La ventana
Luis Carlos Peris
Tras el miedo todo fue mucho mejor
Calle Rioja
Mañana del sábado. Igual estas dos personas se cruzaron en el camino. Una iba por la Barqueta camino del monasterio de San Jerónimo, bien pertrechado de datos y de bibliografía; la otra regresaba de las inmediaciones de esa joya histórica y arquitectónica. Las motivaciones eran bien diferentes, pero igualmente encomiables. Fernando Gabardón de la Banda, uno de los mejores conocedores de los entresijos de la intrahistoria de la ciudad, ventrílocuo que hace hablar a las piedras y conocer sus secretos, tenía una cita con un grupo de madrugadores ciudadanos que iban a asistir con este doctor en Derecho e Historia del Arte a una visita guiada por el monasterio de San Jerónimo.
Cuando tú vas, yo vengo. Algo así dice la pegadiza canción. Los participantes en esta visita también irían llegando a un edificio que da nombre a uno de los barrios más singulares de la ciudad. De allí volvía al centro Paula Garvín de dar un paseo. Pasó junto al Huevo de Colón, el regalo que Rusia le hizo a Sevilla con motivo de la Expo 92. Paula Garvín fue candidata a la Alcaldía y jugó un papel muy importante en el Ayuntamiento de Sevilla. Fue la responsable de ubicar en el monasterio de San Jerónimo, para librarlo de la desidia y el abandono, un Centro Cívico. Otra munícipe, la americanista Enriqueta Vila, había sido la encargada en su momento como delegada de Cultura de recepcionar el espectacular Huevo de Colón, metáfora de la testosterona que está detrás de muchas hazañas históricas. Vila y Garvín llegaron a la vida municipal desde la docencia, la primera como profesora de Historia de América en la universidad, la segunda titular de Química en el IES Macarena. Letras y Ciencias.
Dicen que Gustavo Adolfo Bécquer se ensimismaba ante la contemplación del monasterio de San Jerónimo. Una cruz esculpida sobre una lápida al otro lado de la pasarela que une San Jerónimo con el Alamillo imagina la zona donde debía colocarse el autor de las Rimas y Leyendas para ver allende las aguas del río ese imponente monasterio que, según Fernando Gabardón, empezó a construirse hacia 1414, en paralelo a las obras de la catedral gótica. A la vista, una Sevilla muy becqueriana: la Venta de los Gatos, monumento a la ignominia, o la barriada de Las Golondrinas con sus calles rotuladas con nombres de leyendas en torno a la Avenida del Romanticismo.
En el monasterio de San Jerónimo tuvo lugar el multitudinario convite tras la boda en la basílica del Gran Poder de Francisco Rivera Paquirri e Isabel Pantoja. 30 de abril de 1983. Un año y cinco meses antes de la mortal cogida de Pozoblanco. Aquel enlace puso el monasterio de San Jerónimo en todos los mapas de la prensa del corazón. Uno de los invitados, amigo de los contrayentes, fue Gregorio Conejo Muñoz de Toro, relaciones públicas del Betis, que no mucho después volvería a ese mismo entorno conventual como anfitrión de la visita cultural que hizo la delegación que acompañaba al equipo rumano Universitatea de Craiova, que vino a Sevilla para disputar un partido de la Uefa en el Benito Villamarín.
En San Jerónimo el deporte nacional es el rugby. Cantera de jugadores, con su propia sede junto a la parroquia del barrio y las instalaciones de Fasa-Renault, la empresa matriz de la zona, en la calle Medina y Galnares. Otro recuerdo indeleble del monasterio de San Jerónimo, que fue sede de Cita en Sevilla, fue la actuación de la soprano Victoria de los Ángeles. En este monasterio unido a la ópera y a la tonadilla (Isabel Pantoja en traje de novia antes de evocar al marinero de luces con letra de José Luis Perales) estuvo ubicada la imprenta de las Indias.
Muy anterior al Descubrimiento de América, era como una primera escala para los monarcas que visitaban la ciudad: allí pernoctaron Carlos V, el rey que se casó en el Alcázar con su prima portuguesa, su hijo Felipe II e incluso Felipe IV, el monarca de los Austrias que se llevó a la Corte al pintor Diego Velázquez. Valdés Leal, de quien este año se conmemora el cuarto centenario de su nacimiento (con más pena que gloria, la verdad, como si fuera víctima profética de sus propias Postrimerías) hizo para el monasterio una serie sobre las Tentaciones de San Jerónimo. Un santo fundamental en la iconografía cristiana. El Museo de Bellas Artes tiene un San Jerónimo obra del escultor italiano Torrigiano. Un apestado en Italia, donde su rivalidad con Miguel Ángel le llevó a partirle la nariz al autor de la Piedad, pero que en Sevilla tiene su calle en los callejones de la Macarena. Dice Gabardón de la Banda que Martínez Montañés se inspiró en el San Jerónimo de Torrigiano para el que hizo con destino al monasterio de San Isidoro del Campo.
San Jerónimo para aprender y para pasear. Para mover la mente y para mover las piernas. Hace unos años, Paula Garvín volvía por la calle Feria feliz con su jubilación como profesora del IES Macarena. El júbilo del tiempo recuperado. Ese encuentro fortuito con la otrora concejala despertó en el periodista la bombilla de una serie titulada Plaza Nueva que arrancó con Antonio Rodríguez Almodóvar y por la que pasaron un total de 124 munícipes. Las tentaciones de San Francisco, nombre de la plaza y del antiguo convento donde se ubicó la Casa Consistorial en la que Paula Garvín prestó sus servicios y que consiguió rehabilitar como Centro Cívico el monasterio de San Jerónimo que Fernando Gabardón enseñó a los visitantes de un sábado cualquiera de octubre, primavera revenía en los termómetros de Sevilla.
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