La calma tensa de un Sevilla-París

Historias viajeras en el vuelo VY8832, una semana después de la tragedia.

Luis Márquez París

21 de noviembre 2015 - 05:03

A las 17:30 de un viernes de noviembre el sol, bajo ya, se filtra sin mucha fuerza por la cristalera de la terminal de salidas del aeropuerto de San Pablo. A media luz, la puerta de embarque número 4 empieza a llenarse de pasajeros, más en silencio de lo habitual, con destino a París. Casi entre susurros, predomina el francés, ya que muchos de los que viajan son turistas que regresan a la capital gala tras pasar unos días en España. No es un trayecto cualquiera este VY8832 Sevilla-París de la compañía Vueling; ha pasado justo una semana del mayor ataque terrorista sufrido por Francia y el asunto no pasa desapercibido entre los viajeros.

"Este vuelo va siempre lleno, a diario, y hoy también. De 180 plazas hay 170 billetes vendidos, así que en ese aspecto no hemos notado que haya caído el número de viajeros. La mayoría son residentes en Francia y por mucho miedo o respeto que tengan, no se van a quedar a vivir aquí, ¿no?", asegura un trabajador del aeropuerto tras pedirme la tarjeta de embarque para organizar la cola de entrada a la aeronave.

No es fácil encontrar hispanohablantes pese a que salimos de España. Pocas horas después del anuncio de Manuel Valls, primer ministro francés, que ha advertido del riesgo de que su país sufra un ataque con armas químicas, y tras los 130 muertos y 300 heridos que dejó el terrorífico 13-N, algunos se lo han pensado mejor antes de ir: "Conozco a varias personas que han anulado sus vuelos", asegura Alejandro, periodista sevillano que acude a París a visitar a su hermana Sara, que le regaló el billete justo el día de los atentados por la mañana. "Pero ni me lo he pensado", confirma desde su asiento, el 19E. El 19F, justo detrás del mío, le ha tocado a Borja, sevillano que trabaja en el sector aeronáutico y que viaja con su novia, Cristina, sentada varias filas más atrás -otro síntoma de lo lleno que va el vuelo- de fin de semana romántico a París. "Iba a ser una sorpresa para ella, de hecho le dije que íbamos a Valencia para luego darle la buena noticia, pero al ver lo que ha pasado he tenido que contárselo porque le dan mucho respeto estas cosas", explica, mientras Cristina, entre risas, advierte que le está escuchando pese a la distancia.

Mientras Alejandro y Borja, que se acaban de conocer, siguen hablando de los atentados y sus consecuencias, dos niños, de 9 y 12 años, desconocen que van a Eurodisney. "Creen que les llevamos a Granada", cuenta Elo, su madre, que vuela junto a sus hijos, su amiga Irene y sus respectivas parejas: "No sabemos si iremos a visitar la ciudad o no; no lo hemos hablado. Lo que está claro es que en el parque de atracciones estaremos más seguros. A los pequeños no les hemos dicho nada porque no queríamos revolucionarlos".

Cada asiento es una historia. Un señor francés con un maletín de Ferrari habla por su manos libres y se le escapa la expresión "guerra mundial". Dos jóvenes estadounidenses, tatuados y con gorras, conversan despreocupados. Fernanda, una violinista venezolana residente en Sevilla, acude a París para visitar a un antiguo alumno del conservatorio, hoy trabajando como músico en Francia...

Justo antes del despegue se han sentado junto a mí, en el 18E y 18D, Jawal y Nour. Son libaneses y van a Beirut, haciendo escala en París. Han venido a pasar unos días a Andalucía de vacaciones porque él se formó como piloto comercial en una escuela de Jerez de la Frontera. Rondan la treintena y hablan sin tapujos, en inglés, en cuanto les saco uno de los temas de la semana: "Me parece injusto que no se haya hablado apenas del atentado en Líbano, mi país, justo un día antes que en París. Más de 40 muertos, algo que allí ocurre con frecuencia. Siento mucho lo de París, claro, pero nosotros estamos al lado de Siria y convivimos con el terror a diario. ¿A quién le importa?", sentencia, antes de confesar que esta noche no saldrán del hotel.

El vuelo aterriza sin retraso. Son las 20:30 y los 170 pasajeros de este VY8832 se pierden en mitad del ajetreo del Charles de Gaulle, con prisa por medir si París ha recuperado su luz tras estos oscuros días.

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