa Real en todos los preparativos y recibir a la reina Sofía en los días previos para ultimar los detalles de la celebración religiosa. Fue de los pocos canónigos que asistió al almuerzo posterior en el Real Alcázar, junto con el maestro mayor de la Catedral, el arquitecto Alfonso Jiménez. Ambos han trabajado juntos con enorme complicidad en el día a día del cuidado y la gestión del primer monumento de la ciudad.

En sus últimos años ha estado al frente del patronato de la Fundación Forja XXI, con sedes en España y en el extranjero, dedicada a políticas activas de empleo, fomento de la iniciativa empresarial, políticas de inserción laboral y programas de cooperación internacional. En no pocas ocasiones ha promovido que los jóvenes a los que ayuda la fundación asumieran tareas de conservación de bienes muebles de la Catedral con una escuela de taller propia.

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