El bello durmiente de Santa Ana
La lauda de sepulcral de Íñigo López, obra de Niculoso Pisano que revolucionó la técnica del azulejo en Sevilla, sufre graves patologías · Un proyecto de restauración está a la espera
La crisis económica también está afectando a la conservación del patrimonio histórico-artístico de la ciudad. Es el caso, entre otros más conocidos, de la Lauda sepulcral de Íñigo López (1503), la primera obra firmada en España del gran ceramista de origen italiano Francisco Niculoso Pisano, que se ubica en la parroquia de Santa Ana de Triana. Esta pieza, con la que el artista introdujo en España la revolucionaria técnica del azulejo plano polícromo (también conocida como mayólica), sufre desde hace años graves patologías que ponen en peligro su futura conservación sin que, hasta la fecha, ningún organismo público o privado haya hecho nada para impedirlo.
Desde hace más de tres años, un proyecto de restauración elaborado por los especialistas Cristina García, José Ramón Pizarro y Carmen Riego duerme el sueño de los justos a la espera de que alguna institución aporte los aproximadamente 42.000 euros que costaría la intervención. Este proyecto de intervención ya cuenta con los permisos de la Consejería de Cultura y de la iglesia de Santa Ana, y, "aunque varios organismos han mostrado su interés, ninguno ha dado el paso definitivo", comenta a este periódico Cristina García, quien ha trabajado en proyectos tan destacables como la restauración del Pabellón Mudéjar del Parque de María Luisa.
Con este y otros azulejos, Niculoso Pisano introdujo en Sevilla la estética renacentista y la progresiva superación del gótico. La gran aportación técnica, la del azulejo plano policromado, "amplió las posibilidades cromáticas y compositivas de la cerámica ya que, gracias a las nuevas composiciones químicas de los pigmentos y a las novedosas formas de cocción de los vidriados, se permitió pintar la superficie de un azulejo como si de un lienzo se tratara, sin que los diferentes colores de mezclaran en la cocción", afirman Cristina García y José Ramón Pizarro. De esta manera se superó el azulejo de relieve de tradición hispano-musulmana, con importantes limitaciones artísticas.
Además de su valor artístico, la Lauda sepulcral de Íñigo López posee una gran importancia antropológica por su vinculación a la población de Triana, que conocía al personaje como el negro. Durante décadas, existió la creencia popular de que la mujer que daba una patada a la del personaje aumentaba su fertilidad. Esta leyenda ha colaborado bastante en la degradación del azulejo. Lo curioso es que es una costumbre contemporánea, ya que el azulejo no fue visible hasta 1844, cuando unas inundaciones obligaron a retirar el altar a Santa Cecilia que lo ocultaba. "Si comparamos diversas fotos tomadas en 1919, 1927, 1945, 1958 y 2008, comprobamos que la cara de don Íñigo se ha ido deteriorando progresivamente debido a esta costumbre. De hecho, el cura de Santa Ana, don Manuel Azcárate, nos ha comentado todavía hay alguna mujer que se salta la reja que lo protege desde la intervención de Rafael Manzano para dar la patadita", comenta José Ramón Pizarro.
Asimismo, el azulejo guarda algún enigma novelesco. El hecho de que la palabra que sigue al apellido López esté picada indica que alguien quiso ocultar información definitiva sobre la identidad de Íñigo. "Quizás porque era un apellido judaizante, quizás porque indicaba un oficio poco apropiado para unos descendientes ennoblecidos... Por ahora, no se sabe".
El estado actual del azulejo es "deficiente", según reza en la autorización que en 2008 concedió Cultura para la intervención. Debilitación del soporte, disgregación de morteros, pérdida y desplazamiento de piezas, craquelado y pérdidas del vidriado, acumulación de suciedad en la superficie, etcétera. También se detectan la presencia de microorganismos, como hongos, musgos y líquenes.
El proyecto de restauración, además de una intervención técnica que repare en lo posible los defectos y evite una mayor degradación, contempla también una puesta en valor de la pieza, que se encuentra localizada en el muro de cerramiento de la nave de la Epístola de la iglesia de Santa Ana.
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