Mester de soltería por el puente de Triana

Calle Rioja

Todo eran siete. La hora, el día y el mes de la boda en la Capilla de los Marineros, los años que llevaba Felipe en la Moncloa, los que le quedaban, los lustros que han pasado

Una celebración muy especial de los 25 años de 'Solas'

Capilla de los Marineros, donde se celebró la boda el 7 de julio de 1989.
Capilla de los Marineros, donde se celebró la boda el 7 de julio de 1989. / José Ángel García

Nuestros padres murieron. Nacieron nuestros hijos. Y ahí estamos, la media generacional, matemática, casi geográfica, los novios de aquel sí quiero del día de san Fermín de 1989. Desde entonces se habrán celebrado muchas bodas en la Capilla de los Marineros de la calle Pureza, la misma en la que murió Demófilo, el padre de los Machado, pero aquel 7 del 7 a las 7 sólo hubo una boda. Yo crucé el puente de Triana soltero y a la vuelta ya era otro hombre. Ese año cayó el muro de Berlín y a Cela le dieron el Nobel de Literatura. El mes que nací, mayo de 1957, el escritor de Ilia Flavia ingresó en la Academia de la Lengua. Y en su Viaje a la Alcarria hay entre sus provisiones un mapa de Galicia donde aparece Puentes de García Rodríguez, el pueblo coruñés donde transcurrió mi infancia y nacieron dos de mis hermanos. La novia era sevillana. De esa perpendicular que forman las calles Becas y Lumbreras unidas por la torre de don Fadrique, el hermano pequeño de Alfonso X el Sabio. Nos casó un sacerdote donostiarra, Manuel de Unciti, el mismo cura periodista que me apadrinó para que en julio de 1977 viniera a hacer prácticas a El Correo de Andalucía en esa redacción que hoy, junto a la avenida José María Javierre, es un tanatorio.

Los trajes de novios nos los hicieron a los dos en el taller del Colectivo Fridor, nombre fundamental de la movida sevillana. En las probaturas leí mi nombre bajo el de Martirio. Un local en la calle San Pedro Mártir donde nació Manuel Machado, nos persigue la saga de doña Cipriana, la abuela, y doña Ana, la trianera de la calle Betis que murió en Colliure con su hijo Antonio. Una esquina que ahora acoge el taller de los hermanos de La Algaba Antonio y Fernando García, modista el primero, figurinista con dos Goyas el segundo. El traje de la novia estuvo en un pase de modelos nupciales en Nueva York. El del novio no volvió a salir del piso de recién casados en la calle Feria. En las fotos de la boda ya falta mucha gente. Nos las hizo José Manuel de la Fuente, ese portento de la fotografía pequeño de estatura, gigante de bondad y ojo clínico, al que en la puerta de su estudio podías ver acompañado de Yasser Arafat o de Adolfo Suárez; el único reportero gráfico que inmortalizó a Ava Gardner cuando vino a Andalucía para rodar la serie Dardanelos.

La invitación de boda fue un dibujo magistral de Emilio Rioja, ese Mingote sureño con retranca de Chumy-Chúmez y alma de surrealista. Es la boda más divertida a la que he asistido jamás. Nos equivocamos en las lecturas, se nos cayeron las arras al suelo. Nos conocimos en la redacción de Diario 16 Andalucía cuando ella me hizo una entrevista para un trabajo que le habían pedido en el instituto. Así creo que también surgió el flechazo de Pilar del Río con Saramago, que nació en 1922, el mismo año que mi suegro Eulogio García, el rubio de Casa Gonzalo como era conocido en su primer destino como camarero, en la calle Alemanes esquina con Álvarez Quintero, donde presumía de haberle servido el último café a Galerín. Mis padres llegaron al enlace desde La Mancha. Mis suegros habían nacido los dos en Santa Olalla del Cala, el último pueblo de Huelva antes de la frontera con Badajoz, junto a la Venta Culebrín. Pilar Romero, la madre de la novia, nació el último día de 1936, el mismo día que muere Unamuno. Una cocinera excepcional. También estuvieron mis abuelos maternos, Andrés el panadero y Carmen, la paisana de Pedro Almodóvar y el Pegamento Imedio. Y Enriqueta Testillano, la abuela materna de la novia.

