En busca del tiempo leído
calle rioja
Lectura. Tributo a los cien años de Marcel Proust asociando su mundo de Guermantes con el debut de Joaquín, la muerte de Silvio o el siglo de Cernuda
Estamos en el bienio Marcel Proust. El 10 de julio se cumplieron 150 años del nacimiento del escritor, que siempre atribuyó su estado enfermizo a las privaciones de una ciudad doblemente convulsionada por el sitio prusiano y por la Comuna de París. El 19 de noviembre de 2022 se cumplirán cien años de su muerte.
Tardé cuatro primaveras, con sus Ferias y Semanas Santas, en leerme los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido, los tres primeros traducidos por el poeta del 27 Pedro Salinas, los otros cuatro por Consuelo Borges. Me gusta anotar las fechas en las que termino los libros y estremece cómo cambió el mundo en esos cuatro años, los primeros del siglo XXI y del nuevo milenio.
El volumen titulado Por el camino de Swann lo acabé el 4 de mayo de 2000. Era jueves de Feria, la primera del alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín. Faltaban cuatro meses para que debutara Joaquín en el Betis.
No anoté la fecha en la que terminé uno de los más hermosos, A la sombra de las muchachas en flor, donde compara la belleza de Albertina con las mujeres del Veronés y describe el footing diario de Odette. Esperando a sus amigas, llegan hasta su mirador "los gritos de los vendedores de periódicos, los periodistas, como decía Francisca, las voces de los bañistas y de los niños, que puntuaban como pájaros marinos…".
Las golondrinas de Bécquer, que muere en 1870, también están en las páginas de Proust, que nace en 1871. El mundo de Guermantes, tercer volumen, lo acabé el 5 de octubre de 2001, "horas después del nacimiento de Irene Correal", escribí. Mi sobrina cumple en 2021 veinte años y estudia en la Universidad de Valencia. 24 días antes del tercer libro que tradujo Salinas se produjo el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. Cuatro días antes de cerrar el libro muere el rockero Silvio.
Entre Regina y las Setas han abierto una tienda de magdalenas con el nombre de Proust, tributo al escritor francés. Su alimento preferido para marcar el paso lento del tiempo. Bromea con las investigaciones sobre los templarios, "es inaudito el delirio de la gente de una religión por estudiar la de los demás". De Víctor Hugo dice que "es él quien nos ha acostumbrado a lo feo en literatura" y llama a Zola "el Homero de las letrinas".
Sodoma y Gomorra lo terminé en las primeras horas del día de San Juan de 2002. "Ya sé que Balzac se lleva mucho este año", y habla de un personaje de la novela de este escritor Las ilusiones perdidas, un sacerdote llamado Carlos Herrera. El periodista del mismo nombre dio un año antes el pregón de Semana Santa de Sevilla. En el quinto volumen, La prisionera, que acabé el 22 de septiembre de 2002, un día después del centenario del nacimiento de Luis Cernuda, hay otro tipo de pregones. "No quiero que comamos nunca más que cosas que hayamos oído pregonar". Como las uvas dulces de Fontainebleau o las judías a la vinagreta.
No aparece ninguna referencia a Sevilla en el mundo de Proust. Sí aparecen otras ciudades andaluzas, además del terremoto de Murcia. "Durante dos años, los hombres inteligentes dieron en decir que Siena, Venecia, Granada, eran una lata, mientras que ante cualquier ómnibus, ante cualquier tren, exclamaban: ¡Qué bello!". Y Córdoba aparece en el penúltimo libro, el titulado La fugitiva. Va en góndola hasta San Marcos y dice del monumento que "parece una preciosa encuadernación, en algún cuero de Córdoba, del colosal Evangelio de Venecia". Se referirá a los cordobanes. El periódico es el icono que más aparece como objeto cotidiano, "el pan espiritual que es un periódico, todavía caliente y húmedo de la prensa reciente y de la neblina de la mañana"…
El séptimo y último, El tiempo recobrado, lo concluí el 1 de abril de 2003, decimotercer día de la guerra de Iraq. "¿Sabe usted que las expediciones de Mesopotamia en esta guerra -escribe Proust- evocan a cada momento, sin variación, la retirada de Jenofonte?". Habla de Bagdad, de Basora, de sus lecturas de Las mil y una noches. Es París en 1916, Primera Guerra Mundial, habla del apocalipsis, de aviadores que eran "más bien valkirias", mucho antes de que Coppola dirigiera Apocalypse Now, aunque esta broma parece propia de Woody Allen: "Decididamente hace falta que lleguen los alemanes para que se pueda oír a Wagner en París". Apocalipsis en el cielo que compara con el apocalipsis en la tierra del cuadro de El Greco El entierro del conde de Orgaz.
Le marcó la presión alemana. El 18 de enero de 1871, embarazada su madre del futuro escritor, Guillermo I de Prusia era coronado emperador de Alemania en Versalles. El mundo de Guermantes cabe en una magdalena. El imperio se había evaporado.
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