El Café del Turco, la revolución en la calle Sierpes
El rastro de la Historia
Fue el que más claramente jugó en Sevilla su papel de lugar conspiratorio para los liberales exaltados de la ciudad
El torero y líder revolucionario que llamó la atención de Marx y Galdós
La historia de las revoluciones liberales europeas del siglo XIX es incomprensible sin el papel que jugaron en estas los cafés, auténticos centros de reunión, agitación, debate y difusión de las nuevas ideas que acabaron tumbando al Antiguo Régimen e inauguraron el mundo que aún habitamos (aunque ahora esté dando evidentes síntomas de agotamiento). "Si trazamos el mapa de los cafés, tendremos uno de los indicadores esenciales de la idea de Europa", llegó a decir una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo, Georges Steiner. La idea del cafés como auténtica academia de retórica y política queda clara en los versos del Duque de Rivas que cita el Diccionario histórico de la lengua española (1933-1936): "y ensaya tu elocuencia rebentante (sic) / en el café o en junta patritotera.".
Sin duda, el Café del Turco (también llamado de la Cabeza del Turco) fue el que más claramente jugó en Sevilla su papel de lugar conspiratorio para los liberales exaltados de la ciudad, al menos a partir del levantamiento de Riego y la inauguración del Trienio Liberal (1820-1823). Durante este breve pero intenso periodo, que comenzó con el alzamiento de las tropas que iban a América a reprimir los focos independentistas, los liberales obligaron a Fernando VII a aplicar la Constitución de 1812, que el monarca había obviado una vez regresado a España tras su cautiverio francés. Se abrió así una apasionante época marcada por intensas tensiones, no sólo entre los absolutistas y los liberales, sino también por las luchas dentro del mismo bando constitucionalista entre los más moderados y los más exaltados.
En Sevilla, decíamos, fue en el Café del Turco donde se escenificó esta tragicomedia. Ubicado en la calle Sierpes, Luis Montoto, que escribió sobre este en su opúsculo La calle de las Sierpes (dedicado al pintor Gonzalo Bilbao), destaca que "reuniánse allí los políticos de la cáscara amarga -si acepta usted esta frase-; los partidarios de la flamante Constitución, los conspiradores, los "negros", como les llamaban los blancos". Hay que aclarar que, según Amando de Miguel, en aquellos tiempos, la expresión "cáscara amarga" se usaba para hablar mal de los políticos los liberales, librepensadores o progresistas.
El fervor revolucionario de la clientela del Café del Turco fue evidente desde el principio del Trienio Liberal. En la noche del 13 de diciembre de 1821, haciendo honor al gusto hispalense por las cofrafías, sacaron en procesión el retrato de Rafael de Riego, militar y héroe revolucionario que, desde su ejecución al término del periodo por los absolutistas, pasó a formar parte de los altares de las progresía española de todos los tiempos (no en vano, el himno de Riego fue el oficial de la II República). El éxito fue tal que al día siguiente se repitió la procesión con el retrato de Riego montado en coche de caballos y rodeado de luces y criados. Montoto destaca que el Café del Turco era similar al gaditano Apolo, uno de los sitios fundamentales de la gestación de la Constitución de 1812.
Manuel Chaves Rey también dedica un artículo de sus Apuntes sevillanos del natural al Café del Turco. El gran periodista destaca que este negocio ya tenía un antiguo pedigrí liberal cuando llegó el Trienio Liberal, en lo que tuvo mucho que ver la fe ciega en la causa de sus propietarios: Luis Tolva y María Josefa Piñalosa. De ellos fue la idea de crear una cátedra en la que, todos los días, se leían en voz alta los numerosos periódicos a los que estaban suscritos (La sombra deLacy, El Argos, El grito de Riego, El Zurriago...). Incluso se creó un reglamento de dicha cátedra en el que se distingía entre "socios de pago", con derecho a asiento en las primeras filas y a consultar personalmente los ejemplares, y el público en general, al que nunca se le negó la entrada para escuchar la buena nueva liberal. No fueron raras las veces que estas sesiones de lectura, tras la cual se establecía un acalorado debate, acabaron de manera tumultuaria y con la intervención de la autoridad.
Aquel casinillo revolucionario duró lo que el Trienio Liberal. El 7 de abril de 1823 comenzaron a entrar en España los 100.000 Hijos de San Luis, las tropas con las que la Europa absolutista quería reinstaurar la plena soberanía de Fernando VII en España. Tanto Montoto como Chaves Rey destacan que el 13 de junio de 1823 la turba entró en el local, destrozó el mobiliario y quemó todos los papeles que allí se encontraron. También, dice Montoto, se abrieron "las espitas de los toneles, dando salida franca a los olorosos vinos, que por aquí corrieron embalsamando el ambiente". Un auténtico derroche.
Con la llegada de los 100.000 Hijos de San Luis se puso fin al Trienio Liberal y se inauguró la llamada Década Ominosa, en la que los liberales fueron perseguidos con saña y se provocó un éxodo masivo de algunas de las mejores cabezas de España. El Café del Turco pasó a tener otros nombres como Europa y de América, aunque finalmente, antes de su desaparición, fue el famoso café Madrid. Pero esa ya es otra historia.
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