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Un libro para salvar Madre de Dios

Biografía de Sor Bárbara

Carlos Ros ha publicado la segunda edición de la biografía de Sor Bárbara de la Giralda, cuyo proceso de beatificación lleva incoado muchos años

Imagen de Sor Bárbara amortajada. Única fotografía que se conserva de la religiosa. / D. S.

Fue en 2004 cuando el sacerdote Carlos Ros, uno de los escritores más prolíficos de la diócesis sevilllana, decidió publicar la biografía de Sor Bárbara de la Giralda, la monja que había nacido en la torre más simbólica de la capital andaluza. Tal fue el éxito de esta obra que se agotó en poco tiempo. Ahora su autor ha costeado una segunda edición que, por valor de 12 euros, tiene como fin que no caiga en el olvido el proceso de beatificación de esta religiosa, iniciado hace años, y contribuir con la recaudación para la restauración de uno de los conventos de mayor valor patrimonial de la ciudad, el de Madre de Dios, donde reposan los restos de la protagonista del libro, una mística del siglo XIX.

Del campanario de la Catedral al convento. La vida de Sor Bárbara de Santo Domingo se concentra en pocos metros. Los que van del templo metropolitano al cenobio de Madre de Dios, en la antigua judería. Esta sevillana, hija del campanero segundo de la Giralda y de María Josefa Antúnez, sabía lo que era pasar frío y calor. Su hogar -una habitación de tres metros cuadrados- estaba situada en la cara este de la que hasta hace poco tiempo era la torre de mayor altura de la ciudad. Allí, con unas privilegiadas vistas, pasaba los veranos e inviernos. Soportando los envites del termómetro. Y, sobre todo, subiendo y bajando a diario 30 de las 35 rampas de las que consta este símbolo de Sevilla.

La protagonista del libro vino al mundo el 7 de febrero de 1842, una época marcada por la inestabilidad política habida cuenta de la instauración del estado liberal y de las continuas desamortizaciones que sufrió la Iglesia. Fue bautizada dos días más tarde en la pila de la Catedral, donde habían recibido las aguas varios personajes ilustres.

Su infancia era un recuerdo de volteos de campanas y el arrastre de latas con las que su padre fabricaba cacharros. Con su venta obtenía ayudas que permitían a la familia salir adelante. Le pagaban 110 reales mensuales por el oficio de campanero, un trabajo que les deparó una gran tragedia, pues el 6 de junio de 1853 José Jurado, hermano de Sor Bárbara, murió con 13 años al precipitarse desde el arco del campanario y caer sobre el tejado de la Biblioteca Colombina. Todo indica que había sucedido a su padre en este oficio o que imitaba los volteos de su progenitor.

La dolorosa pérdida avivó en Sor Bárbara los deseos que tenía desde pequeña de ser monja. Con 17 años ingresó en el convento de dominicas de Madre de Dios. Sus habilidades como organista le valieron para no pagar dote. Corría el año 1859. Se libraba la Guerra de Marruecos. Al poco tiempo esta religiosa comenzó a mostrar cualidades poco comunes. Eran las llamadas suspensiones. Permanecer durante horas en idéntica posición, sin inmutarse. Actitudes que la aproximaban al misticismo de siglos atrás. Cuentan que en una ocasión estuvo más de dos horas arrodillada, con los ojos cerrados, mientras rezaba.

El Convento de Madre de Dios estuvo a punto de convertirse en un mercado de abastos tras la Revolución de 1868

Sor Bárbara mostraba signos distintos al resto de las monjas (largos periodos de ayuno y exageradas penitencias corporales que la llevaron a la anorexia), razón por la cual la pusieron en manos del canónigo José Torres Padilla, conocido como el santero de Sevilla y quien se convirtió en su director espiritual y tutor, como también lo fue de Santa Ángela de la Cruz.

Y mientras todos los que la conocían se quedaban sorprendidos por tales hechos, fuera, en la calle, bullía la Revolución de 1868. La Gloriosa se había convertido en una piqueta legalizada contra numerosos inmuebles eclesiales. El Convento de Madre de Dios no iba a ser menos. Los planes de destrucción obligaron a la comunidad que en él residía a trasladarse al de San Clemente, que se libraba de los planes liberales. El cenobio de Sor Bárbara se convertiría en un mercado de abastos (por fortuna, esto no llegó a pasar y se salvó una tercera parte). Fue en aquel convento cisterciense, junto a la actual Barqueta, donde la hija del campanero de la Giralda conoció la muerte el 18 de noviembre de 1872, a la edad de 30 años. Cinco años después sería trasladada a Madre de Dios, tras pasar de nuevo a manos de la comunidad dominica. Ya entonces Sevilla la consideraba santa, una fama que se perpetuó con la primera biografía que le escribió José Antonio Ortiz Urruela. El 17 de abril de 2001 se abrió la causa para su beatificación en la rampa número 30 de la Giralda. Allá donde nació la santa cuya memoria rescata de nuevo Carlos Ros.

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