Tres partidas de chapolín

Antes de la boda, jugué tres partidas de chapolín con gin-tonic con el que horas después se convertiría en mi cuñado, Eulogio jr., marinero como el título de la Capilla, con destinos en Lanzarote, Bermeo y Barbate, amén de la Comandancia de Marina de Cádiz junto a la estatua donde nunca se acababa de sentar Segismundo Moret. Volví a cruzar el puente de Triana o de Isabel II ya casado, las aguas del Guadalquivir. Ese mismo año arribé a la desembocadura del Orinoco en el J.J. Sister, el aula navegante que comandaba Miguel de la Quadra Salcedo, el aventurero que por el boicot de Franco no pudo lanzar la jabalina en los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956, el año que se casaron mis padres. La boda más importante de mi vida.

El convite de la nuestra tuvo lugar en el Horno de Curro, kilómetro 5 de la carretera Sevilla-Cazalla de la Sierra según consta en la invitación. Los novios hicimos un alto con los Eulogios, suegro y cuñado, en el bar Los Tres Reyes, en los dominios de Márquez el camarero panóptico, el mismo lugar donde en una servilleta de papel firmé con Santiago Sánchez Traver el contrato para incorporarme a Diario 16 Andalucía, el periódico con redacción y rotativa en el Polígono Calonge donde nos conocimos. Hace un año tal día como hoy renovamos nuestros votos matrimoniales en Caná, un día después de iniciar un viaje de peregrinación a Tierra Santa tres meses antes de los ataques de Hamás. Cuando nos casamos, Felipe González llevaba siete años en la Moncloa y le quedaban otros siete. Manuel del Valle era alcalde de Sevilla en el segundo de sus mandatos, el que gobernó con Paco Moreno como su particular Alfonso Guerra, con Sevilla abierta en canal preparando las obras de la Expo 92. Alejandro Rojas-Marcos llegaría a la Alcaldía dos años después, pero el día de nuestra boda nos felicitó por la mañana en Radio Nacional, en un programa que hacían Mercedes de Pablos y Mayte Chacón.

La despedida de soltero

Entre los invitados, estuvo José Luis Ortiz Nuevo, el Poeta, al que conocí recién llegado al Ayuntamiento democrático de 1979 cuando para salvar el Hotel Triana celebró allí su casamiento con Ana Llorca, la modelo del cartel de Fiestas Primaverales de Félix de Cárdenas. Tomás y Matilde cumplían un día después año y medio. Los hijos de Mercedes de Pablos y Gerardo Grau fueron los invitados más bisoños. Mi madre y mi suegra, casarse es tener dos madres, me contagiaron su afición a madrugar la segunda semana de julio para ver los encierros de los sanfermines. Invité a todo el periódico. Vino hasta Kerry, un norteamericano que trabajaba de ingeniero de barcos y al que conocí en La Ópera, un bar en Luis de Morales que era nuestro accesorio del periódico. La despedida de soltero la hice entre Las Golondrinas de Paco Arcas y la Peña Trianera, frente al Callejón de la Inquisición. No tengo fotos de Atín Aya de mi boda, porque nunca faltaba a su cita con los sanfermines.

Andrea nació en 1991, Carmen en 1994 (los tres años que el Betis estuvo en Segunda), y Paco vino en 2006. Nuevo milenio, nuevo periódico (Diario de Sevilla). Dos días después murió mi padre, el novio de la boda del día del Carmen de 1956. 35 años después, todavía le debo una luna de miel en condiciones al amor de mi vida. Recorrimos Portugal y Galicia. En un restaurante de Vigo, coincidimos con Torrente Ballester y Pío Cabanillas. Y en un hotel de La Toja vimos a Vaitiare, el amor fugaz de Julio Iglesias. Han pasado siete lustros, cinco presidentes del Gobierno, ocho alcaldes y ocho Eurocopas. Dos las ganó España. Por ahora. Y los Corintios le respondieron a san Pablo.

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